Tú que te quedas en muchas ocasiones desnuda y desnutrida; desvestida, malvestida y descalza.
Tu ropaje carcomido evidencia la falta de cuidados a la que estas constantemente expuesta.
Aunque no digas nada, eres testigo mudo de todas las omisiones que se realizan en tu contra y bajo tu nombre.
Tu longevidad es sinónimo, también, de resiliencia. Pues, sin estar en zona de guerra, ves cómo gran parte de tu armadura se cae a pedazos. Estas carente de infraestructura funcional.
Pero “no te rajas”, como dice un dicho popular.
No es raro caminar entre tus arterias, tu piel de asfalto y ver tus cicatrices o cómo se te cae la piel; pasamos sobre el pavimento dañado y no dices nada.
Solo ves cómo los conductores intentan “torear” los hoyos que se han formado en ti para evitar dañar sus automotores.
Así lloras tú, Ciudad Juárez. Tú que recoges a miles de migrantes en tu espacio, a miles de connacionales y extranjeros por tu calidad humanitaria.
Tu territorio es de gran extensión y tu población también, representas el municipio más grande del estado, pero no se te ha hecho justicia, pues conforme pasan los años y se cambia de gobernantes, ves cómo se escapan los recursos que generas hacia la capital, cual si fuera un pañuelo que se lleva el viento.
Tus hijos nacidos en tierras fronterizas y los adoptados solo se quejan, pero ninguno ha iniciado un movimiento de rebelión para exigir lo que te mereces.
Todo es política dicen… pero hasta los punks y los rebeldes hacen política. Un acto de rebelión contra el sistema también es política, por lo que te hacen falta más hijos combatientes.
Pese a que anteriormente eras conocida como una tierra de feroces, los barbaros del norte, solo se le quedó el nombre, porque tristemente ves cómo se volvieron en un pueblo de agachados, mientras tu sigues perdiendo parte de tu cuerpo sin ser sanado.