La movilidad en Ciudad Juárez experimenta un cambio profundo, luego de que cada vez más mujeres llegan a la frontera con sus hijas e hijos; muchas de ellas viajando sin acompañantes y convirtiéndose en el grupo más visible dentro de los servicios de atención.
Estas familias, encabezadas por mujeres, forman parte de un flujo migratorio que tomó fuerza en los últimos años y que ahora refleja nuevas dinámicas, retos y riesgos para quienes se desplazan buscando un lugar seguro para permanecer o avanzar hacia Estados Unidos.

Dirvin García, responsable de Atención a Migrantes de la Consejo Estatal de Población (COESPO), dijo que han documentado que este fenómeno que no se veía antes, pero que muestra un incremento de mujeres que cargan simultáneamente con la crianza, la búsqueda de ingresos y la necesidad de encontrar un espacio donde vivir.
Comentó que muchas de ellas han permanecido más de un año en la ciudad, al momento que tratan de reconstruir rutinas en un entorno complejo, marcado por la falta de redes familiares y por una frontera que continúa siendo un territorio de riesgo.
Dijo que la Secretaría de Salud y la Fiscalía General del Estado identificaron un aumento en casos de abuso y violencia que afectan de manera directa a mujeres en movilidad, lo que ha obligado a activar rutas de atención que incluyan acceso a servicios médicos, acompañamiento psicológico y orientación para iniciar procesos de denuncia cuando es necesario.
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El responsable de Atención a Migrantes de COESPO refirió que este grupo requiere mecanismos de protección más sólidos, debido a la vulnerabilidad que cargan desde sus comunidades de origen y a los nuevos riesgos que enfrentan en la ciudad.
Señaló que uno de los problemas más graves ocurre al momento de buscar vivienda, ya que han documentado abusos en la renta de habitaciones improvisadas, sin ventilación adecuada o servicios básicos, pero con costos que pueden superar los 10 mil pesos al mes.
Dijo que la mayoría de los acuerdos se hace de manera verbal, sin contratos ni garantías, lo que deja a las familias expuestas a desalojos repentinos o incrementos arbitrarios en los pagos y, para quienes recién llegan, la única alternativa suele ser aceptar estas condiciones.
Este escenario se agrava cuando las mujeres dependen de trabajos informales para sostener a sus hijos, lo que reduce su margen de acción frente a propietarios que operan sin regulaciones y sin brindar garantías a los inquilinos.
Muchas de estas mujeres además arrastran dificultades previas: violencia estructural, desplazamiento forzado o carencias económicas, las cuales terminan profundizando al permanecer en un limbo migratorio.
**CON INFORMACIÓN DE FRANCISCO SERVÍN**







