Pintar un muro puede parecer un acto común en el mundo del arte urbano, pero para Ana Infante fue una revelación y un estilo de vida.
La artista juarense ahora regresa a su ciudad natal con gloria, tras compartir participar en el Primer Encuentro Internacional de Arte Urbano “Generarte”, celebrado a mediados de abril en La Habana, Cuba.
Sin embargo, antes de llegar allí, es necesario preguntarse ¿Quién es Ana Infante?

A sus 33 años, Ana Margarita Infante Hernández cuenta con una trayectoria que está respaldada por una sólida formación artística, pues fue apenas en 2021 cuando comenzó a trabajar en murales.
Ana se había dedicado durante años únicamente a formatos pequeños como pintora de caballete.
“Yo tuve una pareja, el papá de mi hijo, que es muralista; de hecho, fue él quien me mostró este mundo del muralismo”, explicó.
Fue durante un viaje por tres regiones de Estados Unidos, acompañando a su entonces pareja, cuando descubrió su pasión por los murales.
Platicó que desde el momento que realizó su primer mural supo que era a lo que se tenía que dedicar profesionalmente: “Esto tengo que hacer toda mi vida”.
Volviendo al pasado, la base de su trabajo está cimentada en una intensa preparación académica, ya que durante sus veintes Ana se dedicó en cuerpo y alma a estudiar arte.
Primero en el Centro Municipal de las Artes (CMA), donde se especializó en pintura, y posteriormente en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), donde cursó la licenciatura en Teoría y Crítica del Arte.
Más tarde, continuó su formación con una maestría en Arte y Diseño en la misma institución, estudios que, asegura, le han ayudado a conceptualizar su obra y construir su propio lenguaje simbólico.
Fuerza femenina en el muralismo mexicano
Con pinceles llenos de talento y un mensaje de empoderamiento, Ana Infante llevó el arte juarense hasta La Habana, Cuba, al participar en “Generarte”, el Primer Encuentro Internacional de Arte Urbano, el cual marcó un hecho histórico al ser el primer encuentro formal de muralistas internacionales en la isla.
Aunque en años anteriores artistas extranjeros ya habían dejado su huella en murales cubanos, nunca se había organizado una convocatoria de esta magnitud.
La joven artista fue seleccionada entre más de 200 solicitudes enviadas desde distintas partes del mundo, logrando representar al norte de México junto a una artista de Saltillo, acompañadas también de otras cinco muralistas provenientes del centro y sur del país, quienes también formaron parte de la delegación mexicana.

El encuentro, realizado del 7 al 17 de abril, tuvo como eje temático el empoderamiento femenino en el arte urbano y la equidad de género, por lo que, de los 17 artistas internacionales invitados, la mayoría fueron mujeres, pues apenas dos hombres formaron parte del grupo.
En esta primera edición de Generarte participaron representantes de Venezuela, Colombia, Brasil, México y Cuba, a fin de entablar diálogos culturales entre la isla y otros países, así como visibilizar y posicionar a las mujeres muralistas en el espacio público y cuestionar la realidad actual de Latinoamérica.

El evento no se limitó únicamente al muralismo, pues también integró expresiones como el rap, el baile y el graffiti, donde también destacó la presencia de mujeres raperas cubanas, quienes actualmente lideran un movimiento emergente de gran fuerza en la escena artística local.
Además de la creación de murales, las artistas ofrecieron talleres de caligrafía, extendiendo el alcance de su arte más allá de los muros para sembrar inspiración en las nuevas generaciones.
Los sueños atraviesan fronteras
Con un mensaje profundo sobre migración infantil y desarraigo, Ana, durante su participación en el encuentro, se mantuvo fiel a su estilo, donde siempre busca que su obra aborda temas políticos y sociales, presentando una propuesta cargada de simbolismo y empatía hacia los más vulnerables.
Para entablar un diálogo artístico con el contexto cubano, eligió abordar la migración infantil, una realidad en la que los niños, a diferencia de los adultos, no desean abandonar su hogar, sus amigos, su escuela ni su identidad.
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La pieza principal muestra a una niña descalza, como símbolo de vulnerabilidad, parada sobre una balsa de madera, haciendo alusión tanto al naufragio como al desarraigo.
Bajo la balsa, un cúmulo de tierra con raíces refuerza la idea de un naufragio no solo marítimo, sino también terrestre, donde los pequeños quedan a la deriva de las decisiones de sus padres o familiares.
La camiseta de la niña lleva impresa la palabra “Amor” como un mensaje claro de que lo único que un niño puede llevar consigo al cruzar fronteras es su capacidad de amar y de soñar.

Con la frase “A todo aquel que tuvo que ser guiado por sueños de otros”, Ana plantea una crítica poderosa en la que los niños terminan siendo víctimas al estar a la deriva de decisiones ajenas.
Para fortalecer este mensaje, la artista eligió una paleta de colores inspirada en la bandera de Cuba, utilizando gamas de rojos y azules que evocan la identidad cubana y refuerzan el puente entre realidades que, aunque geográficamente separadas, comparten dolores similares, como ocurre actualmente en distintas partes del mundo.
La lucha continúa
Actualmente, Ana trabaja en la creación de un memorial en el Parque Borunda, un proyecto profundamente simbólico donde rinde homenaje a víctimas de desaparición forzada, con la meta de levantar 35 murales, uno por cada persona que forma parte de diferentes colectivos de madres buscadoras
Hasta el momento ya ha logrado completar seis murales, esfuerzo que le ha tomado seis meses de trabajo constante, aunque aún le queda mucho por hacer
Fiel a su espíritu autogestivo, Ana explicó que también busca el financiamiento necesario para continuar el proyecto, tocando puertas, gestionando apoyos y conceptualizando cada obra con el corazón en la mano.

“Creo que tengo una facilidad para conceptualizar mi obra”, comentó, lo que le ha permitido levantar iniciativas propias y avanzar, aun con los retos que implica sostener una labor artística independiente.
Además del memorial, su huella artística se extiende por Ciudad Juárez, pues en la calle Gabino Barreda, en la colonia Bellavista, se encuentra un mural dedicado a la población migrante.
Mientras que, en la Plaza del Mural, su obra celebra el duelo y en el Banco Santander, justo al lado de la casa de Juan Gabriel, otro de sus murales sigue contando historias a quienes pasan frente a él, pues en su lucha diaria trata de no dejar en el olvido a quienes merecen ser recordados.

Aunque el aerosol es común en el arte urbano, ella prefiere una técnica distinta, al trabajar únicamente con acrílicos, un material que domina con confianza mientras sigue explorando nuevas posibilidades.
Su obra no se limita a embellecer espacios, pues ella defiende que su visión es que sus murales sean puentes entre conceptos sociales y el espectador.
A través de cada trazo, busca entablar un diálogo claro sobre temas que atraviesan la frontera, como la migración, la equidad de género, la defensa del territorio y, recientemente, la desaparición forzada.
“Para mí es muy importante no caer en la decoración del espacio público”, afirmó, convencida de que el arte también debe ser una herramienta de conciencia para la comunidad.
Hasta la fecha, Ana ha dejado su huella en nueve murales en Ciudad Juárez y ha logrado llevar su trabajo más allá de las fronteras, con intervenciones en Arkansas, California, Texas y recientemente en Cuba, sumando ya cuatro murales a nivel internacional.
Uno de sus proyectos más significativos fuera del país fue “Virgen Migrante”, una campaña gráfica en favor de la dignidad de las personas migrantes.
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La imagen central era una virgen compuesta por su propia estética, que sostiene en sus manos una botella de agua como símbolo de vida y esperanza, mientras de su figura cuelgan unos tenis, en homenaje a todas aquellas personas que han perecido en el camino de buscar un mejor lugar lejos de su país.
Aunque retoma la estética del arte sacro, la artista aclara que esta obra no tiene connotación religiosa, sino que es más un llamado a la empatía y a la memoria.
“Pero no tiene nada que ver con lo católico, con lo religioso, es más una campaña gráfica en pro de la dignidad de los migrantes, entonces, esta imagen la llevábamos a donde nosotros íbamos”, señaló la joven.
Esta campaña acompañó su recorrido por Estados Unidos, donde la imagen fue plasmada en negocios latinos como tortillerías, restaurantes y talleres comunitarios, caracterizados por ser propiedad de personas migrantes.
Para Ana, el arte debe hablar, conmover y resistir, pues es una de las expresiones más cercanas al sentir humano.
Ana Infante ha convertido su talento en un instrumento de denuncia y memoria, consolidándose como una voz que, a través del arte, exige justicia, celebra la vida y acompaña las luchas de quienes, muchas veces, han sido silenciados.