Ecuador, un país pequeño y diverso, cautiva por su belleza natural. Sin embargo, en los últimos años, se ha visto envuelto en una compleja realidad marcada por la ambición de poder y riqueza. La clase política, en su afán desmedido, ha puesto en riesgo la estabilidad del país.
Un ejemplo reciente de esta crisis se evidenció en el controversial incidente del 5 de abril de 2024, cuando militares irrumpieron en la embajada de México en Quito para capturar a Jorge Glass.
Las opiniones sobre este hecho se dividen entre quienes lo consideran un criminal que debe cumplir su sentencia y los que lo ven como un perseguido político.
Más allá del caso Glass, lo que preocupa es la gestión del actual gobierno liderado por Daniel Noboa. Empresario nacido en Miami, Noboa se destacó por declarar estado de guerra interno frente a la alta delincuencia.
Esta medida, que en un principio mostró resultados, no ha logrado contener la ola de violencia que azota al país y de cierta forma solo hizo que incrementaran secuestros, extorsiones, fugas de importantes criminales y luego asesinatos.
A esto se suma el aumento del IVA, del gas y la gasolina, lo que ha disparado el desempleo y la pobreza. Otra decisión controvertida, que ha pasado casi desapercibida para muchos grandes medios de comunicación de Ecuador, ha sido la de otorgar concesiones mineras en Cotopaxi.
La persecución a los pobladores de la zona como terroristas, junto al recorte del presupuesto educativo y cultural, completan el panorama de un gobierno ineficaz.
La pregunta que surge es: ¿por qué el pueblo ecuatoriano, que en el pasado ha derrocado presidentes por menos, ahora se limita a expresar su descontento en redes sociales sin salir a protestar?
La respuesta parece estar en la polarización política que vive el país. Los seguidores de Noboa, Lasso y Correa se han convertido en acérrimos defensores de sus líderes, ignorando sus errores y atacando con ferocidad a sus opositores.
Esta obsesión política nubla el juicio de la población, impidiendo un análisis crítico y objetivo de la realidad.
El pueblo ecuatoriano también muestra una tendencia a la nostalgia, aferrándose a políticos, artistas y creadores del pasado, ignorando el talento actual. Esta memoria selectiva limita el desarrollo social, cultural y artístico del país.
Es momento de liberarnos de la desidia y la polarización que nos tiene como pueblo ciego a las manipulaciones de unos pocos que se burlan de nosotros.
Es hora de mirar hacia adelante con esperanza, sin idealizar a líderes ni artistas. Debemos exigir un futuro mejor para Ecuador, uno construido con base en la crítica, el diálogo y la participación activa de una ciudadanía consciente y comprometida.
México siempre ha apoyado a Ecuador en momentos difíciles, y viceversa. No dejemos que el fanatismo y la irresponsabilidad de algunos líderes, quienes luego huyen a Miami u otros lugares del extranjero, nos separen como hermanos.
En este contexto, la esperanza reside en la capacidad del pueblo ecuatoriano para despertar de su letargo y tomar las riendas de su destino.
La unidad, la sensatez y la acción colectiva es lo que necesitamos, aunque veo difícil superar esta crisis, no es imposible en orden de construir un Ecuador más justo, próspero y equitativo.
José Núñez del Arco de la Cuadra
La literatura nos une ayudándonos a mantener momentos en el que podemos compartir nuestros sueños y miedos, creado instantes de felicidad a través de la escritura y la lectura, nunca hay que perder esa pasión.