Administrar la desesperanza
En un mundo bizarro, a punto de estallar en guerras mundiales, si no es que ya, para simular una paz inexistente, los países llevan al cabo una ceremonia colectiva legal, justificada en alguna carta magna (constituciones, por ejemplo) para realizar algún tipo de elecciones (sic) aunque tal vez sin legitimidad popular, pero manteniendo el “orden” y evitar, de ser posible, golpes de Estado.
El caso es, administrar el discurso de la esperanza para desalentar la esperanza; despolitizar; gobernar con miedo o con engaños.
Democracia electoral
Las elecciones es el modo más común de representar una democracia, sea en el capitalismo o en el socialismo y son la representación simbólica de la estabilidad de un país: que haya elecciones “libres”.
Eso no ha evitado guerras entre países y dentro de los países, a pesar de organismos como la ONU y otras instituciones internacionales que pudieran hacer gala de la diplomacia y/o la resolución de conflictos por vías pacíficas.
La democracia electoral es corta para cuestiones de evitar la llegada de políticos extremistas, pero polémicos, más o menos fascistas, como Donald Trump o Milei. Este tipo de democracias se devoran a sí mismas en los intereses de las oligarquías (democracia dirigida) apoyando la desunión social más que la socialización.
Votar o no votar
En la lógica de hacer lo correcto, mucha gente escoge votar, asumir una actitud cívica aceptada y sostenida en el deber de elegir de una oferta limitada de opciones (cuando las hay) los destinos de una nación, un estado, una ciudad, un municipio, etcétera.
Es la ilusión de dejar las riendas de un destino a un(a) depositario(a) digno representante de especie humana en inteligencia, valor, ética; que no se equivoca, que jamás llora, siempre sonriente en campaña.
Mucha gente vota por la persona, otras por el partido, alguien más vota cruzado y hay hasta quien anula o vota en blanco. Pero hay gente que por desinterés, enajenación, ignorancia o valemadrismo, se une a la gente inconforme, rebelde, que no se siente representada por ningún partido o candidato(a).
Sociedad anónima
La sociedad anónima se manifiesta electoralmente por su ausencia: al fenómeno se le llama abstencionismo y ocurre en aquellas naciones donde el votar es un derecho y no un deber (obligación).
La despolitización social y el analfabetismo político se conjugan para una sociedad de masas diseñada para consumir y no tanto pensar, mucho menos actuar. Es una enajenación moderna que consiste en aislar al ciudadano(a) individualizando sus intereses.
No todas las naciones ni todos los sistemas electorales son cien por ciento democráticos, pero se apuesta por la representación más que por la participación social.
En Irán (una teocracia) hay elecciones presidenciales, en Cuba (un país socialista) hay elecciones; en Estados Unidos, las corporaciones tienen derechos y pueden donar ilimitadamente al candidato(a) o partido que deseen (democracia capitalista).
Partido del abstencionismo
Cuando la cultura política ni el sistema político no dan para más, el abstencionismo puede servir como un arma política-sociológica. ¿Por qué no vota la gente?, ¿está contenta con su sistema político, lo comprende?; ¿así como se abstiene de votar también se abstiene de participar en asuntos públicos?; ¿qué hacer con todo ese poder inactivado para someterlo a una causa justa, a una acción solidaria?; ¿cómo animar a les desanimades?
El partido del abstencionismo es una manifestación silenciosa, una queja inconforme contra el Estado, el gobierno; es menos una manifestación del fracaso del Estado por brindar bienestar a la sociedad a la que sirve, que una manifestación del rechazo de una sociedad que no se alcanza a comprender a sí misma.
Votar por el menos peor no resuelve los problemas, simplemente los prolonga o invisibiliza, además de hacer sentir al elector(a) la satisfacción de haber participado en el proceso, ya sea votando o siendo mesa.
Cuestiones como el miedo al comunismo o el miedo al neoliberalismo, hacen pensar en la relatividad de lo racional a la hora de emitir el voto. Votar es un derecho de cada quien, pero hay que ser consciente de por qué y por quién se vota o no se vota. Si no vota, no se sienta mal, haga valer su derecho a abstenerse cuando no hay oferta electoral.
Guerra en Ucrania y Palestina (¿y Taiwán?) y elecciones en Estados Unidos
Parece irreal, estar discutiendo sobre elecciones cuando se tendría que poner un alto al fuego antes de seguir con la farsa electoral de un país sumido en la violencia, que se garantice más bien la seguridad de los comicios y no la paz que evitase la vigilancia militar de las elecciones.
Es absurdo pensar en la lejanía de conflictos bélicos alrededor del mundo y no relacionarlos en cómo afectarían a México, la frontera, EEUU en un momento de autodestrucción humana que, aún sin guerras nucleares va camino a la catástrofe ecológica. La salvación no vendrá de las elecciones.