**Este texto se produjo dentro de la Licenciatura en Periodismo Digital de la UdeG**
Hay un lugar, justo al lado del Río Grijalva, en la Colina de Mezcalapa, que se mantiene en pie como fuente de toda la historia y esoterismo que envuelve a Chiapa de Corzo. El templo de Santo Domingo, con el Exconvento a sus espaldas.
Desde el momento en el que se cruza el umbral del jardín exterior, donde se encuentra una fuente, las bancas y la altísima ceiba que cubre con sus extensas ramas absolutamente todo el patio frontal, el aire cambia y la mente se pone en blanco por la sorprensa de la paleta de colores pardos, ladrillo y verde, que se vislumbran.
La entrada al interior del edificio —que en algún momento se volvió un monasterio— es pequeña y estrecha, pero atravesando por su oscura y profunda longitud da la impresión de que uno está siendo transportado en el tiempo, no sólo por el añejo estado del edifico que parece ser que con el pasar de los casi cinco siglos de historia que ha presenciado, no hacen nada más que incrementar su magia, si no porque el aire y la energía una vez dentro abraza completamente al visitante, y un sentido de pureza y santidad lo invaden.
“¿Hay algún libro o documento que pueda abordar para leer más sobre el Exconvento?”, pregunto con cautela a Alejandra Nandayapa, directora del lugar, sabiendo que los archivos y documentos preciados no serían prestados tan fácilmente.
“No, lamentablemente no hay ningún libro o documento que recopile los datos específicos del edificio, pero estamos trabajando en ello con investigaciones”, me dice, señalando con las manos la habitación, pero refiriéndose por entero al hoy conocido como Museo de la Laca. Alejandra me pareció la persona adecuada para indagar más sobre el inmueble, del cual, cuyos espacios me parecen idílicos. La propia oficina de Alejandra fue una de las muchas salas de rezo del convento transformada ahora en una biblioteca con la oficina a sus espaldas.
Hasta ese momento seguí con la incertidumbre y antes de salir, echando un último vistazo a las estanterías de los libros, tomé algunas fotografías con la luz del sol brillando a través de las pesadas nubes grises cargadas con una de las últimas lluvias de verano. Septiembre es el mes más agradable en Chiapa de Corzo para los amantes de la lluvia y el clima cálido, pero templado.
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Ese último fragmento de conversación con la directora Nandayapa quedó volando en mi cabeza. Si los datos eran escasos, quería decir que por muy mínimos que fueran habría alguna fuente específica donde pudiera leerlos. Negándome a la posibilidad que una edificación tan antigua y hermosa pudiera existir sin ser analizada y estudiada, me propuse encontrar los nombres de quienes estuvieron involucrados en su construcción. Las semanas pasan, mientras navegando entre libros históricos y documentos de la arquidiócesis, dos nombres parecen resaltar de todo lo demás.
Dentro de las muchísimas especulaciones de su construcción, se calcula que el monasterio y el templo de Santo Domingo fueron hechos entre los años 1554 y 1558. El primer nombre al que podría atribuirse es el mismo para dos personas distintas, Pedro de Barrientos. Por los mismos años, dentro del rubro del catolicismo hubo dos personas destacadas en México, reconocidas por la evangelización y la consagración de edificios y parroquias a lo largo del país, de aquí es donde se origina toda la confusión.
Templo de Santo Domingo en Chiapa de Corzo
Pedro de Barrientos Lomelin fue Obispo de Durango, obtuvo su cargo a manos del Obispo Francisco Diego Díaz de Quintanilla y de Hevía y Valdés, Obispo de Antequera, Oaxaca en el año de 1556. En 1551 estuvo presente en la consagración del Obispo de Santiago de Cuba: Nicolás de la Torre Muñoz. A Pedro de Barrientos Lomelin se le atribuyen la evangelización y supervisión de la administración de la zona de Durango durante los años de su cargo, hasta su muerte en 1558 de acuerdo con datos de la Jerarquía Católica.
Las fechas y las locaciones no coinciden con que sea él quien que haya supervisado constantemente en la construcción, y aunque existe la posibilidad de estarse trasladando entre Durango y Chiapas, las fechas de su cargo como obispo no coinciden pues este comenzó en 1556 cuando el Templo de Santo Domingo tenía ya dos años de haberse empezado a construir. Lo que nos lleva a la segunda persona homónima, Pedro de Barrientos.
Pedro de Barrientos simplemente, fue un fraile dominico nacido en Portugal, criado en España que con la llegada de la conquista y colonización de la Nueva España llegó al estado de Chiapas junto con Juan Alonso, quien también era fraile dominico. Barrientos fue primer vicario y prior del monasterio de Santo Domingo hasta el día que falleció en el mismo edificio que él había construido, y su historia con el pueblo no fue una más que de lucha constante contra el pueblo de Chiapa.
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Hay algo interesante en la brisa de Chiapa de Corzo una vez que uno camina por sus calles. Una vibra incesante que bautiza el aire de todo el pueblo con misticismo y pasión, y esto no sólo se siente dentro de las paredes del Exconvento. Cuando se camina viendo a los turistas atolondrados y atados a un itinerario fijo donde la exploración propia y el vagabundeo pueda hacer que den naturalmente con las joyas escondidas del pueblo. Uno de las cosas más sorprendentes que Alejandra Nandayapa comparte es la de cómo el Exconvento es de los más desconocido del pueblo:
“Hay gente que lo conoce por nombre, hay quienes pasan por afuera, lo ven y no entran porque piensan que no está abierto al público, y hay quienes de plano no saben que existe a tan sólo dos calles de la plaza central donde está La Pila. Nos ha tocado invitar a escuelas para paseos y se sorprenden porque no saben que aparte de ser un museo, actualmente es un centro cultural, y que contamos con muchísimas actividades” dice sonriendo, sabiendo que ha pesar de su arduo trabajo por rescatar el pedazo de historia en la que se encuentran años de su infancia, aún queda mucho por hacer.
El Exconvento ha sufrido muchos derrumbes, mantenimientos y reparaciones con el paso del tiempo. Desde el terremoto de 1985, donde una de las réplicas afectó a Chiapas sus primeras grietas fueron apareciendo. El temblor de 2017 lo empeoró, e hizo que se cerrara al público por casi dos años. Es de conocimiento público que durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, debido a la falta de presupuestos, las instituciones culturales y centros históricos decayeron muchísimo, afectando al protagonista nuestro.
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Al recorrer la entrada principal del templo de Santo Domingo, uno puede imaginarse la escena donde Pedro de Barrientos destruyendo la estatua del dios pagano llamado Máviti al que los indígenas adoraban, y poniendo la primera piedra para la construcción de la Iglesia.
Mismo lugar donde bautizó a dos indios que se le acercaron, enseñándoles a pedir perdón por sus pecados. No sólo tuvo problemas para la edificación del edificio, pues este se encontraría ubicado en la colina lateral del Río Grijalva, el cual se hallaba a menos de doscientos metros del agua.
El terreno y el caluroso clima de la región le complicaron la construcción, tuvo problemas con las comunidades indígenas de la localidad a quienes constantemente se encontraba adoctrinando en el idioma local, el Zoque. Lengua que aprendió relativamente rápido, para adaptarse mejor a la lengua de la comunidad.
El exconvento siguió las funciones de educación, evangelización y recreación para la comunidad como lo dejó el Fraile Pedro tras su muerte entre 1570 y 1572, con sus pupilos desempañando las labores que él les había transmitido de liderazgo y administración.
Ahora, la impresionante estructura está catalogada como una de las 24 edificaciones del periodo de la conquista que está mejor conservada en todo México, a pesar de todas sus injusticias, negligencias, temblores vividos y memoria casi olvidada.
La mayoría de las veces en las que he ido a entrevistar, como turista en las visitas guiadas o simplemente a sentarme en la banca junto a la fuente a escuchar la brisa del aire pasearse entre las ramas de la gran ceiba, hay un aire indescriptible que impregna el ambiente cuando uno está ahí.
Cierto tipo de magnetismo incesante que te sigue manteniendo atado, el misterio de un edificio mágico del que se sabe poco pero ha visto muchísimo. Es como si el edificio tuviera vida propia y pudiera sobrevivir en pie otros 500 años esperando su momento de ser reconocido ante el mundo por su belleza auténtica y en razón de su historia.