En la línea divisoria entre Ciudad Juárez y El Paso, el reforzamiento al muro fronterizo generó preocupación no sólo entre organizaciones de defensa de derechos humanos, sino también dentro de la Iglesia católica.
Al respecto, el padre Javier Calvillo Salazar, párroco de la iglesia Mater Dolorosa y exdirector de la Casa del Migrante, señaló que estas acciones representan métodos inhumanos que atentan contra la dignidad y la vida de quienes buscan cruzar.
Desde su perspectiva, ninguna estrategia de violencia o endurecimiento en la frontera ha logrado frenar el flujo migratorio, pues este fenómeno responde a causas estructurales más profundas como la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades en los países de origen.

El sacerdote recordó episodios pasados, como el despliegue de agentes montados en Texas que arrastraban a migrantes con cuerdas o la instalación de boyas y esferas con navajas sobre el Río Bravo, que incluso causaron muertes.
También mencionó los operativos de redadas y deportaciones masivas en distintas administraciones presidenciales de Estados Unidos. En todos los casos, aseguró, la migración no logró pararse.
Indicó que la historia lo confirma, pues por más barreras físicas, químicas o tecnológicas que se coloquen, las personas seguirán buscando cruzar porque detrás de cada intento hay una necesidad de sobrevivir.
Para Calvillo, reforzar el muro fronterizo no es un acto de seguridad sino una forma de exponer aún más a los migrantes a la violencia y la muerte, pero ni con muros más altos ni con alambres que lastimen la piel de quienes intentan escalar se podrá detener el deseo de buscar una vida mejor.
El sacerdote señaló que la fe católica se posiciona de manera clara en contra de cualquier método que ponga en riesgo la vida, porque considera que el derecho a migrar forma parte de la dignidad humana.
En este contexto, insistió en que la única vía viable es impulsar políticas de migración regulada y con un enfoque humanitario, pues al igual que en otras partes del mundo, los intentos por detener a la fuerza el desplazamiento de personas han fracasado y solo han dejado un rastro de víctimas.
El sacerdote enfatizó que Estados Unidos, siendo un país formado en su mayoría por migrantes, no puede ignorar esta realidad, así como para la Iglesia, la responsabilidad es recordar que detrás de cada muro y cada intento de cruce hay seres humanos con rostros, familias y sueños.
La xenofobia
En este sentido, Ciudad Juárez además se ha convertido en un punto neurálgico de la migración en la frontera norte, particularmente para quienes llegan desde Sudamérica.
Entre ellos, los venezolanos han enfrentado no sólo el desgaste de su trayecto, sino también una creciente estigmatización en el discurso público, señaló el sacerdote.
Indicó que en los últimos años se reforzó una actitud de rechazo hacia ciertos grupos migrantes, alimentada por percepciones que muchas veces no toman en cuenta el trasfondo de los acuerdos entre gobiernos.
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“Yo creo que sí ha influido mucho, yo creo que es algo que se ha mencionado mucho en diferentes medios, ¿no? Por ejemplo, cómo en Juárez ahora más que nunca se ha percibido ese olor, esa acción, esa actitud de en contra de los migrantes y exclusivamente de algunos en particular”, expresó.
Recordó que el arribo masivo de venezolanos a esta frontera no fue producto de una decisión individual o colectiva, sino de políticas dictadas desde Estados Unidos, con la cooperación de México.
“Entonces, yo creo que en ese aspecto todo eso se da no por el venezolano, no por el migrante, sino por las estrategias que se dan entre Estados Unidos y México”, dijo.
Según explicó, al inicio Washington abrió un corredor especial para este grupo y solicitó a las autoridades mexicanas permitirles el libre tránsito.
Esa apertura provocó que llegaran a entregarse entre 500 y mil 500 personas diariamente. Sin embargo, cuando se cerró esa puerta, la mayoría quedó varada en puntos como el río Bravo, la puerta 36 y los cruces internacionales.

Además, cuestionó la criminalización de personas en movilidad con base en su nacionalidad, especialmente cuando figuras de poder aprovechan su influencia para enviar mensajes de rechazo.
Señaló que decisiones como el retiro de migrantes de semáforos y esquinas, realizado en operativos del Instituto Nacional de Migración, reflejan acciones que pueden responder más a presiones externas que a soluciones integrales.
El sacerdote subrayó que el sistema migratorio es el verdadero responsable de la situación, no quienes llegan a la frontera en busca de oportunidades.
“La pregunta es ¿fue iniciativa de los venezolanos? ¿Fue que se aferró el venezolano a decir yo entro porque entro? Entonces, yo creo que en ese aspecto no es culpable del migrante, sino más bien es culpable el sistema”, planteó.
Calvillo insistió en que la comunidad y las instituciones deben replantear la forma en que se dirigen hacia las personas migrantes, dejando de lado la estigmatización y reconociendo la responsabilidad compartida entre México y Estados Unidos en esta crisis.