Todos han escuchado hablar de Sandra Ávila Beltrán, apodada “La Reina del Pacífico” o de Emma Coronel, pareja del famoso narcotraficante Joaquín Guzmán Loera, mejor conocido como “El Chapo”, como las figuras femeninas más importantes y referidas en novelas, documentales y archivos periodísticos relacionados a la venta de drogas.
No obstante, en Ciudad Juárez existió una vez una mujer que tomó las riendas del negocio malhabido en esta localidad y, no sólo eso, logró liderar el mercado y establecer nexos de corrupción que la hicieron practicamente intocable.
Ignacia Jasso, alias “La Nacha”, fue una prólifica cabecilla del narco en los años treintas, década en la que su actividad delicitiva inició como una empresa familiar y logró el control de colonias populares y del tráfico de sustancias ilícitas a Estados Unidos.
¿Quién fue el Pablo González o “El Pablote”?
La historia de la Nacha en el mundo del narcotráfico se creó de la mano de su esposo, Pablo González, alias “El Pablote”, quien además hubiera sido considerado en su tiempo el “Rey de la Morfina”.
Este personaje, además de su relevancia en la historia del crimen en la que alguna fue considerada la ciudad más violenta del mundo, ostenta el honor del ser el primer narcotraficante que inspirara una canción del género llamado narcocorridos.
Esta canción se titula cual su mote “El Pablote”, y fue compuesta e interpretada por el artista José Rosales, quien grabó el sencillo en la ciudad de El Paso, Texas en el año de 1931.
Nació en Chihuahua, pero vivió en esta ciudad y en la década de los veintes fue pionero en la venta de sustancias ilícitas, siendo entonces su principal competencia el capo Enrique Fernández.
Aunque fue preso el 22 de marzo de 1926, unos meses más tarde se anunció que tanto él como su esposa estaban en libertad y seguían en el negocio.
Tras un asesinato por el cual fue culpado y luego liberado, González se refugió en El Paso y desde ahí dirigia el negocio, en contuvernio con la Nacha, quien organizaba los envíos desde Ciudad Juárez.
La mancuerna fue tan buena que incluso lograron el control de todo el estado y de otras entidades vecinas como Sonora y Sinaloa.
En ese entonces, otro de los contrarios que operaban en esta localidad, era un narcotraficante de origen chino llamado Sam Ching, cuya célula delictiva se debilitó tras el asesinato de 11 inmigrantes chinos, asesinatos atribuidos a la pareja de “El Pablote y La Nasha”.
Controlaron la heroína, la mariguana y la cocaína, y lo hicieron juntos hasta que «El Pablote» perdió la vida 11 de octubre de 1931 en medio de una pelea en una cantina, haciendo que “La Nacha” heredara la cabeza del negocio.
¿Quién fue Ignacia Jasso alias La Nacha?
Historiadores e investigadores del crimen describen a la Nacha como una mujer de apariencia recatada, robusta que vestía con falda larga y zapatos bajos.
Ni por asomo emulaba el glamour o la sensualidad que, actualmente, derrochan en el imaginario latinoamericano las mujeres del narco.
Para cuando “La Nacha” tenía las riendas del negocio por completo, era ya una red consolidada, temida y muy poderosa.
Todo mundo sabía lo que hacía desde su domicilio ubicado en la calle Degollado, la Policía constantemente detenía a sus principales vendedores, pero no servía de nada, más pronto que eso estaban de nuevo en las calles.
Para su viudez, ya contaba con 4 hijos: Manuel, Natividad, Ignacia y Pabla. Esta última, a su vez, parió a Héctor González alias “El Árabe”, uno de los máximos distribuidores de droga en los años sesentas.
El negocio continuó creciendo y redituando aún en la década de los cuarentas y más en Estados Unidos hasta que fue detectado por Harry J. Anslinger, el director de la Oficina Federal de Narcóticos.
Este último, en el año de 1942, le hubiera puesto una trampa a su banda, de manera tal que exigían a México la detención y extradición de “La Nacha”, aunque esto jamás ocurrió.
Con apoyo de influencias y sin flaquear jamás, “La Nacha” vivió el resto de sus días hasta la década de los sesentas, en libertad y sin mayores problemas legales.
Heredó su negocio a su nieto “El Árabe”, quien moriría en un accidente automovilístico sin tener oportunidad de tener hijos y muriéndo con él la dinastía familiar narcotráficante más poderosa que ha tenido esta localidad.