En México, el muralismo nace en 1920 como producto de la Revolución acaecida en el país durante aquella década.
El auge de este movimiento artístico se concibe con la idea de difundir de una forma masiva una nueva identidad nacional nacida del mismo movimiento revolucionario, así como la realidad social y política que en ese momento se vivía en el país.
El muralismo funcionó como un pilar educativo de la nueva maquinaria política que surgía con la caída del caudillismo como máximo estandarte del poder político, la cual necesitaba difundir la nueva vida pública del país.
Por esta razón es que esta grandes obras artísticas fueron plasmadas en las paredes de los más importantes edificios públicos.
Durante su periodo más prolífico, de 1921 a 1954, la producción de murales estuvo a cargo de diferentes y talentosos artistas que tenían en sus manos la difícil tarea de plasmar la nueva visión social de la identidad nacional legitimada por la Revolución Mexicana.
El Movimiento Muralista Mexicano adquiere el prestigio que hasta hoy día conserva gracias a la diversidad de sus componentes estéticos que surgen de manos de los muralistas más destacados como lo fueron David Alfaro Siqueiros, José clemente Orozco, Diego Rivera y Rufino Tamayo.
Como la misma historia del muralismo lo dicta, los grandes exponentes del Movimiento Muralista Mexicano son artistas varones, sin embargo ¿Existió lugar en dicha corriente artística para las mujeres?
A lo largo de los años, los murales realizados por los artistas antes mencionados han gozado de reconocimiento internacional y han ocupado las principales paredes de los más importantes edificios públicos, no obstante, existe una diversidad de obras de mujeres que forman parte de uno de los movimientos artísticos más importantes en la historia de nuestro país.
Edificios como el Centro Escolar Revolución, el mercado Abelardo L. Rodríguez, Ciudad Universitaria, entre otros, albergan murales realizados por mujeres muralistas, de las cuales desafortunadamente se habla poco debido a la influencia e impacto del trabajo de quienes son considerados “Los tres grandes del muralismo”.
Como la misma historia del muralismo lo dicta, los grandes exponentes del Movimiento Muralista Mexicano son artistas varones, sin embargo ¿Existió lugar en dicha corriente artística para las mujeres?
A lo largo de los años, los murales realizados por los artistas antes mencionados han gozado de reconocimiento internacional y han ocupado las principales paredes de los más importantes edificios públicos, no obstante, existe una diversidad de obras de mujeres que forman parte de uno de los movimientos artísticos más importantes en la historia de nuestro país.
Edificios como el Centro Escolar Revolución, el mercado Abelardo L. Rodríguez, Ciudad Universitaria, entre otros, albergan murales realizados por mujeres muralistas, de las cuales desafortunadamente se habla poco debido a la influencia e impacto del trabajo de quienes son considerados “Los tres grandes del muralismo”.
LAS MUJERES EN EL MURALISMO MEXICANO
Considerada la primera muralista de México, Aurora Reyes, originaria de Chihuahua, pero radicada en la Ciudad de México, donde tuvo la oportunidad de estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria.
Ahí conoció a Frida Kahlo, con quien formó una buena amistad, relación que a la postre tendría una influencia en sus pinturas ya que estas se enfocaron a resaltar los problemas de los desprotegidos y mostrando una marcada inclinación por los rostros femeninos.
Con uno de sus más importantes murales llamado «Atentado a las maestras rurales», el cuál se encuentra en el Centro Escolar Revolución, la muralista intenta reflejar a una maestra rural golpeada y arrastrada de los cabellos por un hombre que a la vez destruye un libro, mientras el cuerpo de la mujer es tirado enérgicamente por otro hombre.
Según algunos críticos de su obra, con este mural la autora “valora el papel de la mujer en las luchas sociales de México”.
ATENTADO A LAS MAESTRAS RURALES. FOTO:SECRETARÍA DE CULTURA
Discípula de Frida Kahlo, así como asistente de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, se encuentra Fanny Rabel, una artista de origen polaco, especializada en pintura de caballete, grabado, escenografía y pintura mural, otra mujer que forma parte del Movimiento Muralista Mexicano.
Llevó a cabo sus estudios en La Esmeralda, tomando clases de muralismo con Frida Kahlo.
Cuando la salud de Kahlo le impide seguir asistiendo a La Esmeralda, convoca a sus alumnos a tomar clases en su casa de Coyoacán y forma un reducido grupo de jóvenes artistas a los que llaman “los Fridos”, grupo del que forma parte Fanny Rabel.
Si bien, la obra de Rabel no tuvo tintes políticos, su técnica se inclinaba a cuestiones emotivas, así lo representa en su mural en el Museo Nacional de Antropología llamado «Ronda en el tiempo», el cual representa a la niñez mexicana a lo largo de la historia, asimismo.
Otra de sus obras se puede admirar en el Centro Cultural Israelita, mural en un gran acrílico que cuenta la compleja historia del pueblo judío que tituló «Sobrevivencia de un pueblo por su espíritu».
Originaria de Guatemala, la artista Rina Lazo inició en el muralismo en la década de 1940. Llegó a México en 1946 , después de ganar una beca para estudiar pintura en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda.
Tras un año residiendo en México, Lazo logra convertirse en asistente de Diego Rivera, primero en la obra «Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central», después logra seguir colaborando de la mano de Rivera trabaja en los murales del Cárcamo del Río Lerma, en los del Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, en los del Hospital de la Raza y en el mural Gloriosa Victoria.
Dichas colaboraciones le valieron tener una profunda amistad con el muralista.
Fue en 1965 cuando tiene sus primeras obras protagónicas al ganar un concurso para reproducir a escala natural las pinturas mayas del Templo de Bonampak.
Es hasta 1992, durante la remodelación de la sala maya del Museo de Antropología e Historia, donde Rina Lazo finalmente obtiene una pared, Pintando el mural «Venerable abuelo maíz», basada en el Popol Vuh, el libro sagrado de los Mayas.
Mientras que al interior de México se gesta el muralismo como uno de los más importantes movimientos artísticos de contenido social durante 1920, en el exterior artistas emergentes preparaban maletas para viajar al país atraídos por dicho movimiento, entre estos jóvenes aventureros se encuentran las hermanas Marion y Grace Greenwood, originarias de Brooklyn, Estados Unidos.
Poco después de llegar a México, las hermanas Greenwood tienen un acercamiento con Pablo O’Higgins, quien le enseña la técnica del fresco por lo que comienzan a aplicar dicha técnica en murales intervenidos en Taxco, Morelia y la Ciudad de México.
De las obras más significativas de las hermanas Greenwood se pueden observar dos al interior del Mercado Abelardo L. Rodríguez, ubicado sobre República de Venezuela en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Grace Greenwood pintó la obra «La minería»; a su vez Marion Greenwood plasmó «Los alimentos y su distribución por el canal de la Viga» y «La industrialización del campo».
Ambas realizaron el mural «Trabajadores de todos los países, uníos». Dichas pinturas reflejan la lucha de las clases sociales, la lucha obrera, el anticolonialismo y la libertad de expresión.
Si bien, las mujeres muralistas tienen mucha más presencia en dicho movimiento artístico, las antes mencionadas llevaron a cabo algunas de las más famosas obras usando esta técnica y las cuales aún podemos disfrutar como parte del patrimonio material que se conserva en la ciudad de México.
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