El cuerpo como una recopilación de detalles y cosas que no tienen sentido. Sólo sé que me mantiene en una parte, sujeta en algo a lo que llamamos tiempo y espacio.
El cuerpo comienza cuando otro lo menciona, y a partir de palabras se construye el cuerpo. Las primeras palabras, en muchos casos, como el mío, pueden estar llenas de amor:
Qué lindos ojos
¡Mira esas pestañas!
Tu piel es del color de la miel
La primera vez que supe que mi cuerpo no era bien recibido en el espacio y tiempo fue cuando un taxista me dijo “pinche indio”. Tenía nueve años.
Antes hacían referencia a que mi piel era sucia pero nunca entendía el por qué si todos los días me bañaba. Fue hasta ese día, a los nueve años, donde supe que mi cuerpo no era querido.
¿Qué es un cuerpo no deseado? Una casa inhabitable. Una terreno baldío del color de la tierra.
Comencé a odiar mi cuerpo cuando me di cuenta que mi color de piel por más que lo lavaba no se me quitaba el color.
Me decían que el cuerpo idóneo era el cuerpo blanco, pues el blanco es sinónimo de no estar sucio. Me hicieron creer que estaba sucio: me bañaba y me bañaba.
Mi color cambió al color de las heridas, y mi piel se tornó del color de la sangre, mas nunca blanco. Pasado el tiempo llegaron cosas peores, como darse cuenta que el cuerpo cambia.
Siempre se ha visto al cuerpo como una casa, como un templo, tu cuerpo es un templo, ¿qué significa eso?
Cuerpo. Del latín corpus.
1. m. Aquello que tiene extensión limitada, perceptible por los sentidos.
Me limito a mis bordes y mis sentidos, apenas los que comprendo.
2. m. Conjunto de los sistemas orgánicos que constituyen un ser vivo.
Soy un conjunto de sistemas, ¿habrá un sistema solar en mis adentros?
Casa. Del latín casa.
1. f. Edificio para habitar.
Templo. Del latín templum.
1. m. Edificio o lugar destinado pública y exclusivamente a un culto.
No me siento edificio ni de concreto ni me siento algún lugar destinado a un culto. Odio todo lo que tiene carácter sectario. Por lo tanto, descarto ambas palabras para definir al cuerpo.
El cuerpo es una vivienda:
Vivienda. Del latín vulgar *vivenda ‘cosas con que o en que se ha de vivir’, y este del latín vivendus ‘que ha de vivirse’, gerundivo de vivĕre ‘vivir‘.
1. f. Lugar cerrado y cubierto construido para ser habitado por personas.
A pesar del cuerpo construirse como una vivienda no tiende a saberse de tal forma, el cuerpo es como la concha de un caracol: cargamos con nuestra única casa hacia todos lados y sin poder adentrarnos en ella como los cangrejos o los caracoles.
Vivimos constantemente en una casa que nos expone, como si fuera de un material transparente y nada resistente. Ahí comprendí que el cuerpo no es escudo. A lo mucho es una especie de plástico que sirve para que las bacterias no nos pudran.
No todas las viviendas se adecúan a nuestras necesidades, las viviendas las hacemos habitables, pero eso no las vuelve cómodas en primera instancia. El cuerpo como una vivienda que se debe volver habitable.
El cuerpo como algo que podemos aspirar a habitar y coexistir, más allá de las palabras y de las descripciones. Más allá de lo que sentimos cuando nos mencionan que no somos habitables, que no somos vivienda.
El cuerpo, para este momento, es un nido de historias que jamás te contaron, sólo heredaste, y una constante de preguntas sin responder, como el sonido de fondo que ignoramos.
La piel y el oído son partes del cuerpo. Ambos sentidos no podemos controlarlos: todo el tiempo sentimos, aunque lo olvidemos, de la misma manera en la que escuchamos. El cuerpo es el lugar común para sentir.
Mi corazón busca con la boca, según Dolores Dorantes. Mi corazón lo llevo en la boca, pero también al caminar. Recuerdo —siento con el corazón— que de pequeño me bamboleaba al caminar. Camina como hombre decía mi padre. Yo no sabía qué era un hombre, seguro algo externo al cuerpo, pero sabía que quería caminar así.
Mi bocacorazón hablaba en tonos muy agudos, era requerido para ser parte del coro hasta la secundaria. Mi hermano se sorprendía cuando podía imitar las voces de los personajes femeninos de los animes en japonés. Mi voz nunca fue de hombre. Mi boca nunca lo fue, mi corazón tampoco. Igual que la piel, la voz no era vivienda, el tono no era hogar. Habla como hombre, ¿qué es ser hombre? ¿Por qué ser hombre es tan molesto y no me permite ser?
Ahí comencé a darme cuenta que mi cuerpo no era el lugar correcto para existir, simplemente era lo que construían al rededor de mí y tenía que acatar las leyes como un soldado raso sin raciocinio alguno.
¿Qué tanto se puede habitar en lo que te dijeron que era inhabitable?
Pasa el tiempo, llegan más cuerpos: te comparan, y te juzgan como si sus palabras fueran las únicas que existen, y te califican. Adjetivo, adjetivo, adjetivo: el cuerpo como albergue de los adjetivos. Y así te forman, sabiendo si eres vivienda o no, recordándotelo con ciertos adjetivos que se incrustan en tu cuerpo, como si las palabras tuvieran forma y peso, como si fueran manos que te moldean. y fueran como espinas que se quedan en la ropa, el en pelo, en la piel. El cuerpo como aquello que se amolda a la palabra.
Tras ser un albergue de adjetivos te valoran, y deciden si tu cuerpo importa. Cuerpos que importan, como los cuerpos que menciona Butler. A su vez, y de esta forma, ves a tu cuerpo como un objeto dado a ser borrado entre las caravanas si no cumples con ciertos requerimientos. Esta lista de exigencias depende de cada persona, cultura, rama filosófica, posición ante el gobierno, posición de poder, medidas adecuadas, rasgos adquiridos y una lista de nunca acabar. El cuerpo, ahora, como un objeto olvidado lleno de adjetivos que te hieren y que con cada mirada te lesionan más. El cuerpo como una vivienda de heridas, el cuerpo como andamios repletos de fisuras.
Yolanda Segura dice que un cuerpo ocupa un espacio. En cambio, una persona hace un lugar, algo que se pausa.
¿Y si el problema siempre fue que me vi como un cuerpo y no como una persona? Así hago un lugar mi cuerpo, algo que puedo poner en pausa. Pauso el dolor y los adjetivos, y borro las heridas y me adorno de constelaciones. Me nombro con el nombre que siempre se adecuó a mi vida y a mis recuerdos más amados.
Decir persona
como quien dice
madame bovary soy yo
Dice Yolanda Segura, y me siento Madame Bovary, pero no me siento enteramente ella, no me siento él, no sé qué soy, sólo me habito deformemente a lo que la sociedad me dice, el cuerpo como un lugar incompleto, el cuerpo como no saber cómo habitarse, pero saber cómo quieres habitarte. Y a partir de ese lugar comienzo a narrarme, desde el querer habitarme más allá de lo que puedo o no puedo hacer. El cuerpo como un milagro habitarse a la manera que tu quieras y no la que te exigen:
Volverse a armar, así lo expresó Dolores Dorantes
Te das cuenta que tu cuerpo fue juzgado por un montón de estereotipos que no tienen sentido: tu nariz nunca fue del pasado de los indios, fueron de los Atanasio. Hombres blancos. Hombres que eran representados en los biombos japoneses con narices inmensas.
Y te das cuenta por la familia que lo porta, y te das cuenta al ver a tu bisabuelo hermano de tu abuela: la nariz tenía una connotación errónea, así como todo tu cuerpo.
Y te das cuenta que la piel tiene más propiedades que sólo los comestibles. Eres algo más allá de la miel y de la noche que son los adjetivos que reinaron tu vivienda. Y no le das un adjetivo, sólo es.
Y no la hieres, sólo es. Porque tu cuerpo es algo más allá que un albergue de palabras, el cuerpo no debe ser un chaleco antibalas. El cuerpo nunca fue un escudo, ya lo sabías, pero hasta ahora lo reflexionas con calma, hasta ahora puedes calmarte porque ya no hay balas en el camino que te angustian.
Y así descubres y te reconstruyes la vivienda dándote cuenta de lo que eres.
Uno construye el tiempo uno construye su cuerpo. Y lo adecúa a lo que siempre fue para volverlo su propia vivienda y no la vivienda de otros. Una persona construye su cuerpo para construir su tiempo, y que estos se vuelvan vivienda.
Renombrarse hasta poder habitar nuestra propia vivienda.
Renombrarse las veces que sea necesario.
Dolores Dorantes lo resumiría:
Uno construye el tiempo. En esta etapa se buscan soluciones. Un atributo de tus circunstancias. Agotar. Perder. Cambiar. Resignificar. Repetir. Uno construye el tiempo. Odiarse como un Dios. Uno construye las circunstancias. Di que eres una nube.
MAR PALACIOS, Nace en Xalapa, Veracruz, México. El 17 de noviembre de 1997. Aficionada a las artes en general. Con el título de Licenciatura en Escritura Creativa y Literatura en especialidad Poesía, escribe poemas, haiku y ensayos, le apasiona traducir en su tiempo libre, sobre todo del japonés, ha participado en congresos con lecturas de poemas y ensayos. Sus escritoras favoritas es Hiromi Kawakami y Mieko Kawakami.