La conexión cultural se hace presente en la frontera juarense, desde el Centro de la CDMX hasta las orillas del Río Bravo se asoma la lengua mazahua a través de la familia García, que llevan radicando 40 años en estas tierras desérticas donde ya se han establecido.
En las tierras artesanas de Santiago Coachochitlán, en el corazón del Estado De México, nació Fidel García, un hijo del suelo arcilloso que recuerda con amor y nostalgia las tradiciones de su pueblo natal.
Santiago Coachochitlán, un lugar donde el barro cobra vida en las manos hábiles de sus pobladores y sus artesanías hechas con pasión como la maceta, los jarros y hasta las cazuelas, objetos que narran la historia de ese lugar.
“También tenemos cultura gastronómica. La barbacoa y el mole… Nosotros hacemos nuestros guisos en barro, eso es esencial para nuestras comidas”, platicó el hombre.
Fidel García, a lado de su esposa y en compañía de su descendencia, tiene su negocio en el Parque Central, donde venden aguas frescas preparadas con el toque familiar que les da su historia y tradición.
Desde sus abuelos, hasta sus padres fueron que los que le enseñaron a Fidel García hablar su lengua materna Mazahua, de la cual se siente orgulloso, al igual, poder vestir la vestimenta típica de su región.
“Desde niños nos inculcaron nuestra lengua … Mis hijos no la hablan, se ha perdido. Mis hijos ya perdieron el dialecto y, desgraciadamente, el racismo, cuando yo era joven aquí se me insultaba en la forma de decirme ‘indio’ en la escuela. Siempre nos señalaban: ‘tú eres un indio”, contó.
Expuso que se arrepiente de no haberle enseñado a sus hijos la lengua mazahua, pero nunca es tarde para hacerlo, aunque sus hijos ya estén grandes, él intenta que mejorar la relación con su cultura y su lengua.
Además que espera que se sientan orgullosos de los orígenes de su padre.
“Darles el valor de tener un dialecto que nadie más va a tener. Mis hijos sí lo entienden, es decirles que no se avergüencen, al contrario, si les dicen ‘tu papá es un indio’ que se sientan orgullosos de mi origen. A veces ellos me dicen ‘yo quisiera aprender tu dialecto”, mencionó.
Fidel lleva 10 años vendiendo aguas frescas y algo que las ha caracterizado es la crema que les pone, además de que los ingredientes que son naturales.
Algunos de los sabores que ofrece son el pistache, la horchata, la avena y la nuez, entre otros.
A pesar de llevar cuatro décadas alejado de su pueblo natal, él todavía no se olvida de sus orígenes.
Recuerda que salió de ahí en búsqueda de mejores oportunidades laborales, aún así, sigue manteniendo viva su lengua mazahua, en el que ha participado en los eventos culturales de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), al igual que otros eventos en el Parque Central.
Fidel es un ejemplo de la cultura mexicana y demuestra que nunca es tarde para reconectar con las tradiciones que se van perdiendo con el tiempo.