Qué razón tenía mi compadre cuando decía que “el hambre siempre se junta con las ganas de comer”, y es que estos tiempos electorales permiten conocer lo peor de las personas, partidos políticos y sociedad en general.
¿Soy el único ciudadano harto de estos juegos del hambre llamados campañas electorales? ¡ay caramba!
Por un lado, una incipiente oposición ¿Quién diría que los partidos de mayor trayectoria en el país y además de diversas corrientes ideológicas tendrían un día que unir fuerzas contra un adefesio que no es más que la mezcla de todos ellos, pero con mayor fuerza?
Las mismas prácticas, las mismas artimañas en distintos tiempos, al final es la misma clase política burlándose de la ciudadanía, pero defendida por intelectuales de 3 pesos que dan la batalla en redes sociales por defender a los impresentables.
En mi niñez, mis nociones de política fueron influenciadas por mi padre, un hombre profundamente priísta (como la mayoría en su tiempo) que alegaba que gracias a ese partido México había tenido paz y estabilidad, aunque nunca me habló de la matanza de estudiantes de 1968, por ejemplo. De eso tuve que enterarme quizás hasta que con mucho esfuerzo logré llegar a la universidad.
En esos tiempos se decía que el sistema político se dividía en centro, izquierda y derecha, representados en México por el PRI, PRD y PAN, respectivamente.
Cómo una persona de la población LBGT+ que al vivir no solo en mi seno familiar sino mi entorno social en general fui testigo de violencias y violaciones a derechos humanos, crecí creyendo que la izquierda era una alternativa loable, aquellos que comenzaron a hablar de los derechos
de las mujeres, de las diversidades sexuales.
Con el tiempo han ido surgido disque propuestas ciudadanas, puros buitres que vienen a buscar recursos del erario o son partidos satélites de otros.
Por otra parte, me tocó vivir el tiempo de la llamada alternancia, aquella llegada de otro partido, que siempre se me dijo era movida por la comunidad empresarial, aquellos ligados principalmente a la iglesia católica, aquella que abiertamente podemos denominar “antiderechos” porque hasta lo que no comen les hace daño ¿ O más bien se les antoja?
Aquella opción política que brindaba esperanza trajo consigo a un Vicente Fox que llamó
a las mujeres “lavadoras de dos patas”.
Luego a un tipo frustrado que por no jugar de niño con los soldaditos, trajo consigo un periodo sumamente sangriento para Ciudad Juárez.
Nadie, absolutamente nadie en esta ciudad puede recordar con cariño a Felipe Calderón, todos
perdimos algo durante su sexenio, familiares, negocios, empleos, pero sobre todo los
jóvenes perdieron su libertad.
De pronto surgió un tabasqueño que hablando de complots fue ganando adeptos, y es
que al país aún le causaba inquietud recordar la posibilidad de aquel fraude en 1988 que
le dio la victoria a Carlos Salinas.
Andrés Manuel luchó por años para llegar a la presidencia de la República, envolviendo a la población mexicana con su lema de “primero los pobres” y es que ¿Quién en su sano juicio pensaría que esto no debe ser de esa manera?
Aquí el asunto es cuando como movimiento, el partido fundado por AMLO pierde la
capacidad de autocrítica, de hacer a un lado a sus fundadores y abrir las puertas a los y
las impresentables.
Es así como personas de cepa panista como Cruz Pérez Cuéllar y Javier Corral no solo se han sumado a sus filas, sino que son protegidos por las cúpulas partidarias y, por ende, las capas medias de la intelectualidad se han encargado de ideologizar al ciudadano común, enseñando que debe aplaudirse al cajero automático por darnos nuestro dinero.
En ese tenor, tenemos por ejemplo las recientes alianzas del presidente municipal con
licencia y candidato Cruz Pérez Cuéllar, realizando alianzas con las sobras del PES y
algunos descarados priístas.
Así como de su entusiasta amistad con Matías Prieto Torres quien dirige la asociación Civil Unión Nacional de Transportistas del Cambio, uno de los responsables de la mafia del transporte público, que tiene a esta ciudad en las deplorables condiciones de movilidad en complicidad con los gobiernos estatales blanquiazules.
Y es que la guerra del “pan y circo” está bien canija, por un lado, María Eugenia Campos
oportunamente dando seguimiento al proyecto del BRT-2, trayendo a Chistrian Nodal este
viernes 31 de mayo para la conmemoración del bicentenario del Estado de Chihuahua.
Mientras Pérez Cuéllar por 3 años consecutivos realizó eventos celebrando la Batalla de
Puebla trayendo a artistas como Tigres del Norte, La Arrolladora y, este año, a Virlán
García, Espinoza Paz y Ana Bárbara.
Pero también el alcalde con licencia, para su cierre de campaña trajo al cantante Remmy
Valenzuela, ha hecho videos dando entender que traerá a Julión Álvarez y con lujo de osadía asistió a la presentación de una app móvil del Museo Juan Gabriel, que se ha dicho abrirá sus puertas en agosto, siendo éste uno de sus actos de posibles desvíos de recursos más descarado como he denunciado previamente.
En resumidas cuentas, me parece alarmante como el escenario político es poco alentador, no solo para las juventudes sino para la ciudadanía en general, con una izquierda que se ha vuelto tan mala opción que parece de derecha y en la desesperanza las personas informadas ya no sabemos cuál es la opción “menos peor”.
Básicamente puedo ver un partido de centro riéndose de nosotros en la cara, porque, aunque cambie de color, las malas mañas políticas y electoreras se quedaron impregnadas.
Y es así como vemos irónicamente reunidos en un espacio público hondearse banderas del PRI, PRD y PAN, aquellos enemigos férreos de antaño, mientras que por el otro lado vemos a un panista vestido de guinda sumando a las escorias de los otros partidos y con las típicas acciones del antiguo PRI, aquel clásico acarreo de servidores públicos y gente de las colonias vulnerables, bajo amenazas de perder sus trabajos y apoyos sociales, mientras que también envía amenazas a periodistas, defensores de derechos humanos y ciudadanía que vamos exhibiendo su ponzoña.