Tú naciste en Jiménez, Chihuahua, pero hiciste de Ciudad Juárez tu vida entera. Aquí te criaste en el seno de la maquiladora, de la industria que le da de comer al 70 por ciento de los fronterizos.
Cachi, Cachito, Cachito mío, pedazo de cielo que Dios nos dio… parafraseando la canción de cuna popularizada en los setentas. De ahí nace tu apodo, Elpidia García Delgado; A ti, a quien tus allegados llaman de cariño “Cachi”, casi desde 1959.
Estas aquí sentada, en el café “San Ángel”, ataviada con dos pequeñas perlas en los lóbulos de las orejas, una blusa a rayas blancas con azul marino, algunas joyas de bisutería y tu cubrebocas de “Frida Kahlo”, el cual te quitaste para beber una Coca Cola de dieta en un vaso de vidrio.
Al principio, tal vez por pena o tal vez por sosiego, te costó un poquito platicar de tu vida, pero en el transcurso de 40 minutos te soltaste.
Tu voz no es ronca, pero tampoco chillona. Un poco áspera, pero suave, tan sólo se alza cuando protestas por algo que te disgusta. Dices que eres “regañona”, que eres estricta, pero así te hizo la maquila. A la vez, tu actuar es maternal con quienes te relacionas porque te preocupas. Te preocupas como a una madre le preocupa que su hijo se ponga un suéter al salir de casa.
Inspirada en el mundo industrial, un universo no sólo lleno de máquinas y herramientas sino también de pobreza, de la lucha de clases sociales, de explotación, de control y administración, hiciste un parteaguas en la literatura del norte, pues lograste unir la maquila con el arte.
Por necesidad y no por otra cosa, iniciaste la vida laboral en el sector maquilador, debido a la precariedad de tu entorno, es cuando decides contribuir económicamente a tu hogar para ayudar a tu madre.
“Yo no tengo una carrera universitaria. Me formé en la maquiladora, en las empresas para las que trabajé. Me dieron una formación muy amplia en muchos aspectos que tenían que ver con el trabajo, pero aprendí inglés”, dices orgullosa de tus logros de los más de 33 años que laboraste en fábricas de Ciudad Juárez.
Pero el arte corría por tus entrañas. Por influencia de tus hermanos, Marco Antonio y Agustín, también fuiste vocalista de una banda de música latinoamericana, con una voz propia: la protesta. Aunque tu participación fue breve, a tus 16 años sabías que el arte es algo que te interesaba.
“Tenía 15 años cuando empecé a trabajar y tres años después me embaracé y me vi inmersa en una serie de compromisos laborales y familiares, y el trabajo en la maquila”, recuerdas.
Entonces, te olvidaste de tus necesidades espirituales, del arte, de la música y la literatura, pero a pesar de que tu cuerpo estaba en la maquila, tu mente recordaba las lecturas de novelas y cuentos.
Algunas décadas después, tras el despido injustificado en tu último trabajo, nace “Maquilas que matan”. Tu primer proyecto literario, el cual, fue un escape de la realidad, tu catarsis de ese mundo laboral que no te valoraba y que finalmente te abandonó.
Enojada y triste, desilusionada, arrasas con todo ese mundo de la industria en el que habías crecido y atacas con palabras la injusticia laboral. “Sistemas de Baterías”, “IGMex” o “Welspun”, da lo mismo el nombre de la maquila, al final te fallaron.
“Maquilas que matan ya no está activo. Lo fui dejando de lado, pero fue ahí donde empecé a escribir pequeñas historias. Estaba fresco el despido. Escribía algunas opiniones personales sobre la vida en la maquiladora. Me parecía injusta la manera en que los trabajadores eran despedidos”, reclamas.
En este primer acercamiento con la escritura surge “Súper Maquila”, un personaje caricaturesco, una heroína que se enfrenta a las injusticias y salva a los trabajadores de la maquiladora.
Ahora, luego de una evolución como escritora, a través de una voz femenina le expresas amor a tu ciudad, pero también criticas lo que le pasa porque te duele.
“Me duelen mucho las problemáticas que estamos viviendo y considero que como escritores tenemos que dejar constancia de lo que está pasando. Por eso en mis tres libros reflejo problemáticas que nos atañen, no solamente a Juárez, sino a todo el país: El aumento de los feminicidios, extorsiones, acoso sexual y desaparición de personas”, platicas mientras tratas de recordar más temas en que te has enfocado.
En tus cuentos das voz a personajes femeninos, como en “La Singer”, donde la temática principal es una máquina de coser; en “Rivales”, relatas la historia de trabajadoras domésticas mexicanas que cruzan diariamente el puente para laborar en las casas de señoras ricas en Estados Unidos y en “La bailarina del cielo”, les diste voz a las bailarinas exóticas, a las “teiboleras”.
Rompiste la frontera entre las máquinas y el arte con tu escritura, formando un puente, uno que no divide, sino que une, como se unen las familias de Ciudad Juárez y El Paso en la celebración del “Día de Acción de Gracias”.
Recalcas que ser escritor es difícil, pero ser escritora es aun más, aunque ahora para ti es diferente, pues no sería lo mismo escribir si fueras una madre de familia con tres o cuatro hijos.
Explicas que ahora eres “una señora”, te ríes brevemente, ahora estás pensionada, cerca de la jubilación y que tienes el tiempo y el apoyo de una pareja para dedicarte a la escritura.
Y aunque tampoco te consideras única, crees que hay muchas mujeres que escriben, o por lo menos lo intentan, pero quizá no le dedican el tiempo necesario.
Por eso, tu ritual es muy concreto: Dos horas de lectura diaria. También ves una película nueva cada día, todos los días, en compañía de tu cinéfilo esposo Ricardo, quien ha influido e impulsado tu carrera literaria.
Te recetas un buen western o una novela negra, pero cada año no te olvidas de releer Pedro Páramo de Juan Rulfo, tu libro de cabecera. Y de fondo, algo de Led Zeppelin o de Ozzy Osbourne.
Y es que tú todavía “tienes hambre”, pero hambre de literatura, crees que estás en desventaja por empezar tardíamente en la creación y por eso tratas de ponerte al día con todas esas lecturas que no pudiste realizar en tu juventud.
“Desde que me levanto, estoy leyendo o escribiendo o preparando talleres o participando en otras actividades que tienen que ver con la literatura o buscando presentaciones de libros, encuentros literarios”, señalas.
Tienes tres libros publicados en solitario: Ellos saben si soy o no soy, (Ficticia-ICHICULT, 2014), Polvareda, (UACJ, 2015) y El hombre que mató a Dedos Fríos, Lectorum/INBA (Marea Alta), 2018.
También un cuento infantil, La rebelión de las muñecas. Has participado en antologías como Manufractura de sueños, Desierto en Escarlata, Narrativa juarense contemporánea, así como en revistas impresas y digitales.
Sin embargo, para ti no es suficiente; sigues trabajando para crear más. Por eso el próximo año te tomarás un descanso de los talleres de creación que impartes, porque tienes tres proyectos en mente. Uno de ellos, tu próximo libro: “Yo, Maquila”.
“La maquiladora puede tener muchísimas quejas, pero adquirí hábitos muy fuertes de disciplina. Aprendí a formarme metas y objetivos. Medir el trabajo siempre en objetivos. Tengo mis siguientes tres proyectos literarios en los que yo sé que tengo que enfocarme”, manifiestas alegre.
También te enteras que acabas de ser seleccionada por el Sistema Nacional de Creadores de Arte en la categoría de letras narrativas. Una meta más.
Trascurrida casi una hora terminas tu entrevista. Te despides cordialmente. Le pagas al chico del café y te diriges a tu automóvil para seguir con tu rutina del sábado.