En Ciudad Juárez, donde los edificios desaparecen sin aviso y los recuerdos se diluyen, el pintor Sergio Sosa ha decidido detener el tiempo con óleo y madera, con el fin de evidenciar que ese edificio fue real, que aquella sí ocurrió y que esas calles, pese a que ahora sean ruinas, alguna vez tuvieron alma.
Con una serie de pinturas al óleo que transforman los paisajes urbanos en archivos vivos y en testimonios contra el olvido, el artista presentará la exposición “Cartown Grafías”, en un evento programado para este sábado 25 de octubre a las 7 de la tarde, en las instalaciones de Biznaga Lab, ubicado en la avenida Vicente Guerrero #1750, en la planta alta.
Durante más de una década, Sosa ha recorrido las calles del centro juarense, tanto de día como de noche, entre luces de neón y fachadas gastadas, recogiendo escenas que pocos miran y que, sin embargo, definen el pulso de la ciudad, señala Ana Infante, curadora de la exposición.

Bares, cantinas, edificios extintos y personajes solitarios aparecen en sus lienzos como fragmentos de una memoria que se niega a desaparecer, cuya perspectiva fue plasmada en 25 piezas que conforman esta exposición.
La curaduría de Ana Infante acompaña este recorrido íntimo, donde cada una de las expuestas propone una forma distinta de mirar lo cotidiano, pues explica que la pintura de Sosa “se convierte en documento, archivo y testimonio”.
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Maderas abandonadas, marcos rotos, objetos hallados son parte esencial del relato: cuerpos urbanos que, como la propia ciudad, han sido desechados, pero aún guardan cicatrices y texturas que narran su historia.
En Cartown Grafías no hay intención de embellecer ni de condenar, pues las obras registran lo que ocurre en silencio: una esquina vacía al amanecer, un letrero a punto de caer, un rostro que se desvanece entre el humo del bar.
De tal manera que, la mirada de Sosa, es la de quien camina con conciencia del privilegio y la fragilidad de habitar una frontera que cambia sin cesar, pero con la urgencia de dejar constancia de que alguna vez ese edificio, calle o suceso existió, agrega la curadora de la exposición.
RESEÑA DE ANA INFANTE
En una ciudad que no tiene memoria, donde los edificios desaparecen sin despedida y las historias se las come el sol, la pintura se vuelve documento, archivo y testimonio.
Para Sergio Sosa, el centro de Ciudad Juárez —ese lugar que habitó desde la infancia, que caminó de día y exploró de noche— es más que un espacio geográfico: es una acumulación de voces, restos, apuestas, heridas y rituales cotidianos que rara vez entran en el relato oficial de la ciudad.
Esta exposición reúne una selección de 25 obras al óleo realizadas durante más de una década, donde cada pincelada actúa como una crónica íntima de lo que el artista vio, escuchó y sintió al transitar por las calles del centro.
Pinturas que emergen desde la caminata y la cantina; desde la observación silenciosa de lo extraordinario en lo ordinario; desde una mirada que, siendo masculina, reconoce su privilegio de habitar libremente la noche.
Las escenas retratadas no buscan idealizar ni denunciar, sino registrar: registrar lo banal, lo efímero, lo que pasa desapercibido y sin embargo construye el alma de una ciudad. Sergio pinta bares, calles, personajes solitarios, edificios desaparecidos y espacios ya extintos, con la certeza de que en Juárez no hay memoria institucional —solo fragmentos flotando en la historia oral, leyendas urbanas, rumores e intuiciones.
Los soportes sobre los que trabaja —maderas abandonadas, marcos rotos, objetos encontrados en derivas— son también parte de esa narrativa: cuerpos urbanos que, al igual que los paisajes que retrata, han sido descartados por su falta de “valor” formal, pero que conservan marcas, texturas y memorias. A veces son hechizos; otras veces, con suerte, son lienzos.
Hay en esta obra una voluntad de archivo, de resistencia frente al olvido. Pero también hay un gesto influido por artistas como Edward Hopper, Rothko o Munch.
Sergio Sosa no busca representar “el centro histórico”, sino lo que él llama “el centro de historicidades”: un territorio atravesado por la contradicción, la violencia, la ternura y la pérdida. En su pintura no hay nostalgia, pero sí urgencia. La urgencia de dejar un rastro: esto fue, esto lo vi, esto lo viví.
Ana Infante







