Tras la tragedia registrada en el Instituto Nacional de Migración, donde 40 personas perdieron la vida, migrantes que habitan en Ciudad Juárez improvisaron un campamento frente a Presidencia Municipal, el cual en el transcurso de dos semanas pasó de tener 20 casas a casi 150.
Crecientes flores matizan con diáfanos colores los grisáceos parques y jardines en Ciudad Juárez, tras la llegada de la primavera y dejan a su paso perfumadas notas dulces en el viento que generan exquisto deleite. Pero no así en el borde exterior de la Presidencia Municipal.
Ahí el «colorido espectáculo» es por las casitas de campaña que se han instalado de manera constante durante semanas y forman parte de una nueva normalidad en la ciudad. Esto sin que nadie se percatara del acelerado crecimiento que tuvo, pues en solo 14 días, pues aumentó 7.5 veces su tamaño.
Apenas el pasado 13 de abril Circuito Frontera contabilizó 20 «hogares», mientras que para este 28 de abril pasó a haber un total de 147, lo que representa crecimiento de 7.5 veces en dos semanas.
El nacimiento del campamento
Todo comenzó luego de la tragedia ocurrida durante el pasado 27 de marzo en la estación provisional del Instituto Nacional de Migración, donde 40 personas migrantes de distintas nacionalidades perdieron la vida y otras 27 resultaron lesionadas.
Tras este hecho se dió un fenómeno antes visto en el bordo del Río Bravo, pero no en la Presidencia Municipal de Ciudad Juárez: el nacimiento de un nuevo campamento.
El 28 de marzo, un pequeño grupo conformado por unos cuantos individuos decidieron eregir una especie de hogar provisional para resguardarse del clima fresco de finales de invierno y principio de primavera. Éste estaba construido a base de alambres y harapos.
Esto debido a que deseaban mantenerse cerca de las instalaciones de la estancia provisional tipo B del Instituto Nacional de Migración para poder recibir información acerca de las víctimas, ya que hasta esos momentos se deconocían identidades de las mismas.
Solo tres días después, y como resultado de las primeras manifestaciones en las que se exigía justicia por los fallecidos, el 31 de marzo comenzaron a llegar las primeras casas de campaña (no eran más de 7) y el campamento tenía un aproximado de treinta integrantes.
De manera cotidiana, más casas llegaban y quedaban instaladas en la banqueta de la calle General Rivas Guillén, donde los habitantes del nuevo campamento aumentaban.
Quienes estaban apostados en el sitio coincidían en un punto: la Unidad Administrativa Benito Juárez (Presidencia) era la zona más segura en la ciudad, lo que los impulsaba a resguardarse en el sitio.
El flujo de migrantes no se detuvo, ya que acorde con Santiago de la Peña, secretario general de Gobierno del Estado de Chihuahua, diariamente llegan a Juárez dos trenes procedentes de Torreón Coahuila, donde arriban personas que viajan de manera ilegal en la «bestia metálica».
La dinámica del campamento cambió a partir de la semana del 9 de abril: comenzó el éxodo rumbo a las puertas del Punto de Revisión 32 y 36, con el fin de entregarse a las autoridades norteamericanas para ser procesadas y con esto tratar de agilizar su petición de asilo político.
Para el 13 de abril, a 408 horas de la tragedia, el campamento estaba conformado ya por 20 casas de campaña, así como por varias «casuchas» construidas de alambre y trapos.
Indudablemente esto afectó el estatus del recinto improvisado, pues quienes llevaron las primeras casitas, las heredaron o simplemente abandonaron para ir a entregarse al CBP, con lo que la movilidad en la zona se incrementó y le dio un toque de «campamento de paso».
Junior, un joven de 22 años que para el 13 de abril tenía apenas cuatro días en Ciudad Juárez, relató que la tienda que habitaba le fue dejada por compatriotas que se aventuraron a cruzar el río.
«Nos venimos para acá, nos relajamos, se fueron, pasaron y nos dejaron esto (casita de campaña) y aquí estamos», narró tranquilamente el joven colombiano.
Pero, ¿cuál es la visión de las autoridades ante semejante realidad?
Roberto Briones, director de Protección Civil del Municipio, registró en su último conteo (aproximado) de 20 a 25 «fincas plásticas», lo que corresponde a la cantidad apostada hace 14 días.
El funcionario aseguró que el número de casas tiene variación, derivada de la movilidad de personas que se retiran, ya sea para cruzar el río o para buscar otro refugio.
«Varía, varía el número dependiendo de cómo llegan personas o cómo se retiran, porque también se retiran. No es como que tengamos o siempre sea un número preciso», señaló.
Pese al precario conteo, el director considera que hay diferentes tipos de riesgos al estar en la vía pública, aunque aseguró que monitorea la situación, lo cual es incongruente al conteo estimado de Protección Civil contra el punteo manual realizado por Circuito Frontera.
Mini urbe migrante
La situación de la «mini urbe migrante» es ligeramente distinta a la registrada a finales del 2022, ya que, en esa ocasión, había conexiones ilegales a la red de la Comisión Federal de Electricidad y utilizaban tapias de la colonia Bellavista como letrinas y, actualmente, no hay ese tipo de irregularidades eléctricas. También hay ocho baños portátiles, cortesía del Municipio.
Basados en estos datos, Efrén Matamoros, ex titular de Protección Civil Municipal, consideró que de entrada, el campamento no debería estar en la zona, sino en un albergue donde puedan recibir atención y protección, pues este tipo de morada son de uso recreativo, tal como «días de campo».
«Como no hay control de nada, ellos realmente hacen todo lo que quieren. Más que nada por el estrés que traen. Ya traen un estrés muy fuerte por todo lo que hicieron para llegar a este lugar», relató Matamoros.
El ex funcionario aseguró que los factores climáticos tienen influencia en el riesgo, debido a la elevada temperatura sumada a la reverberancia del calor acumulado en el pavimento, lo que aumenta la sensación térmica en las casas.
«La casa de campaña no es niguna garantía de que vayan a estar bien por el calor», puntualizó.
Pese a los peligros que representa esta «capital migrante», viajeros prefieren permanecer en el sitio ya sea por seguridad o por economía.
Tal como Paola Monserrat, una mujer migrante que acampa en ese lugar, quien aseguró hay directivos de albergues que toman ventaja de la vulnerabilidad y cobran de 50 a 100 pesos para ingresar.
Ante tal situación, la venezolana de 22 años prefierió mantenerse en el campamento, mientras puede arreglar su situación migratoria, proceso que ha sido complicado, ya que le ofertaron apoyarla, pero no así a su padre.
«Me han dicho que a mí me lo hacen, pero a mi papá no y yo vengo con él desde Venezuela. Yo no voy a dejar a mi papá por querer irme hacia allá», aseveró la joven que jugaba a la «botellita» con un conjunto de cinco alegres compatriotas.
Pero este campamento no es el único «santuario» irregular donde hay concentración de personas en movilidad.
Otro de los sitios insignia fue el Hotel de Luxe, en el Centro, el cual albergaba a un aproximado de 150 familias y cuya edificación representaba un gran riesgo para la seguridad por la posibilidad de incendio.
En este lugar, también acudió la Dirección de Protección Civil, donde su titular fue el encargado de «invitar» a los usuarios a retirarse del sitio, debido al riesgo potencial, ya que el edificio sería clausurado por incumplir con las normas de seguridad.
Tres días después, las puertas del sitio estaban cerradas con cadenas y dejó de ser ese hogar seguro que era para cientos de personas.
Tapias: santuario migrante
En el Centro Histórico de Juárez y zonas aledañas hay una cantidad considerable de inmuebles en ruinas, casas que se mantienen de pie por segmentos de paredes corroídas y retazos de madera que conforman una especie de techo, así como edificios semidestruídos y abandonados.
Los años treintas vieron nacer a la primer radiodifusora comercial juarense: la XEJ. Misma que fue adquirida por Don Pedro Meneses Hoyos una década después.
Para la década de los cincuentas se convirtió en la primer estación de televisión en el norte de México, albergada en un flamante edificio, ubicado en la avenida Vicente Guerrero.
Tras el paso de los años, este edificio fue abandonado y quedó en ruinas, luego de un voraz incendio en el 2021.
Al día de hoy, este lugar es hogar de Elías Isaac Ojedas Peña, quien mientras cocinaba la cena en el segundo piso de la edificación al borde del colapso, relató que tiene una semana en esta frontera, tiempo que ninguna autoridad ha tratado de brindarle ayuda o guía referente a su estatus migratorio.
Elías duró quince días a bordo del tren al que subió como polizonte en Tapachula, Hidalgo y a su llegada al Paso del Norte, prefirió quedarse alojado en la antigua XEJ en lugar de un albergue.
«De verdad aquí como más a gusto, así haga la comida en el fogón; como a mi manera. No importa que uno esté así (condición precaria del edificio) pero es más comodidad para uno alimentarse».
Las rojizas llamas emanaban de un cúmulo de carbones superpuestos sobre una estructura de concreto, la cual tenía una parrilla que sostenía una olla al herbor.
Esta movilidad permitió que Elías encontrara un hogar provisional, mientras logra ser atendido por Estados Unidos para tramitar su solicitud de asilo humanitario.
Eran aproximadamente las 10 de la noche y Elías destapó la olla que dejó ver un hirviente estofado de arroz con carnes frías, cuyo olor atrajó a la decena de habitantes del segundo piso de la finca para ponerse a cenar.
Para infortunio de muchos, los recintos improvisados podrían llegar a su fin, pues al menos el apostado frente al Instituto Nacional de Migración podría ser retirado por personal de Municipio.
El alcalde, Cruz Pérez Cuéllar, dio a conocer esta posibilidad el pasado martes 25 de abril, sin embargo, la acción continúa bajo análisis «para no tomar una decisión precipitada»
No sería la primera vez que personal del Ayuntamiento retira un campamento, ya que, luego de un dictamen, el 17 de noviembre del 2022 fue arrasado el campamento apostado en el bordo del Río Bravo, acción ejercida por los tres niveles de gobierno y supervisada por la Dirección de Derechos Humanos.
La resolución de dicha acción fue por el peligro de incendio al que estaban expuestos, debido a que existían «diablitos» que permitían a los residentes temporales la carga de sus teléfonos y conexión de algunos electrodomésticos.
En la comunidad actual, las cosas son distintas: no hay conexiones ilegales, ya que municipio facilita algunas tomas eléctricas para mantener la seguridad.
Sin embargo, un posible desalojo podría ser «el tiro de gracia», para los albergues que están prácticamente saturados, así lo hizo conocer Miguel Ángel González, presidente de la Red de Albergues «Somos Uno por Juárez».
Pese a desconocer la cantidad aproximada o certera de casas de campaña migrantes, el activista y religioso consideró que el posible desalojo podría traer consecuencias, tanto positivas como negativas.
El problema, acorde con el también pastor, es que «si son 700 personas, los albergues actualmente están saturados y definitivamente no habría espacios a donde ir».
Por otra parte, el impacto positivo de la probable acción municipal, sería una sensación de seguridad para la comunidad juarense y también para los migrantes.
Aunque, aglomeraciones tales como las antes citadas podrían tener en gran medida una solución integral, con la correcta información para los viajantes y el activista aseguró que agencias humanitarias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) trabajan de manera constante para brindarles información.
Lamentablemente, muchos de lo migrantes, especialmente venezolanos, no la desean, agregó.
«Para ser honesto, la mayoría no está interesada en la información que se le pueda brindar, sino en el hecho de tener la oportunidad de poder cruzar de la forma que sea, entonces no están oyendo», puntualizó González.
Crisis migratoria es una crisis humanitaria
La crisis de migración que deriva en una crisis humanitaria marca un futuro mediato incierto, tanto para quienes están de paso como para población juarense, ya que el incendio del INM solo es una muestra de las irregularidades en el manejo de la situación por parte de las autoridades federales, mientras que Municipio y Estado se mantienen en una inacción casi total.
CBP One es la esperanza de poder solicitar asilo de manera legal, sin embargo, a una semana de su lanzamiento en enero del presente año, ésta colapsó y no logró el supuesto cometido de su diseño: simplificar la entrada legal de migrantes.
La desesperación es el el alimento que invade el día a día de quienes atravesaron alrededor de cinco mil kilómetros para buscar un mejor porvenir en Estados Unidos, alimento que muchas veces sustituye al real, al que nutre.
Suciedad, altos precios en uso de sanitarios, falta de agua, comida y un sueño interrumpido son parte de las adversidades por las que pasan los migrantes, los habitantes de este colorido campamento.