En el momento de perder la vida, un búho es el encargado de llevarse las almas a un lugar feliz, un lugar al que llaman los “campos de caza”. Así es la muerte para la comunidad Ndé, ahora pueblo originario “Paso del Norte” y mejor conocido como “Apache”.
Entonces, la transición de la vida hacia la muerte no es un adiós desgarrador sino un paso solemne hacia una tierra eterna donde las almas encuentran paz y felicidad, explica Martín Tafoya, representante de la Comunidad Ndé en Ciudad Juárez.
Dice que el hermano búho (un ave sagrada para este pueblo) es quien guía al espíritu del fallecido hacia ese otro mundo y, al verlo volar, saben que alguien ha dejado este plano, pero que está en buenas manos, pues en sus alas lleva el alma a los campos de descanso.
En contraste con la celebración del Día de Muertos en México, para ellos, la muerte no es algo que celebran ni siquiera recordarse con nostalgia o con la parafernalia típica de la cultura mexicana: a los muertos se les deja en paz.
Tafoya indica que para su pueblo, el “hermano búho” tiene una función especial: es el encargado de escoltar el alma hacia su destino final, por lo que apenas alguien fallece, esta ave bate sus alas en un vuelo silencioso para llevarse al difunto a ese otro mundo, pues su papel es el de mensajero espiritual.
“Nosotros no celebramos a los fallecidos (…) En nuestra cultura tradicional, en el momento en que alguien de nuestra cultura fallece se va a descansar, se va a los campos de caza. En cuanto fallece llega el hermano búho volando y se lleva el alma o espíritu del fallecido al lugar feliz, a los campos de caza”, dice.
Para los Ndé, la muerte no es vista como un final trágico, sino como el inicio de una nueva etapa en un espacio pacífico, libre de los problemas y aflicciones del mundo terrenal.
Los fallecidos simplemente se van a un lugar feliz. Una vez que mueren, ya no hay dolor ni problemas y tampoco existe el cielo o el infierno, sino un mundo al que todos pueden ir en paz, detalla Tafoya.
Los Campos de Caza: El destino final
Los “campos de caza” son una visión única del más allá, un lugar sin castigo ni recompensas, donde todos los “apaches” van a descansar sin importar su comportamiento en vida.
No hay juicios, ni cielos ni infiernos. En cambio, este destino eterno se asemeja a las praderas y montañas donde sus antepasados cazaban bisontes y venados. Entonces, los grandes campos de caza se convierten en el símbolo de la libertad y la paz que encuentran en el otro lado.
El lugar feliz es un sitio donde, al igual que sus ancestros, pueden volver a cazar y estar en contacto con la naturaleza, por lo que las almas descansan entre praderas y ríos, rodeadas de paz y de la conexión con el mundo que habitaron en vida.
Esta perspectiva, la muerte significa un regreso a los paisajes naturales que tanto valoran, lo que subraya la relación de la Comunidad Ndé con la naturaleza y el ciclo de vida.
El acto de despedir a un integrante del pueblo originario “Paso del Norte” se realiza de manera sobria y respetuosa, pero en lugar de flores o altares, sus seres queridos construyen un montículo de piedras sobre el lugar donde descansa el cuerpo.
A veces, colocan una cruz, no como un símbolo cristiano, sino como representación de los cuatro puntos cardinales, que son sagrados en la cultura Nde.
“El sepulcro es un montículo de piedra con el que se cubre el cuerpo. Algunas tribus ponían una cruz, pero no es un símbolo cristiano. La cruz para nosotros es un símbolo sagrado, pero tiene otra representación son los cuatro puntos cardinales y también representa el número cuatro, un número sagrado para nosotros”, señala Tafoya.
Esta cruz puede también pintarse con los colores sagrados que son el blanco, negro, amarillo y azul, elementos que conectan el sepulcro con su espiritualidad.
El uso de estas piedras y de los colores es una manera de respetar el descanso eterno del difunto, quien ahora ha cruzado hacia los campos de caza y no debe ser perturbado.
Un lugar feliz
A diferencia de otras tradiciones que promueven la idea de un castigo o recompensa después de la muerte, para la Comunidad Nde, todos tienen derecho a un descanso pacífico.
No importa si alguien fue “bueno” o “malo” en vida, pues para ellos la muerte simplemente es el paso hacia un estado de felicidad y libertad.
Además, para los apaches, no existen jerarquías o juicios después de la muerte, sólo un paso hacia la serenidad y el regreso a la naturaleza.
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En este sentido, la cultura Nde difiere de las concepciones religiosas que promueven el miedo o la devoción como caminos al cielo, pues para ellos esta visión evita el dolor de imaginar a los seres queridos en un posible sufrimiento y promueve, en cambio, la idea de una unión eterna con la tierra.
“No creemos en un infierno ni en un castigo. Todos vamos al mismo lugar, a un lugar feliz. Ese es nuestro descanso final”, agrega.
Los Espíritus de la Montaña y el Espíritu Creador
En la cosmovisión apache, además del hermano búho, existen otros guardianes conocidos como los Gaan o espíritus de la montaña, también conocidos como “crown dancers”.
Estos guardianes, considerados mensajeros del Espíritu Creador, cuidan de la comunidad y representan los elementos naturales.
“Lo más cercanos serían los mensajeros o ángeles, pero no propiamente lo vemos como ángeles, son los Gaan o los espíritus de la montaña, los ‘crown dancers’. Ellos representan a los elementos de la naturaleza. Ellos serían los enviados por el Espíritu Creador”, señala.
También que el Espíritu Creador es la fuente de toda vida en la naturaleza, aunque no es un dios antropomorfo, sino una entidad que se manifiesta en las montañas, ríos y praderas.
Este Espíritu Creador ha dotado a cada ser de una función específica en el equilibrio del mundo y, al morir, cada alma regresa a este ciclo de vida natural.
Con una perspectiva que ve la muerte no como una tragedia sino como un regreso, este pueblo originario considera este paso como un retorno al lugar del que vinieron.
La muerte para ellos es una forma de liberación y de reconexión con los elementos naturales que los han rodeado durante su vida, por lo que, en lugar de temerla, la ven como el momento en que el alma finalmente encuentra la paz, liberada de las preocupaciones humanas y rodeada de una felicidad eterna.
“La muerte es un regreso al origen, al lugar donde realmente pertenecemos. Los campos de caza nos devuelven a la naturaleza y allí descansamos en paz”, dice.
Esta concepción, para ellos, la muerte no es un adiós, sino el inicio de una nueva etapa en armonía con el mundo natural, donde las almas siguen cazando, caminando y viviendo en paz en un lugar feliz: los campos de caza.