En la calle Río Bravo, dentro de la colonia Franja Sara Lugo, cerca de Rancho Anapra, un mural rebosa color, con formas llamativas y rostros, donde aparecen figuras icónicas del «ganster rap» como Dr. Dre, Eminem, Snoop Dogg, Ice Cube y Mac Miller.
Sus rostros están pintados con tal detalle que parecen observar directamente a quienes se detienen frente al muro, pues destaca entre casas, las bardas y el bullicio constante de la frontera.
No hay palabras escritas, pero el mensaje es que el hip hop no conoce fronteras, por lo que esta pieza es más que una simple pintura: es una declaración cultural en pleno cruce entre dos países.
Refleja cómo la cultura urbana estadounidense ha echado raíces también del lado mexicano, llevando consigo ritmos, estilos y mensajes que ahora viven en muros y corazones.
En este punto de la ciudad, donde la frontera está siempre presente, todo se mezcla: idiomas, sabores, sonidos, por lo que el mural es testimonio de esa fusión que no requiere pasaporte ni permisos.
Lo anterior, luego de que las nuevas restricciones migratorias impuestas por la administración estadounidense han cerrado rutas legales y complicado el acceso al asilo, dejando a muchos sin opciones.
Ángeles Mensajeros reciben a migrantes deportados tras el arribo de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos / Foto: Edgar García
Ese es el caso de Paola Quiróz, una migrante colombiana que vivió en Ciudad Juárez durante varios meses esperando una oportunidad para ingresar legalmente al país vecino.
Ahora, cansada del estancamiento y la incertidumbre, toma la difícil decisión de regresar a casa.
«Ya la mayoría se está yendo. Se va. Están agarrando para Costa Rica, ya pierde uno la esperanza y nosotros ya nos vamos para Ciudad de México a esperar los vuelos para devolvernos», platicó.
Desde el 20 de enero, cuando Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos, se han endurecido los procesos de asilo, se han cerrado rutas legales y se han intensificado los operativos de control fronterizo.
Migrantes en la Puerta 36 durante el 2024, acapando en la zona del Río Bravo / Foto: Edgar García
Estas medidas han dejado a miles de personas atrapadas en ciudades fronterizas como Juárez, donde los recursos, la seguridad y las oportunidades son limitadas para las familias migrantes.
Paola, como muchos otros, llegó con la esperanza de reconstruir su vida en otro país. Sin embargo, ante el cambio en las reglas del juego y sin apoyo suficiente, optó por retornar.
El muro fronterizo que divide a Ciudad Juárez y El Paso en la zona de la Milla Cero / Foto: Eva Ramírez
Su historia refleja una tendencia creciente en la frontera: la migración forzada en reversa, empujada no sólo por la política estadounidense, sino también por la falta de condiciones dignas de estancia en México.
El pasado de esta ciudad no sólo se cuenta en libros, también se lee en sus paredes, pues un mural en el Centro Municipal de las Artes (CMA) sintetiza la compleja y rica historia de Juárez desde sus cimientos hasta su identidad contemporánea.
El mural fue creado en 1977 por el artista José Guadalupe Díaz Nieto, el cual cuenta la historia de Ciudad Juárez desde sus raíces prehispánicas hasta el siglo XX.
Basada en documentos históricos y literarios, la obra es una línea de tiempo visual que recorre momentos fundacionales, conflictos armados, cambios territoriales y símbolos de identidad, explicó José Rodríguez, guía del CMA.
El pasado de #CiudadJuarez no sólo se cuenta en libros, sino también se lee en sus paredes. Un mural en el Centro Municipal de las Artes (CMA) sintetiza la compleja y rica historia de de esta frontera desde sus cimientos hasta su identidad contemporánea.
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El hombre guía a los visitantes por este recorrido histórico con un relato que inicia en 1558, cuando el capitán Gaspar Pérez de Villagrá llegó a estas tierras, acompañado por un indígena que lo orienta dibujando una rosa de los vientos en la tierra.
Villagrá formaba parte de la expedición de Don Juan de Oñate, quien, el 30 de abril de 1598, celebró una gran ceremonia de toma de posesión y la conversión de los llamados “indios mansos”, un término engañoso, ya que eran pueblos combativos.
En 1656, un fraile procedente de San Francisco llega a la zona con vino y promesas: enseñar a cultivar uvas a cambio de construir templos con materiales duraderos.
De ahí nace, en 1662, la Misión de Guadalupe, junto a lo que hoy es la Catedral, una de las construcciones más antiguas de la ciudad. La resistencia indígena no tardó en surgir.
El mural fue creado en 1977 por el artista José Guadalupe Díaz Nieto / Foto: Eva Ramírez
En 1680, una rebelión forzó al gobernador Antonio de Otermín a huir de Santa Fe y establecerse en estas tierras, donde fundó la Villa Paso del Norte.
Su nombre completo: «Nuestra Señora de Guadalupe de los Indios Mansos del Río de Paso del Norte».
Un mural que narra siglos de historia fronteriza
Durante el siglo XIX, Benito Juárez llega a esta villa buscando refugio del conflicto con Francia y respaldo internacional.
Desde aquí, escribe a Matías Romero, representante en Washington, solicitando apoyo de Estados Unidos. El 30 de julio de 1888, en su honor, la villa deja atrás su antiguo nombre y se convierte oficialmente en Ciudad Juárez.
La historia continúa en 1909, cuando Porfirio Díaz se reúne con el presidente estadounidense William Taft en el antiguo edificio de la Guardia. Este acto precede la colocación de la primera piedra del Monumento a Juárez, inaugurado el 16 de septiembre de 1910.
Su arco fue traído desde Morelos y las esculturas fueron fundidas en Italia por encargo del porfirismo. Tras la Revolución, Díaz se exilia y muere en Francia, cerrando una era.
En 1945, se convoca un concurso para diseñar el escudo oficial de la ciudad. El proyecto ganador fue de Armando González de Gávez, dibujado por José Cisneros y complementado por Alberto Torazas, quien añadió la leyenda: “Refugio de la Libertad, Custodia del Águila”.
El Centro Municipal de las Artes es el edificio de la Antigua Presidencia Municipal, construido en 1685 / Foto: Eva Ramírez
El escudo incluye un caballero águila, cinco llamas sangrantes, tres clavos, un candado, una llave y el monumento a Juárez. Cada elemento representa lucha, resguardo, libertad y el espíritu de la frontera.
Entre símbolos, conflictos y memoria colectiva
Con el tiempo, el propio edificio del CMA ha sido testigo de transformación, pues sufrió daños durante lapresidencia municipal de José Molina, pero fue restaurado entre 1947 y 1949 por iniciativa de Carlos Villagrán, quien mandó traer cantera volcánica desde la Ciudad de México y contrató a canteros especializados para devolverle su esplendor arquitectónico.
El mural también da lugar a símbolos menos visibles, pero igual de significativos. Aparecen armonios entre los campos que una vez habitaron afrodescendientes; florecillas negras que aluden a la industria paisajista y la herencia africana.
Mural en el Centro Municipal de las Artes / Galería: Eva Ramírez
También cuenta con rosas de Castilla, la primera flor traída por los españoles; huásparo, piñeros y cabezas de ganado que hacen alusión a la ganadería y al explorador Álvar Núñez; una lanza y un mosquetón que recuerdan los enfrentamientos entre pueblos originarios y colonizadores.
El mural no omite el conflicto, pero exalta el refugio. Tanto Benito Juárez como Francisco I. Madero encontraron en esta ciudad un espacio estratégico.
Tanto Benito Juárez como Francisco I. Madero encontraron en esta ciudad un espacio estratégico / Foto: Eva Ramírez
Madero se refugió en la “casita de Huerta”, hoy símbolo de resistencia, ubicada cerca del actual Rancho Anapra.
En el fondo, se observan el Cerro del Mazo y el Cerro de Juárez, atravesados por el Río Bravo: testigos de la historia compartida entre México y Estados Unidos.
Del arte a la memoria: el legado del CMA
La obra mural también aborda la historia del parque El Chamizal. El nombre, según cuenta Rodríguez, proviene de un error de pronunciación estadounidense.
El conflicto territorial comenzó cuando el cauce del Río Bravo se desplazó, lo que derivó en el Tratado de Guadalajara.
Este acuerdo estableció que la frontera seguiría el punto más profundo del río, lo que generó disputas entre ambos países durante décadas.
Aunque el presidente John F. Kennedy impulsó la devolución del territorio, fue Lyndon B. Johnson quien concluyó el acuerdo.
En una ceremonia formal, el presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz recibió el terreno, consolidando lo que hoy forma parte del territorio nacional.
Frente al edificio del CMA se encuentra el mercado popular Cuauhtémoc, construido tras un incendio que destruyó la primera plaza de toros. Este espacio funciona como mercado artesanal, reflejando las raíces culturales vivas de la ciudad.
Actualmente, el Centro Municipal de las Artes resguarda el mural que cuenta la historia de ciudad Juárez, pero también forma nuevas generaciones en disciplinas como la danza, la música y las artes plásticas.
En sus muros y aulas se preserva una historia compartida que sigue nutriendo la identidad de Ciudad Juárez como cruce de caminos, territorio de resistencia y la puerta de América.
Sin apoyo gubernamental y dependiendo únicamente del esfuerzo colectivo de madres y padres de familia, la profesora Elizabeth Nieto alza la voz hoy, pero no para hablar de su trayectoria educativa —que suma ya 43 años— sino para pedir algo tan básico como urgente: ayuda para alimentar a sus estudiantes.
La escuela primaria Francisco González Bocanegra, ubicada en Riberas del Bravo IX, al oriente de Ciudad Juárez, es más que un espacio de enseñanza, pues es un refugio en medio del deterioro urbano y social.
Mari, una de las madres voluntarias, coordina el #comedorescolar de la maestra Elizabeth Nieto, en la zona de Riberas del Bravo etapa IX. Su día comienza a las 11:30 de la mañana y, junto a otras dos mamás, prepara la comida para más de 150 niños en #CiudadJuarezpic.twitter.com/DanoBqhqfa
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Desde ahí, la directora Elizabeth Nieto ha impulsado uno de los proyectos más comprometidos con la infancia: un comedor escolar sostenido a base de donaciones voluntarias y el trabajo desinteresado de madres de familia.
“Porque aquí lo que necesitamos es recurso para que los chicos coman. Estamos en Riberas 9, un contexto que yo llamaría desolado en cierto momento, de abandono por muchas formas: en las calles, en la basura, en un sinfín de cosas”, dijo.
La historia de esfuerzo que comenzó con una promesa rota
El comedor inició durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, como parte de la “Cruzada Nacional contra el Hambre”, pero la ayuda del programa federal duró apenas dos meses.
A partir de entonces, padres de familia y docentes organizaron turnos, listas de insumos y rutinas de cocina para que los estudiantes no dejaran de recibir alimento.
«Mis alumnos preguntaban:’¿Hoy no vamos a comer?», recordó la directora.
Así se ve la entrada al comedor de la maestra Elizabeth Nieto / Foto: Eva Ramírez
Ante esta situación, no fue opción dejar que se fueran con el estómago vacío. El plan se reorganizó con tres niveles de participación: quienes compran los insumos, quienes cocinan y quienes sirven los alimentos.
Actualmente, el comedor no cuenta con ningún tipo de financiamiento gubernamental, pero sigue operando gracias a la comunidad.
Cada día, entre 150 y 250 niños reciben alimento caliente. A veces lentejas, otras veces albóndigas, sopa, banderillas, hot cakes o caldo.
Sopas, lentejas o hot cakes forman parte del menú para los niños / Foto: Eva Ramírez
El menú es sugerido por una nutrióloga que realiza su servicio social en la escuela, quien diseña las porciones y equilibra los nutrientes. Las madres de familia lo ejecutan con cariño, creatividad y, muchas veces, con lo mínimo.
Mari, una madre voluntaria que alimenta a más de 200 niños
Mari, una de las madres voluntarias, coordina el comedor. Su día comienza temprano: llega a las 11:30 de la mañana y, junto a otras dos mamás, prepara la comida para que esté lista entre la 1 y 2 de la tarde. Luego, durante tres horas, los niños entran por grupo para recibir su plato de comida.
“Ellos se acercan a preguntarme qué va a haber hoy, si mañana va a haber comedor. Trato de variarles la comida. Les preparo desde unas lentejas hasta hot cakes. Los niños están contentos con lo que les damos”, platicó.
Ella, como muchas otras madres, no recibe pago alguno. Su único incentivo es saber que su hijo también es beneficiado.
El comedor pide una cooperación voluntaria de 5 y 10 pesos a los niños que pueden pagar, dependiendo del menú.
El comedor de la maestra Nieto brinda alimentos a entre 150 y 200 niños / Galería: Eva Ramírez
Con ese dinero se compra gas, agua o condimentos. A quienes no pueden contribuir económicamente, igual se les sirve el alimento, pero a nadie se le niega un plato de comida, aseguró la maestra Nieto.
Un espacio de dignidad en medio del abandono
Para la directora, el alimento no es un lujo ni un servicio extra: es un derecho humano básico: “El alimento no se puede negociar. Es diario y es un derecho para ellos”, afirmó.
Señaló que en una comunidad donde el transporte es escaso, las calles están llenas de baches que parecen cráteres y el entorno está plagado de basura, el comedor es un oasis de cuidado y estructura.
“No es agradable que nuestros niños se levanten y vean un montón de basura afuera de sus casas. O que sepan que el coche de sus papás no funciona porque nadie repara las calles. Aquí no existe apoyo alguno. Si observas, no hay hoyos: hay cráteres”, agregó la docente.
Frente a este contexto de precariedad, el comedor no solo alimenta cuerpos, también alimenta esperanzas.
Madres de familia preparando los alimentos del día / Foto: Eva Ramírez
Pues para muchas madres solteras o familias donde ambos padres trabajan en maquiladoras, este servicio es esencial. Sin él, sus hijos estarían expuestos a jornadas escolares en ayuno o mal alimentados.
Homenaje que se convierte en un llamado urgente
La profesora Elizabeth Nieto recientemente recibió un reconocimiento por sus 43 años de servicio como maestra y directora, pero aprovechó ese homenaje para lanzar un llamado colectivo.
“Aquí nadie se ha acercado: ni estatal, ni federal, ni municipal. A pesar de las promesas de campaña, seguimos sin apoyo. Ni siquiera un acercamiento para el comedor”, expuso.
Sin embargo, más que dinero, lo que solicita es apoyo sostenido: despensas, insumos, utensilios, becas alimentarias o simplemente, voluntad institucional.
Niños almorzando en el comedor escolar de la escuela primaria «Francisco González Bocanegra» / Foto: Eva Ramírez
Sueña con que el comedor se mantenga en manos de los padres, pero con respaldo técnico y económico que lo haga sostenible a largo plazo.
“Con esa disposición y esas ganas de ver la sonrisa de los chavos, nuestras madres de familia apoyan a su escuela. Hicieron 300 buñuelos el otro día, ¿saben lo que es freír 300 buñuelos en un día? Olvídense, tan solo imagínenselo”, platicó.
Educar desde la periferia
La docente explicó que siempre ha trabajado siempre en zonas marginadas, pero cree que los maestros deben estar donde más se les necesita.
“Siempre he trabajado en la periferia, en los cinturones de pobreza, porque ahí es donde debemos transformar la realidad”, comentó.
Para ella, la docencia va más allá del aula, pues es una misión social, un compromiso con la comunidad, por lo que sus exalumnos, muchos ya adultos, la buscan, la recuerdan, le agradecen.
“Mi mayor satisfacción es cuando me encuentran después de 20 o 30 años y me dicen: ‘Maestra, ¿se acuerda de mí?’ Ahí veo que hemos crecido juntos”, añadió.
El comedor necesita apoyo, ahora
El legado de la maestra Nieto es una muestra de lo que significa educar con el corazón, sostener con convicción y resistir con ternura, pero su proyecto más vital es el comedor escolar, el cual atraviesa por una etapa crítica.
Expuso que sin donaciones ni respaldo oficial, el riesgo de que los niños se queden sin alimento es cada vez más real.
El comedor de la maestra Nieto cuenta con el apoyo de madres y padres de familia voluntarios / Foto: Eva Ramírez
Por eso, su llamado no es sólo para el gobierno, sino a toda la comunidad, para las empresas, organizaciones civiles, profesionistas, estudiantes, ciudadanos o cualquiera que quiera sumarse; con granos, con aceite, con tiempo, con recursos o con difusión, porque todo cuenta.
“Lo más importante somos nosotras mismas. Y cuando estamos convencidas de quiénes somos, podemos mover el mundo. Porque si paran las mujeres, se para el mundo. Pero si las mujeres nos organizamos… lo podemos cambiar”, sentenció.
De acuerdo a los datos que transcendieron por parte de las autoridades, la víctima de sexo biológico masculino, fue abandonada en una bolsa negra en la colonia Che Guevara el pasado sábado 10 de mayo.
Hija de mujer trans exige justicia a través de redes sociales
Aunque fue localizada aún con vida, los golpes contusos que presentaba en todo el cuerpo le ocasionaron la muerte momentos después.
En el marco del Día Internacional de los Museos y como parte de las actividades del Jane’s Walk, el Cine Universitario de la UACJ anunció el ciclo de proyecciones “La narrativa del caminar”.
Se trata de una serie de tres películas que exploran la ciudad, el desplazamiento y la relación entre personas y espacios urbanos.
Las funciones se llevarán a cabo en la sala Arturo Ripstein del Centro Cultural de las Fronteras, e iniciarán este miércoles 14 de mayo a las 6 de la tarde con la película “Alice in den Städten” (Alicia en las Ciudades) del director Wim Wenders.
Las funciones continuarán el 16 de mayo a las 6de la tarde con “Sans toit ni loi” (Sin techo ni ley), dirigida por Agnès Varda.
El viernes 17 de mayo, a las 4 de la tarde se proyectará el documental “Citizen Jane: Battle for the City”, dirigido por Matt Tymauer y producido por Cari Green, centrado en la activista urbana Jane Jacobs.
El cierre del ciclo se realizará con la caminata Jane’s Walk que se llevará a cabo ese mismo día a las 6 de la tarde.
Calendario de actividades ciclo de cine Jane’s Walk
Las funciones están abiertas al público en general con entrada libre, por lo que la comunidad universitaria y el público fronterizo están invitados a asistir y reflexionar sobre el caminar como un acto de exploración, resistencia y apropiación del espacio urbano.