A dos días para el final del Título 42, migrantes se arriesgan y apuestan su porvenir al cruzarse el Río Bravo.
Durante la mañana y tarde del lunes, poca gente fue vista realizando las clásicas caminatas por el bordo del Río Bravo, tan solo algún pequeño grupo disperso luchaba contra la arenosa ribera.
Javier, un hombre migrante que se negó a revelar su lugar de origen, se encontraba ya del lado norteamericano, sin opción por caminar de nueva cuenta hacia México.
Esta es una práctica que se ha visto de manera más común luego comenzar a formarse el campamento a las afueras de la puerta del Punto de Revisión 40.
Los migrantes lograron derribar un pequeño segmento de la reja, compuesta por alambre de púas la cual ha sido montada de manera reciente por el ejército estadounidense.
Estas pequeñas brechas han permitido que grupos reducidos de migrantes regresen a Ciudad Juárez para abastecerse de provisiones para subsistir los largos días en el desierto.
Y es que son pocos los espacios de sombra en los cuales resguardarse. Día tras día la temperatura incrementa y a rosado los 35° centígrados durante el día.
Las jornadas de espera bajo los ígneos rayos solares comienzan a causar estragos: personas caen desmayadas por deshidratación y golpes de calor.
“Vengo de allá (lado americano). Se nos acabó el agua, tenemos que tener algo porque nos estamos deshidratando”, relató Javier, quien con desesperación caminaba rumbo a una tienda de conveniencia tradicional en Ciudad Juárez.
Pese a la falta de información acerca de una esperanza para su admisión a los Estados Unidos, aproximadamente mil migrantes esperan con paciencia ser atendidos.
“Estamos esperando, ahí aguantando sol. Me he estado quemando y aguantando frío para ver si uno logra pasar, pero no hay respuesta todavía por parte de las autoridades competentes” puntualizó Javier y cruzó la calle.
En el Punto 40, las puertas están cerradas y sin personal, sin embargo este ha sido un sitio predominante de reunión.
Desde ahí se organizan y avanzan rumbo al ansiado 42, donde se mantienen por más horas bajo el sol.
Los agentes de la Aduana y Protección Fronteriza (CBP por sus siglas en inglés) organizan pequeños grupos de aproximadamente 10 personas, los mantienen alineados de pie de 30 a 40 minutos para proceder a abrir las puertas de malla ciclónica y permitirles el paso.
Cuando comiencen a avanzar rumbo a lo que creen que es su destino final, las personas que están a la espera aplauden joviales.
La acción se repite cíclicamente casi dos veces por hora, mientras que cientos luchan con la rabia del sol del desierto.
El fenómeno de movilidad de personas se agravó desde los últimos días de abril e inicio de mayo, lo que dejó sitios de convergencia de viajantes en abandono.
Durante la semana del 1 de mayo, los albergues que habían estado totalmente llenos tuvieron una importante baja en su aforo.
El padre Francisco Javier Calvillo relató que el martes de la semana pasada, la mayor parte de los residentes de la Casa del Migrante tomaron sus pertenencias y se fueron rumbo a la Puerta 42.
Mientras que, Santiago González, titular de los Derechos Humanos del Municipio relató que la situación en los albergues municipales era algo similar: el gimnasio “Kiki Romero” (de mayor afluencia) quedó con aforo del 40 por ciento.
Incluso, el alcalde de Ciudad Juárez, Cruz Pérez Cuéllar, señaló durante su rueda de prensa semanal que para el fin de semana, los albergues contaban con una ocupación de entre el 15 y 20 por ciento, así como la mini urbe migrante frente a Presidencia Municipal tenía baja incidencia de personas.