Era una tarde de verano de 1997 cuando Gilberto Ortega, un hombre de 27 años, circulaba por el sureste de Chihuahua Capital, a bordo de su Ford LTD, negro.
Repentinamente una imagen capturó su atención por completo y, es que pudo observar por primera vez, a Jaime Espinoza Estrada, un niño de 11 años que se encontraba en ese momento trabajando, entregando propaganda política de las brigadas del Partido Acción Nacional (PAN).
De 1.90 de estatura, ojos azules, complexión atlética, Gilberto tenía apenas unas semanas de haber renunciado a su cargo como policía en el municipio Belisario Domínguez, pero algo dentro de él se generó espontáneamente. Una vez frente al pequeño Jaime aquella tarde, no dudo en después o casi de inmediato, agregarse a las filas del PAN.
Incluso llegó a las oficinas de campaña de José Mario Rodríguez, un político que en ese verano de junio de 1997 buscaba convertirse en diputado federal por el Sexto Distrito Electoral de Chihuahua. Tiempo después, su reputación hubiera sido un lastre para el candidato.
Apenas unos días después de su ingreso, un 21 de junio, el barrendero del edificio en donde se encontraba el partido atestiguó cómo Gilberto y Jaime se fueron juntos en el auto.
Momentos después, el joven brigadista, quien además vendía chicles y repartía periódico para ayudar a su familia, fue atado por Gilberto de manos y pies. Sus manos a un árbol y sus pies a la defensa de su Ford, para después arrancar el motor y ver el cuerpo del niño explotando ante la presión física del estiramiento.
Horas después su padre le preguntó a Gilberto por él, pero mintió. Es más se sumó a la búsqueda del niño.
Pero nadie supo nada de él hasta meses después, cuando Gilberto fue aprehendido por otro asesinato. Esta vez de un niño de 13 años, su vecino Adán Durán Leos, de quien trató de abusar sexualmente y, sin embargo, al no conseguirlo, simplemente le disparó en la cabeza.
Su detención se dio solo 40 días después de haberle arrebatado la vida a Adán. Una vez comprobados sus delitos fue sentenciado a una pena conjunta de 75 años el 9 de julio de 1998.
Luego, el 29 de julio, fue transferido al penal de máxima seguridad de Puente Grande, en Jalisco y después al Cefereso de Ayala, en Morelos. El 25 de noviembre del 2003 regresó al penal de Chihuahua.
Pese a todo, no fue la juventud de las víctimas ni la crueldad de los asesinatos lo que generó el mayor horror entre la gente por los crímenes de “La Tota”, como después le llamarían en prisión, sino el hecho de que él mismo describiría que le gustaba comer partes de las vísceras de las personas que mataba y que estas cosas eran idea de su amigo “Joel”.
Pero Joel no era una persona, era un amigo imaginario que vivía en su mente desde que el tenía 4 años de edad y que nunca se fue de su lado hasta que fue detenido y medicado por esquizofrenia.
El también llamado “El caníbal de Chihuahua” o “El Come Niños” confesó haber matado a al menos 30 menores de edad, pero no hubo pruebas de ello.
Problemas psicológicos
Durante su confesión frente a la autoridades, “La Tota” dibujaba los cadáveres de sus víctimas con ayuda de papel y lapíz.
Los detalles acerca de las heridas y cortes que les produjo hubieran sido igual de tétricos aun sin la sangre que añadió a modo de pintura, luego de morderse sus propios dedos.
Actualmente Gilberto se encuentra al interior un penal de alta seguridad en el Estado de Morelos, y mientras tanto, a principios de este 2021, se le inculpó del asesinato de una mujer en 1995, que se encontraba dormida en un automóvil, en el estacionamiento de una gasera, en donde Gilberto la vio y atacó.
Dentro del penal, “La Tota” diría que cada año daría a conocer donde se encuentraban los restos de sus otras víctimas, hablando de tres casos cada año. Sin embargo, nunca se ha dado a conocer sí esto pasó.
En el libro “La psicopatología del homicidio”, del autor Pedro Alfredo Velazco, se explica que Gilberto sufre de esquizofrenia paranoide y esto mismo es lo que le impide sentir dolor, pena o culpa por sus víctimas, además de que le produce aluscionaciones.
En este documento se explica que jamás ha mostrado agresividad estando preso, al que le gusta pasar tiempo viendo televisión o leyendo literatura policíaca. En el libro también estan escritos algunos diálogos que se transcriben a continuación:
-Leí una declaración tuya, en la que dices que devoraste algo de…
-¿sus órganos?
-Sí
-Sí. Lo que pasa es que yo miré una película hace mucho tiempo y decidí pues, ponerlo en práctica. Y me gustó la idea y pues me gustó
-¿Desde el primero de los niños?
-No, no. Como con unos 20, que fue a los que yo me comí.
-Qué película fue
-El silencio de los Inocentes
-En qué año la viste
-En 1988
-Cometer los asesinatos ¿fue un acto espontáneo o algo planeado?
-No, prácticamente a mí, mi amigo, es quien me ordena ejecutar a las personas
-¿Quién?, perdón
-Un amigo
-¿Cómo se llama?
-Joel
-¿Desde cuándo existe Joel?
-Desde que tengo cuatro años de edad
-Y ¿siempre es agresivo Joel?
-Bueno, en ciertas ocasiones.