Por más de 20 años, Jorge Mares Raygoza creyó tenerlo todo. Trabajo estable, un hogar en El Paso, Texas, y lo más valioso: tres hijos fruto de su matrimonio con Coral Llamas Sifuentes en 1999.

Cada fin de semana recorría desde Hobbs, Nuevo México, hasta su casa familiar, con la emoción de abrazar a su esposa y convivir con sus pequeños. Pero lo que no sabía… es que ese hogar ya no era suyo. La traición se había instalado en su cama.

Y fue cuestión de tres días para que Jorge dejara de ser el hombre tranquilo, trabajador y dedicado que todos conocían… para transformarse en un monstruo.
Porque así, de un día para otro, el amor puede quebrarse. El alma puede ensuciarse. Y los demonios internos pueden despertar.

La sospecha que le quitó el sueño
Jorge lo intuía. Trabajaba fuera toda la semana, pero algo en el tono de Coral había cambiado. Respondía los mensajes tarde. Hablaba frío. Distante. Con esa indiferencia que lastima más que las palabras. Y lo que el corazón sabe, el cuerpo lo siente. Hasta que el 18 de marzo, lo confirmó.
Jorge, con el presentimiento clavado como espina, regaló a Coral un reloj inteligente… no por amor, sino para rastrear cada paso de su esposa.
El golpe a su dignidad llegó cuando revisó la ubicación del dispositivo. El reloj marcaba un hotel. Ella estaba ahí… con otro. No necesitaba más pruebas. Pero las buscó.

Mandó a un amigo a tomarle fotos al carro de Coral afuera del hotel. Luego, con rabia ardiente, le envió la imagen a su esposa, quien ignoró sus videollamadas.

Ese mismo día, Jorge cambió su foto de portada en Facebook. Donde antes lucía una foto familiar, ahora sólo aparecían nubes negras. Como si anunciara que el infierno estaba a punto de desatarse.

Y lo más perturbador: cambió su foto de perfil por la de un ente oscuro, sin rostro, como reflejo de su alma rota.
Incluso, publicó una imagen con unos cuernos detrás de su cabeza. La burla pública a su propia desgracia. En México, ser “cornudo” es una de las peores humillaciones para un hombre.
Jorge acababa de tocar fondo.

La noche que se convirtió en asesino
Tres días después, el 21 de marzo, Jorge y Coral se reencontraron. Hablaron. Lloraron. Se reconciliaron… o al menos, eso parecía.
Hicieron el amor. Pero cuando todo parecía calmarse, Jorge volvió al tema que le carcomía el alma: el amante.

Coral se negó a decirle su nombre. No quiso darle detalles. Cerró la puerta a las respuestas.
Y ahí… Jorge perdió el control.
La furia, el dolor, la rabia y la humillación se apoderaron de él.
Usó sus propias manos y estranguló a Coral hasta matarla. La mujer que había sido su amor por 26 años, la madre de sus hijos… murió entre sus dedos. No era sólo un asesinato. Era el estallido brutal de un corazón destrozado.

El viaje perturbador de El Paso a Juárez
Lo que vino después raya en lo perturbador. Jorge vistió el cuerpo de Coral, la subió al asiento trasero de su carro y la dejó ahí… como si fuera un pasajero más. Ese mismo día, acudió a una entrevista de trabajo. Con el cadáver de su esposa en el carro.
Después, decidió borrar las huellas del crimen. Destruyó el celular y el reloj inteligente de Coral. Y emprendió su último viaje juntos: cruzó el puente internacional Zaragoza-Ysleta y entró a Ciudad Juárez.

Ahí, en el solitario Camino Real, a 37 kilómetros del cruce fronterizo, arrojó el cuerpo de Coral como quien deja atrás su pasado… pero jamás su culpa. Regresó a El Paso. Pero algo ya era distinto. El carro estaba sucio. Y su alma… también.

La caída final
Días después, Jorge vio en las noticias de El Diario de Juárez que habían encontrado un cadáver en el Camino Real. Sabía que era ella.

Fue él mismo quien se presentó ante las autoridades del FBI y admitió que la mujer encontrada en Juárez era su esposa. Su búsqueda de Google lo delató: había estado leyendo cada nota publicada sobre el hallazgo del cuerpo.
El 28 de marzo, agentes lo arrestaron. Jorge Mares Raygoza, de 47 años, había pasado de ser un padre ejemplar… a un asesino confeso.
Hoy enfrenta cargos por estrangulamiento y asesinato. Sus tres hijos, inocentes en esta tragedia, han quedado huérfanos de madre… y con un padre tras las rejas.
Además de acuerdo a información de Telemundo 48, la madre de Coral falleció al día siguiente de que su hija fue sepultada, los médicos dicen que fue un infarto fulminante, pero la realidad es obvia, la tristeza la mató.

Entre mares y llamas
Los apellidos de esta historia parecen una ironía cruel del destino. Mares y Llamas, agua y fuego, amor y odio. Dos fuerzas opuestas que convivieron bajo el mismo techo… hasta que el mar se secó y las llamas lo consumieron todo.
Así terminó esta historia. No con reconciliación. No con perdón. Sino con tragedia, dolor… y una familia partida por la mitad.
Esta es una publicación original de Ponte al Tiro, que compartimos con su consentimiento y que puedes consultar aquí.