Uno de los conceptos más famosos de Sigmund Freud, el Padre del Psicoanálisis, es la llamada “Envidia del pene”.
Esta emoción surgiría al momento en que las niñas descubren los genitales masculinos y, al encontrarse sin un miembro, se sentirán mutiladas o incompletas; esto hará que generen, a lo largo de su crecimiento, una necesidad por obtener uno. Ya sea a través del acto sexual o en la concepción de hijos varones.
Esto viene al caso en una charla casual con una amiga, a quien llamaré Panchita.
Panchita es una mujer muy inteligente, divertida, de una personalidad arrebatada, sin miedo a nada (yo diría), soltera, sin hijos, en sus treintas, una carrera profesional recorrida, algunos reconocimientos.
Panchita me cuenta que se siente frustrada porque no ha logrado adquirir la relevancia profesional por la que tanto se ha esforzado.
Panchita me habla de que ha intentado todo, de que a veces se siente cansada, de que intenta no rendirse, pero siempre hay alguien que logra cosas con las que ella solo ha soñado.
– No me digas, son hombres ¿Verdad?”
Panchita se ríe, me dice que sí, me da un par de nombres. Tipos inteligentes, divertidos, de una personalidad igualmente arrebatada, uno de ellos sin hijos, otro con un par, pero no vive con ellos, ambos con una carrera profesional reconocida.
Básicamente el mismo perfil de ella, pero con una diferencia anatómica: un pene en medio de las piernas.
Panchita se ríe, no de esa forma en la que se reiría una persona antes de decirme “¡Estás loca, feminazi!”, sino de esa forma que nos reímos ante la incredulidad, cuando descubrimos algo que no parecía tan obvio, pero estaba justo en nuestras narices.
–¿De verdad crees que eso influye?
–Obvio –, respondo.
A Panchita se le olvidó que cuando al principio quiso dedicarse a esto que se dedica ahora, muchas personas la denostaron por no dedicarse a algo más “femenino”. También se le olvidó la presión diaria con la que ha estado lidiando todo este tiempo, para casarse, para tener hijos. Un reloj biológico que hace tic- tac en la boca de nuestras familias y círculos sociales.
A Panchita se le olvidó las veces que, en algunas empresas en las que trabajó, fue acosada sexualmente por sus superiores; cosas que suceden todos los días, pero no podemos mencionar abiertamente sin ser juzgadas de exageradas o mentirosas.
Y lo que pasa es que Panchita, al igual que todas las mujeres profesionistas que conozco, han vivido una carrera tan llena de obstáculos que apenas han tenido tiempo de mirar a los lados. Porque en esta sociedad nos han “romantizado” la precariedad laboral y disfrazamos de “esfuerzos maravillosos” las patadas que damos para no hundirnos en el lodazal.
–Entonces ¿Pancracio y Agapito no son buenos?
–Sí, claro –, respondí, – pero es imposible que te midas con ellos.
Sin duda la escalada a lo que llamamos “éxito”, independientemente de nuestras vulnerabilidades y privilegios, requieren de una dotación de talento, ya sea para el área expertise en la que aspiramos destacar o en otras áreas como serían las relaciones intrapersonales o dominio de aptitudes.
No obstante, por nuestra salud mental, es muy necesario que tengamos siempre presente que la carrera no empieza donde mismo para todas las personas, ni contiene las mismas barras de obstáculo.
Ser hombre profesionista te dotará de mayores oportunidades, pues aún hay empresas que no te consideran apta para puestos de jefatura, apelando a que posees un útero y éste querrá ocuparse, sí o sí. En algún momento de la vida, todo mundo sabe que una mujer embarazada no puede hacer nada más que tejer chambritas y alzar los pies para que no se hinchen.
También te dotará de mayores salarios por ser hombre, pues las mujeres profesionistas saben que no cualquier empresa las contratará, por lo que tienden a aceptar salarios menores a fin de hacerse un currículum profesional; algunas otras veces también lo harán por necesidad, pues no hay que olvidar que en 4 de 10 hogares mexicanos la jefa del hogar es una mujer.
No lo digo yo, un análisis de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos, con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), indicó que para el año 2021, la brecha salarial entre géneros en el país era de 12.2 por ciento.
Este mismo organismo indicó que estar casada o en unión libre reduce la probabilidad de que se inserten en el mercado laboral en un 15.24 por ciento, en comparación con quienes tienen otra situación conyugal.
Por otro lado, vivir en hogares con integrantes menores 5 años edad o de menores de 5 a 12 años, reduce la probabilidad en 9.1 por ciento y en 4.9 por ciento, respectivamente, en comparación con aquellos hogares sin integrantes menores de edad.
Entender esto te hace ver cuál es tu lugar en el sistema.
Muchas personas, especialmente mujeres, le temen al feminismo porque temen ubicarse en el contexto de la víctima. Sin embargo, el conocer el sitio desde dónde peleas te brinda la ventaja de saber a qué y a quiénes te enfrentas.
El comprender (un poco) el porqué no se nos ha dado la oportunidad que le han dado a Pancracio o a Agapito, seguro es una bocanada de aliento para seguir a flote y, además, nos hermana al ubicarnos en puestos de poder, para voltear a ver a las Panchitas del mundo cuando tenemos la oportunidad de elegir.
No es envidia del pene, es patriarcado… Y se va a caer. Lloren.