José Sarria, nacido en Málaga en 1960, es una figura prominente en el panorama literario y cultural de España.
Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, y con diplomas en Ciencias Económicas y Derecho Tributario, además de un Máster en Dirección y Administración de Empresas, su formación académica es tan impresionante como su carrera literaria.
Sarria ha sido un activo participante y líder en múltiples organismos culturales. Fue miembro del Consejo de Redacción de la revista Aulaga (1993-1995) y del Suplemento Papel Literario de Diario Málaga (1997-2013).
Su influencia se extiende a través de su participación en la Junta de Gobierno del Ateneo de Málaga (1994-1996), la Asociación Andaluza de Críticos Literarios (1995-2023) y la Asociación Colegial de Escritores de España (1997-2023), entre otros.
Su papel como jefe de redacción de la revista Tres Orillas (2002-2023) y como adjunto a dirección de EntreRíos (2005-2023) destaca su liderazgo en la difusión de la literatura.
También ha sido evaluador de la Universidad de Costa Rica y asesor del Festival Internacional de Poesía de Granada (2021-2023), consolidando su reputación internacional.
En cuanto a sus premios y reconocimientos, Sarria ha sido galardonado con el Primer Premio de Poesía del Certamen Literario de Benagalbón (1996), el Primer Premio Internacional de relatos “Cuentos del Estrecho” (2008) y el Premio Nacional de Poesía “Rosalía de Castro” (2015), entre otros.
Su obra ha sido reconocida en la Enciclopedia General de Andalucía y ha sido objeto de estudios académicos, como una tesina en la Universidad de Fez.
Sarria ha publicado numerosos libros de poesía, incluyendo “Prisioneros de Babel” (1996), “La Voz del desierto” (1997) y “Tiempo de espera” (2022).
Mientras que sus trabajos abarcan poesía, narrativa y crítica, con obras traducidas a varios idiomas, reflejando su alcance global.
Además, ha contribuido a antologías y ensayos críticos, como “Poesía Andaluza en Libertad” (2001) y “La frontera líquida” (2019).
Como columnista, Sarria ha compartido su perspectiva literaria en medios como Diario Sur, Diario La Torre, y Diario Siglo XXI.
Su compromiso con la literatura y la cultura se manifiesta en su constante colaboración con revistas literarias y su liderazgo en proyectos de poesía y literatura.
José Sarria continúa siendo una voz influyente en la literatura hispana, promoviendo el intercambio cultural y literario entre España y el mundo árabe, a través de su dirección de la revista “Hispanismo del Magreb” y su rol en el Círculo Intercultural Hispano Árabe.
Su trayectoria es un testimonio de su dedicación a la promoción de la literatura y la cultura a nivel local e internacional.
EL COLOR DE LA MEMORIA
“Bajo este sol lejano de la tarde
asciendo por vez última
las empinadas
cuestas de la memoria”
(JORGE DE ARCO)
Soy todo aquello, pequeño y diminuto, que atesora mi memoria, el tiempo sumergido entre los laberintos de la ceniza, como el olor a ternura de mi abuela o la entrañable mirada de mi madre.
Soy Ítaca y los viajes de Ulises, el eco de las voces beduinas en Ouarzazate o las lágrimas de la princesa Dido derramadas sobre la bahía de Cartago.
Soy el canto de un derviche alcanzando el rostro de Dios, el sabor del té con piñones en alguna de las terrazas de Sidi Bou Said o las palabras del viento en los pozos vacíos de Tamerza.
Mi corazón es ataurique y estuco, blanco estandarte de los omeyas, habitáculo de la geométrica caligrafía que engalana Madinat al-Zahra o la desmesura de las bóvedas de la mezquita Azul.
Soy pradera para las gacelas de Ibn Arabí y cada una de las horas extraviadas en el laberinto de colores de la medina de Fez el-Bali.
Soy, toda Sefarad y su gastado castellano que pervive en las plazas de Salónica o el dulce aroma del hachís, que pierde, en Chaouen, el agrio sabor de lo prohibido.
Soy una noria, un surtidor, el suave murmullo en las acequias y los acerados lagartos extendidos en la ciudad del viento.
Soy, uno a uno, los manuscritos dorados de la biblioteca de al-Qarawiyyin y la esbelta alcazaba de Ait Ben Haddou que resucita al olor de la mirra, el sésamo, el cilantro o la canela.
Soy un atardecer en el Café Hafa y las pupilas de las jóvenes muchachas buscando la sorpresa tras el velo.
Soy el rezo apacible de las mujeres en la sinagoga de Djerba, el agua del islam y la fe del bautismo.
Soy la locura de los cuentacuentos que acampan en la plaza de Jemaa el-Fna, alguno de los bueyes de Gerión y la sonora voz de los hijos de la Andalucía.
Soy, esta pequeña y diminuta simiente de la memoria, sustento de una huerta prodigiosa, donde perdura y palpita la azul cartografía de mi sangre.
(De Tiempo de espera)
GUADALQUIVIR
“Al despedirse de la Andalucía
sintió el sabor salado de la muerte…
Guadalquivir mi corazón se llama”
(ANTONIO GALA)
Abrí mis brazos y se convirtieron en calles de agua por donde transita la sangre de geniles y guadairas. Mi corazón se hizo más ancho mientras atravesaba pinedas, olivares y campiñas, perforando el pecho de Andújar, Sevilla y Córdoba con la profundidad del cante de las minas.
Volví la vista de siglos y contemplé al instante cómo mi fecundidad fue patria de reyes tartesios y de legiones romanas.
-Yo soy el agua del islam y la fe del bautismo -musité con la calma de quien se abandona, por amor, a su destino.
Con el sabor de las marismas adiviné la fértil voz de los hijos de la Andalucía y al fin, presintiendo la eternidad, me adentré en las aguas de un mar que me abrazaba.
Volví la vista, por última vez, antes de entregarme a la letanía de las olas, mientras el océano preguntaba por mi nombre: Guadalquivir mi corazón se llama.
(De Raíz del agua)
INFANCIA
Cuando cae la tarde, al final de los años, los recuerdos se inclinan como las ramas de los árboles de un bosque abandonado. El perfume del aire convoca las primeras inocencias y me hace regresar hasta un lugar en donde aguardan las horas más hermosas, a un patio en el que aprendí el lenguaje del agua y los jazmines.
Allí está. He visto cómo me mira y sonríe. No se ha ido. Espera en aquel preciso santuario, universo donde las cosas y los lugares mantienen, intactas, sus promesas: el amor adolescente, el candor inagotable, las barcas repletas de frutas y canciones, el camino de los naranjos o el olor de las manzanas de oro: los destellos más altos, los himnos de las victorias.
Mirándote a los ojos, contemplando tu acendrado rostro, sé que tú estás y que soy yo, quizás, el extraviado, el abatido, el ausente, y que ya no encuentro las palabras con que nombrar lo que tanto amabas. Sin ti no me quedan ojos con que mirar desde tu corazón de niño, pues mi existencia es un extraño naufragio, desdén del tiempo y despojo de mis últimos combates.
Cuando cae la tarde quiero llegar hasta el fondo de las aguas, hasta el abismo de tus ojos, aquellos que encendieron banderas en las terrazas de mi alma, y rescatar de tus rojas sienes promesas por cumplir, y oír tu cadente voz susurrarme: todavía, todavía,…
(De El Libro de las aguas)
** Este texto se publica como una colaboración con la revista literaria delatripa, una revista hecha en México dedicada al cuento minificción y ensayo**