¿Puedes escuchar el cuchillo antes de que entre en tu cabeza?
Que una feminista sea vocalista de heavy metal no es nada sencillo… Una de mis responsabilidades es dar cuenta, denunciar y visibilizar las situaciones de violencia que viven las mujeres.
Me queda claro que no soy “monedita de oro” y no me interesa caerle bien a todas y todos. Mis reflexiones sobre feminismos y la lucha por el reconocimiento de los derechos de las mujeres empiezan desde que tenía 17 años, cuando camino a la secundaria un sujeto intentó subirme a su carro. Desde ese momento yo decidí que no iba a ser vulnerable a gente así. Me corté el cabello e incluso reconozco que evitaba subir de peso para que no se me reconociera como mujer en la calle.
Una vez ya estando en la escena del metal, en mi amada frontera, me percaté de que el acoso era normalizado de tal forma que llegué a pelearme a golpes y verbalmente con sujetos que me faltaban al respeto, a mí o a otras mujeres.
Ya a mis 21 años había concluido la licenciatura, lo que me abría las posibilidades para reflexionar sobre mi entorno y la situación de mis pares. Era muy notable que existen muchas mujeres talentosas en la ciudad que quieren hacer frente al machismo y la ausencia de políticas culturales en la ciudad.
Cuando decidí cantar heavy metal implicó para mí diseñar todo un plan para la compra de instrumentos musicales, ya que mis compañeros no contaban con equipo básico para formar una banda, además me hice responsable el 99 por ciento de las veces de transportar el equipo a cualquier evento. Al mismo tiempo que me encargaba de esas gestiones, fui siempre quien se encargó de la fotografía y difusión de los eventos, sin que mi trabajo fuera reconocido, cosa que sigo haciendo hasta el día de hoy.
Empecé a tomar clases de canto y solfeo, a través de los talleres de artes y oficios, para mí era complicado estudiar entre semana porque siempre fui responsable de mis gastos, recuerdo que empecé a trabajar a los 17 años en una zapatería ubicada en el Centro de la ciudad.
El contexto de violencia para las mujeres en este periodo era una historia de terror: la desaparición de mujeres, el abandono de cuerpos de jóvenes y mujeres asesinadas estaba a la orden del día, aspecto que permanece hasta la fecha.

En este contexto, me aventuré a pensar en tener una voz en uno de los espacios más androcéntricos en los que participado. Aunque debo agregar que, cuando estudié la maestría, el machismo y el androcentrismo fueron equiparables, nada más que los agresores tienen títulos universitarios y hoy hasta doctorados.
Yo usaba pantalones de soldado de hombre y recuerdo que, siempre que cantaba, la gente comentaba “va a cantar la que canta como vato”. En realidad, esos comentarios, lejos de disgustarme, me daba gusto porque al menos no tenía que enseñar ninguna parte del cuerpo para que me pudieran escuchar.
Conocí a mi pareja también en este espacio y él toca la guitarra. Siempre he identificado que tenemos construcciones de la vida un tanto diferentes, por una parte, para él la celotipia era muy normalizada y apoyada por sus amigos y en mi caso cualquier acto agresivo era censurado por quienes integraban la banda.
En el 2006 tuve la oportunidad de tocar en uno de los bares más reconocidos en el metal en la localidad, de jueves a sábado, cantaba al menos entre 2 y 3 horas en vivo. En ese lugar no tenían aire acondicionado ni extractor de humo, por lo que todo el humo del cigarro iba directo a mis pulmones, los “encargados de estos lugares” nunca le daban importancia a eso, ello se enfocaba en la venta, nunca en la salud o condición de los artistas y siempre había una gran fila de bandas que tocarían, por menos dinero del que tú cobrabas.

En este proceso empiezo a vivir depresión. Había noches en las que no cabía ni un alma en el lugar. A veces había hasta mil personas; seiscientas o quinientas personas y yo me sentía sola. Además, estaba muy cansada por las desveladas.
Reconozco que mi terquedad (o bien disciplina) me llevaron a abrir conciertos muy grandes como Rata Blanca, Luzbel, Ángeles del Infierno, Tim Ripper Owens, Anabantha, Transmetal, entre otras, siempre gratis porque para las bandas “teloneras” es un honor abrir conciertos.
Además de eso, constantemente viví violencia en mis relaciones de pareja, tanto psicológica como física, en una ocasión una de mis parejas me puso un cuchillo en la frente y me aseguró que me mataría, esto producto de un ataque psicótico.
A la par de estos procesos, tanto de violencia como de reestructuración de mi vida, decido que es necesario grabar música original y siempre he considerado que deben existir las políticas culturales que nos permitan hacerlo, ya que para todo lo que tiene que ver con producir y grabar música se requiere dinero.

Para esto, produje “Juaritodos contra la violencia” en el 2007 y después “Transgresiones Femeninas desde el rock” en el 2016, en donde participaron mujeres vocalistas de diferentes géneros de metal y por último “Séptimo Circulo”, disco que contiene 12 canciones del género heavy metal de mi banda Dite Demons.
Hoy escribo para motivar a las niñas y mujeres, para que permanezcan cantando y haciendo música independientemente de las parejas, las y los promotores.
Nada va ser gratis y es mucho trabajo de disciplina para ensayar, escuchar música de diversos géneros de metal todos los días, tener la mente abierta para lo nuevo que las bandas de heavy y power presentan; inversión de dinero en el equipo, ganas y pasión por el género en el metal que elijan.
Tuve que comprar una batería porque también era un problema con los bateristas para que llevaran su equipo a mi casa para los ensayos y gracias a eso, mi hijo de 10 años toca batería desde los 3 años. Espero algún día compartir escenario con él.
En términos de envidias y mala energía me he topado con algunos hombres y mujeres “envidiosones”, desde los que sacan los covers que estoy tocando y que casualmente nadie toca hasta la gente que va a eventos en donde me presento y le habla mal de mí a los músicos.
Lo que yo he aprendido es que no hay nada permanente. Ningún grupo es permanente y la vida, así como las circunstancias son cambiantes.
A mis 18 años podía ensayar durante 6 ó 7 horas, 3 ó 4 días por semana y hoy para mí es suficiente con 30 minutos diarios de ensayo-persona y 3 horas de ensayo general con la banda.
Con estas complicaciones, decido enfocarme en eventos comunitarios y al aire libre, ya que considero que el heavy metal es un aporte a la cultura de la ciudad.

Actualmente estoy vetada de algunos bares y también rechazaron mi ponencia en el Seminario del Heavy Metal organizado por la UACJ, pero nada de eso no me ha impedido dejar de cantar, incluso en un contexto de pandemia, hacemos party-ensayos y mantenemos contacto entre algunas bandas para organizar nuestros eventos de una forma más “underground” en confianza y con personas que sí quieren escucharnos y que nos apoyan difundiendo nuestra música.
Este 2021 organicé uno de los mejores eventos underground en la ciudad de Chihuahua que se llamó “Gates of Hell”, el cual tiene la intención de ser un festival permanente con bandas de black, death y heavy metal.
Larga vida a las mujeres en el heavy metal y mis deseos para ustedes de una vida libre de violencia por razones de género. Espero que mi historia inspire rebeldía y resistencia de las mujeres de todo el país.
Miles de mujeres me inspiran a seguir luchando: las indígenas, las migrantes, las que no tienen hogar, las que viven con discapacidades físicas o mentales, las que defienden causas justas, las que no están porque las asesinaron, las que no están porque las desparecieron. Mi voz representa el grito y la pasión de todas ustedes.