Ileana Espinoza/Colaboradora/Circuito Frontera
Nadie te salva de tus penas, tienes que aprender a levantarte solo. Aunque a veces hay ángeles que, sí les gusta bajar a la tierra, pero generalmente es difícil distinguirlos de las multitudes.
Ocasionalmente estos ángeles no se identifican en todas las historias, más allá del bien y del mal, son personas que tienden la mano sin recibir nada a cambio.
Vaya que la vida es extraña. Estoy a miles de kilómetros de mi tierra, de esa tierra en la que nací y que mis antepasados forjaron su vida, yo no quería llegar hasta aquí, pero cuando empezó la guerrilla perdí la esperanza de permanecer en ese paraíso.
¡Qué hermosa mi tierra! Todo tan verde y tan distinta de este lugar. Tantos cantos de las aves ahora se han transformado en el sonido de ambulancias y las ruedas sobre el asfalto.
¿Pueden juzgarme las personas por mi apariencia, por mi diferencia? Sí lo hacen. Me ven como un extraño, una persona que no es de su color, de su tierra y siento su repudio. He permanecido por más de 2 años en este albergue con la esperanza de ser escuchado, porque si me regreso a mi país seré u hombre muerto.
Las dos posibilidades son: la muerte por medio de la repatriación o la vida por medio del asilo en Estados Unidos.