Con un alegre “buenos días” en marcado acento centroamericano nos reciben dos hombres jóvenes sentados entre mochilas a las afueras del Centro de Día para Migrantes “Jesús Torres” en la colonia las Julietas de Torreón, Coahuila.
Adentro, el ajetreo es incesante, el personal corre de arriba abajo como queriendo multiplicarse para poder abarcar más tareas al mismo tiempo.
Al fondo, en una larga mesa enmarcada por una pared en la que banderas de países como Guatemala, Colombia, Ecuador, Venezuela, El Salvador, Nicaragua, Chile, Haití, Perú y Camerún le hacen compañía a la del nuestro, un par de migrantes se alimentan con buen ánimo; del baño salen varios más con sus cabellos aún húmedos; otros intentan mejorar el estado de sus pies, propensos a la formación de hongos debido a que rara vez tienen oportunidad de esperar a que sequen completamente tras cruzar ríos o territorios lluviosos.
“Llegan más que nada cansados, con necesidad asistencial, con hambre, con ganas de bañarse, con sus pies bien mal, todos húmedos, cortados entre los dedos, muchos de ellos llegan golpeados por que se bajan del tren, algunos mutilados, enfermos, con gripa”, cuenta Concepción Martínez, coordinadora del Centro de Día para Migrantes “Jesús Torres”.
En la ropería, donde reina el orden a pesar del ajetreo constante, algunos más eligen entre las prendas perfectamente acomodadas y segmentadas por tallas y géneros la ropa y el calzado que los acompañarán durante el resto de su viaje. La consigna que los guía es encontrar lo más cómodo y abrigador posible, pues si bien esta mañana otoñal de octubre en Torreón no es muy fría, saben que se aproxima el invierno y que es más crudo allá al norte, a donde van.
En promedio, al Centro de Día para Migrantes “Jesús Torres” en la colonia las Julietas de Torreón, Coahuila llegan diariamente de 60 a 70 personas, con picos que han alcanzado la cifra de 140. Se trata de gente de distintas edades, géneros y nacionalidades que ha tenido que dejar atrás a su familia y su país con la esperanza de una vida digna.
Una travesía ‘sobrenatural’
Carolina Sevilla, originaria de Portuguesa, Venezuela, es una de las miles de migrantes que año con año atraviesan nuestro país en busca de una mejor calidad de vida. Con sólo 19 años de edad, dejó su hogar y familia a mediados de 2023 en busca de una mejor calidad de vida.
“Si había trabajo, pero no te alcanzaba para comprar la comida o, en mi caso, que quería estudiar, no podía pagar matrículas ni nada por el estilo”, nos compartió la joven venezolana sobre las razones por las razones que la orillaron a decirle adiós a su país.
Antes de llegar a México, Carol, como la llaman sus allegados, cruzó Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala.
“Fue una travesía muy, ¿cómo decirlo?, ‘sobrenatural’ para mí, porque nunca había salido de mi país; empezando por la selva, que fue en la región del Darién, nos agarró el tiempo de lluvia y aparte de que los ríos crecieron, estábamos en riesgo de llegarnos a ahogar o cualquier cosa así. Dos días antes de poder llegar al campamento donde íbamos a trasladarnos, fuera de Panamá, nos quedamos sin nada de comida y eso aguantar hasta que lográramos cruzar”, relató Carol.
La selva del Darién, también conocida como el tapón del Darién, es un terreno de cinco mil kilómetros cuadrados de bosques tropicales, montañas escarpadas y ríos que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha catalogado como una ruta extremadamente peligrosa, ya que las personas en el trayecto se enfrentan a situaciones que ponen su integridad en riesgo, como robos, asesinatos, violencia basada en género, separación de familias, a veces minas terrestres, reclutamiento, esclavitud, muerte a causa de agotamiento, enfermedades, ataques de animales salvajes y ahogamiento.
Tras sobrevivir al Darién, Carol siguió su travesía de país en país hasta llegar al último escalón: México. Entró junto a otros migrantes por la Ciudad Fronteriza de Tapachula y avanzó hasta llegar a Torreón, donde ella y su familia se asentaron mientras esperan una cita para solicitar el permiso de permanencia temporal en Estados Unidos, ya que decidieron no cruzar ilegalmente a los Estados Unidos.
Mientras tanto se gana el sustento como cajera en un negocio local: “Estamos esperando la cita para cruzar al otro lado, pero ya sería legalmente… Pero la verdad yo no tengo apuro en que salga, la verdad estoy muy cómoda aquí. O sea, estoy con la familia, tengo trabajo, las personas del trabajo también son muy chéveres conmigo y estoy muy a gusto”, contó Carol.
Torreón no suele ser un punto planeado en el camino de los migrantes, muchos de ellos llegan por error, después de ‘treparse’ al tren equivocado, explica Fer de la Vara, coautor del libro de crónicas sobre migrantes Ruta de paso (IMCE, 2019).
Estar conectada por el ferrocarril con otras ciudades importantes para la travesía migrante, como Monterrey, Piedras Negras y Ciudad Juárez, es lo que convierte a Torreón en un lugar de paso en el que, gracias al sentido humanista de algunos ciudadanos, los migrantes pueden descansar un poco, alimentarse y prepararse para retomar su viaje.
Nace el Centro de Día ‘Jesús Torres’
Preocupado al ver las condiciones en las que llegaban las personas a las vías del tren en Torreón a principios del 2000, Jesús Torres, laico de la parroquia jesuita San Judas Tadeo, buscó una manera de ayudarlos.
Comenzó brindándoles agua y alimento, incluso los llevaba a la iglesia o a su propia casa para que cubrieran sus necesidades más apremiantes. Al percatarse de que la cantidad de migrantes que llegaba a las vías iba en aumento, organizó a los ministerios de la parroquia para trabajar en conjunto y poder apoyar a un mayor número de personas.
Al poco tiempo decidió rentar una pequeña casa cerca de las vías para que los migrantes, además de recibir agua y comida, pudieran hacer uso de un baño y tuvieran un lugar de resguardo donde descansar (aunque era en el piso, puesto que no contaba con camas).
Los esfuerzos conjuntos de Jesús Torres y la gente que se sumó a su iniciativa, así como de instituciones como las parroquias de San Judas Tadeo y Santa Cecilia, la Ibero Torreón y la asociación Unidos por la Laguna dieron como resultado el nacimiento del Centro de Día para Migrantes “Jesús Torres”.
El proyecto recibió recursos de Acción Episcopal Adveniat, (organización de ayuda de los católicos en Alemania al servicio de todas las personas en América Latina y el Caribe) con los que se adquirió el terreno en la colonia Las Julietas para comenzar finalmente la construcción del centro en el año 2011.
Desde entonces es atendido por las mismas comunidades eclesiales y se ha sostenido durante más de una década de donaciones y de la labor social de voluntarios.
Debido al aumento de migrantes, el centro tuvo que ampliar su cocina y construir dormitorios, asimismo ha ido añadiendo más servicios.
Apoyo de paso
En el Centro de Día, los migrantes pueden recibir una muda completa de ropa, cobijas, mochilas, medicina, artículos de uso personal (como cepillo de dientes, pasta, desodorante, champú, jabón, rastrillo, etc.) y se les prestan toallas y sandalias para bañarse.
También tienen acceso a internet y una llamada gratuita para que se comuniquen con sus familiares, ya que muchos viajan sin teléfonos celulares, a otros se los roban en el camino o no cuentan con un chip o saldo.
Para apoyarles en su viaje se les entrega un kit, hay cuatro tipos: el de adulto hombre, de dama, de niño y de bebé.
Cabe destacar que todo el trabajo del centro se realiza mayormente con apoyo de la ciudadanía y muy poca participación gubernamental.
“Es casi indiferente, o sea tenemos poquito tiempo que vienen y nos traen alguna donación, casi siempre por parte del DIF estatal, pero no es una donación constante ni permanente, no podemos decir: ‘no nos preocupamos por huevo porque nos lo trae el DIF’, no, es esporádico todo es de la sociedad civil”, puntualiza Concepción Martínez.
Recientemente el Centro “Jesús Torres” comenzó a brindar el servicio de transporte, gracias a un benefactor; un camión realiza viajes de tres kilómetros de distancia entre las vías del tren y el centro para reducir el agotamiento de los migrantes, evitar la deshidratación en tiempos de calor y el índice de enfermedades bronco respiratorias en temporada invernal, y sobre todo, para velar por su seguridad.
El Centro de Día para Migrantes cuenta con un equipo base de cinco personas, en su mayoría mujeres: María Concepción Martínez; coordinadora operativa; la hermana Paty, encargada de cocina, Rosita, quien recibe a los migrantes y les explica el funcionamiento y reglamento del centro; Jorge, a cargo de la ropería y la supervisión del uso y cuidado de las instalaciones; y la tanatóloga Elena Rodríguez.
Además de ofrecer apoyo emocional a las personas que sufren alguna pérdida durante el viaje, la tanatóloga se encarga de subir información estadística a la Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes (REDODEM), compuesta por 24 albergues, casas para migrantes y organizaciones de 14 entidades de la República Mexicana, cuya plataforma permite registrar los flujos y el perfil del migrante desde que entran al país y a lo largo de este.
También colaboran regularmente Samuel Lozano de los Santos; director del centro y sacerdote de la parroquia de San Judas Tadeo, que por sus ocupaciones eclesiásticas no puede asistir diariamente a las instalaciones; Lalo, asesor espiritual y padre de la parroquia de San Judas Tadeo.
Los asuntos jurídicos y legales son atendidos por dos abogadas; una financiada por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que representa a la persona ante cualquier problema con el Instituto Nacional de Migración, además de orientar y acompañar a quienes quieran iniciar sus trámites de refugio en Torreón; la otra abogada, del Centro de Derechos Humanos Juan Geradi, se encarga de representar y defender a los migrantes si sus derechos han sido violentados.
Una doctora, un grupo de pediatras para brindar atención médica y una dentista completan el equipo de colaboradores mediante los que el Centro “Jesús Torres” asiste a los migrantes.
“No les podemos arreglar la vida, pero sí les hacemos el día”, dice Concepción Martínez tras resaltar los valores de servicio y humanismo bajo los que se rige el personal.
‘Aunque sea por unas horas’
No hace falta que alguien lo mencione para notar que el objetivo primordial para el centro es cuidar la dignidad del migrante, seguramente ultrajada en múltiples ocasiones durante su trayecto.
De acuerdo con la coordinadora, Concepción Martínez, no sólo es otorgarles ropa interior, es darle los boxers que los hace sentir cómodos, no es sólo dejarlos que se alimenten y usen el baño, es darles a los niños la oportunidad de ser niños, coloreando dibujos que colgarán en el refrigerador; es brindarles un espacio donde se despreocupan del exterior, aunque sea sólo por unas horas.

A su paso por el Centro de Día, los migrantes pueden reencontrarse con su fe al escuchar la misa que el padre Lalo oficia cada jueves, incluso conocer algunas de nuestras costumbres y probar platillos típicos. En octubre pasado, por ejemplo, conocieron la festividad de San Judas Tadeo y probaron la tradicional reliquia que un benefactor llevó.
“Este es un lugar de protección y ayuda al migrante, entonces, para nosotros lo primero es su seguridad, su tranquilidad y su privacidad”, afirmó Concepción Martínez.
La institución ha enfrentado dificultades con policías estatales y locales, por lo que el Centro aplicó en la Secretaría de Gobernación para ser resguardados por el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas.
“A este centro, por protección de leyes nacionales e internacionales, no puede entrar ninguna autoridad aquí y mucho menos a buscar a un migrante para llevárselo, nos protege en un perímetro de 50 metros a la redonda, no puede ninguna autoridad hacer uso de la fuerza”, aseguró.
El centro ha tomado medidas de seguridad como enrejado, videoportero, mantener la puerta de la entrada siempre cerrada, y contar con botones de pánico o de emergencia. Si aún así las autoridades llegan a violentar su esfera jurídica o si el migrante sufre alguna agresión por los habitantes locales como asaltos, que suele ser bastante común, las abogadas entran en acción.
No obstante, entre diciembre y enero, el Centro de Día para Migrantes reportó ante medios de comunicación una cacería por parte de autoridades estatales y federales, pues las corporaciones han hecho rondines a los alrededores e incluso interceptaron el vehículo en que trasladan a los migrantes.
Concepción Martínez es testigo de la situación en que llegan los migrantes, misma que permite apenas intuir el duro viaje que viven.
Esas condiciones que se repiten en cada ciudad que conforma la ruta de paso de los migrantes aumenta la preocupación de algunos ciudadanos y organizaciones civiles, y sigue encendiendo las alarmas de las organizaciones internacionales sobre la calidad de vida de los migrantes, la falta de protección y salud que enfrentan.
Algunos expertos independientes de la ONU han manifestado esta preocupación ante los sucesos presentes en contra de los derechos de los migrantes a través de cartas dirigidas para los gobiernos de Guatemala, Honduras, México y Estados Unidos, solicitando que respeten el derecho internacional y a que se ejerza una libertad y seguridad a través de atención médica, agua, saneamiento y alimentación.
“Es así que los Estados tienen el poder de tomar medidas necesarias para garantizar que los derechos humanos de los migrantes que viajan en caravanas sean totalmente protegidos”, se lee en un comunicado de la ONU emitido en 2018.
Por su parte, los responsables del Centro de Día para Migrantes “Jesús Torres” se encuentran en constante capacitación a través de talleres y reuniones anuales organizadas por diócesis y organizaciones que también son defensoras de los derechos humanos. En esos encuentros que reúne activistas de todo el país aprenden de múltiples temas relacionados con la migración, desde políticas migratorias y públicas hasta autocuidado, lo que les permite orientar a los migrantes sobre cómo actuar ante distintas situaciones, por ejemplo en cuanto a opciones para cruzar la frontera entre México y Estados Unidos de manera más rápida y con mayor facilidad.
El futuro del Centro de Día para Migrantes
A pesar del esfuerzo del personal, voluntarios y ciudadanos que apoyan con sus donativos, el Centro de Día “Jesús Torres” no se da abasto, pues el incremento de migrantes es cada vez mayor y el horario diurno limita la ayuda que se les puede dar, por lo cual ya se piensa en alternativas.
“El plan a futuro primero es ampliar el horario ya formalmente hasta las seis o siete de la tarde y seguido de eso, convertirnos en albergue”, dijo Concepción Martínez.
Añadió que si bien cuentan con dormitorios y algunas camas, se necesitan más voluntarios comprometidos para poder brindar atención más tarde.
Por último, recordó que como dice el lema del Centro de Día “todos somos migrantes”, de modo que hizo un llamado a la ciudadanía para que se sensibilice y apoye a quienes están de paso.
“Que no juzguen y estigmaticen al migrante porque realmente es una persona como cualquiera, buscando una mejor oportunidad, buscando mejorar su estilo de vida para él y para su familia, entonces, que en vez de juzgar o criticar, se sientan empáticos para que les den una botella de agua, una chamarra, unas galletas, los orienten donde están los centros como este para que ellos se acerquen y tengan el servicio que necesitan”, exhortó Concepción Martínez.
Esta crónica fue producida por alumnos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Coahuila, como trabajo final de la primera edición del curso «Narrativas contra el poder. Plan de entrenamiento para aspirantes a periodistas», creado por Plaza Pública como parte del proyecto por el que recibió la beca Subvención para organizaciones del Border Hub (2022-2023).