Danzan, oran y piden con fervor por su vida a la Santísima Niña Blanca. Un culto entre el clandestinaje y la creciente fe
“En el nombre sea de Dios, Padre Todo Poderoso, en el nombre de mi madre la Santísima Muerte, amén”. Un caracol suena y luego un grito, un llamado: “¡Santísima Muerte, Santísima Muerte!”, después la voz de la sacerdotisa Mayra Gallegos Pérez, quien da una oración junto a los fieles.
El templo de los Diez Mandamientos a la Santa Muerte es uno de los siete santuarios activos en donde se rinde culto a la “Santa Niña Blanca” en Ciudad Juárez.
“Fue creado como manda y agradecimiento a la Santísima Muerte por un favor que ella me concedió”, dijo Mayra, quien pidió por la salud de su hija y años después por los embarazos de sus hijas.
En esta vivienda, adaptada como templo, hay más de mil representaciones de la Santa y cada una tiene un color, un poder.
Al fondo está el altar a la Santa Muerte “Belicona”, son tres grandes figuras cubiertas con mantos tricolores, aunque predomina el rojo. Hay una bandera mexicana a la derecha, dos Santas portan fusiles, algunas tienen billetes desde uno hasta 100 dólares, ese dinero es una ofrenda de los que piden a la muerte por su vida.
Muchos son policías, otros son los que persigue la autoridad, pero todos puede entrar a rezar: “Le piden a ella por protección de cada día en su trabajo, es a la que más llegan a pedirle”.
Aquí el dinero no es lo que vale, sino la fe y la devoción, porque también pueden ser dulces, cigarros, botellas de tequila, cerveza, aguardientes, fotos, flores… un artículo que una al que pide y a la que otorga.
En la sala contigua está la Santa Muerte embarazada, el altar de la Concepción donde se cuida de las parturientas.
Su cabellera larga y negra fue donada por una creyente. “También le dicen la de los milagros”, dice Mayra, señala la foto de un bebé que ya había sido desahuciado en el hospital: “Gracias a Dios y a ella, el bebito está muy bien ahorita”.
Esta Santa impresiona no sólo por su gestación, también por sus delicados detalles maternales, en su falda hay fotos de bebés enfermos, sus madres ruegan a la Niña Blanca que no se los lleve.
También hay muñecas, peluches, zapatitos, chambritas… la Santa tiene una tiara de una quinceañera, otro obsequio en veneración. Flores cuelgan en su pecho, es como la madre que protege a sus hijas antes y después del parto.
“Casi toda mi familia es creyente, desde pequeña decidí creer en ella, así fue creciendo el amor hacia ella”, menciona Mayra.
Frente a la Concepción se encuentra la Santa Muerte Azteca, figuras enmarcadas con elementos de la civilización mexica, un altar emblemático unido a la muerte como deidad. El sincretismo que emergió de las culturas prehispánicas y las cristianas.
“Dios nos creó, nos dio la vida y creemos en el Ángel de la Muerte que fue enviado por Dios para llevarnos a la vida espiritual”, explica.
Ceremonias fúnebres, bautizos y bodas
En este templo se ofician bodas, quinceañeras, bautizos y ceremonias fúnebres, rituales muy similares a los de otras religiones, como la católica.
Enseguida de la Santa Embarazada hay otro altar, en frente hay un reclinatorio en donde se hincan las parejas para casarse.
La Santa está vestida de novia, en su mano izquierda lleva su hoz o guadaña y un ramo de flores, en la mano derecha tiene al mundo y en ese brazo las parejas dejan sus lazos matrimoniales: “Esto significa la unión que están haciendo con la Santísima Muerte”.
Si están dispuestos amarse todos los días de su vida hasta que la muerte los separe, deberán contestar con un sí.
La protección entre la vida y la muerte está en un altar negro con morado con una gran pantera detrás. Ahí las santas son tres: una en una túnica morada y brillante, con velo y corona. Tiene varios collares, piezas artesanales hechas por la sacerdotisa.
Otra de ellas tiene una pata de gallo y otros elementos esotéricos y hay una santa sentada vestida de novia y con tiara.
En la esquina con una larga cabellera natural, la primera Santa del templo tiene uñas largas y pintadas con flores lilas. En medio de ellas, el protagonismo es de Jesucristo, que yace en una cruz rodeado de flores.
Mayra aclara que la devoción a la Santa no tiene nada que ver con mitos de maldad o el diablo, alrededor de ella, la devoción al creador se complementa con amor a la santísima.
En el altar principal se encuentra un tipo de sacristía, hay agua de aromas color rosa en una pila, semejante al agua bendita. Ahí, la sacerdotisa ofrece su misa, oraciones en las que piden protección a la Santa.
A sus espaldas hay otras grandes figuras, la principal cubierta en telas tricolores, una verde y una morada, que custodian a la oradora. Antes de comenzar, los devotos hacen un llamado con un caracol.
En la entrada del templo hay una pila y una fuente en donde se realizan los bautizos. “Se hace oración, misa y se hace el bautismo en la fuente”, dice.
Frente a esta pila están otras tres santas y en la esquina derecha otra, son esculturas de 1.80 metros, aproximadamente.
En el espacio frontal, los danzantes de la Tribu Apache Pieles Rojas de la Santa Muerte ofrecen sus bailes en la colonia Arecas I.
Tribu Apache Pieles Rojas
“Danzarle a la Santa Muerte es oración para ella. Es agradecimiento por todo lo bueno que ella nos brinda, primordialmente, darnos un día mas de vida”, platica.
Los matachines son grupo de percusionistas y danzantes que ofrecen un fervor a la Santísima Muerte. La mayoría son jóvenes creyentes, también hay niños, que son muy buenos para tocar el tambor.
En un inicio el grupo se llamaba Cristo Rey, pero debido a resistencia y agresión de grupos de católicos adoptaron el nombre de las etnias originales de la región, denominándose la Tribu Apache Pieles Rojas.
Cada miembro porta un animal que representa una fuerza de la naturaleza, hay águilas, lobos, etc., en el grupo portan cuatro grandes estandartes que se inclinan ante la Santa.
“La tribu significa unión, un grupo de guerreros unidos en una sola devoción, en la tribu siempre va a haber un guía, una persona que dirige y enseña a los demás”, menciona la sacerdotisa.
“Iniciamos bailando, poco a poco, la devoción nos fue ayudando a danzar, es muy diferente una danza de tribu apache a una danza de nagüilla o naguilla”.
Mayra considera primordial la devoción de la tribu, “hay que tener mucha dedicación porque todos mis danzantes son devotos a la Santa Muerte”.
Entre los percusionistas hay dos niños y su ritmo es muy notable, toman la calle Bugambilias y reciben el apoyo de los vecinos.
“Sin tambores no hay danza y aquí lo primordial son los tambores, como dicen mis danzantes, nos incitan a danzar (…) “Danzamos todo el año, todos los fines de semana”, cuenta.
Recorren de la calle a los altares del templo, pero también acuden a lugares por pedido especial, danzan y rinden su tributo a la Santa.
Observar esta danza nos lleva a un recorrido cultural prehispánico combinado con el cristianismo impuesto con violencia en el continente. Este sincretismo hace que las raíces mestizas ensamblen la devoción con los ritmos de los grupos originarios.
Los caracoles y cuernos dan pauta a los tambores indios que exaltan a los pies a saltar y hacer sonar los caracoles atados a los huaraches, los danzantes empiezan a vocalizar en lo los gritos apaches dedicados a la Santa Muerte, evocan a la tribu a combinar las columnas de danzantes que entran y salen del altar a la calle.
Son artistas admirables, su ritual es con gran respeto, los percusionistas bajo el sol marcan la pauta en notas altas y bajas.
Los saltos, las banderas, los tambores, la entrega, los cantos y las voces se fusionan en un ritual que mezcla la vida y la muerte.
Uno de los tamboreros, nos comparte Mayra, se sumó a la tribu en agradecimiento a un favor a la Santa Muerte.
Pidió alejar a su madre de la adicción a las drogas, a cambio ahora le toca el tambor con gran compromiso y entrega. “Seré fiel a ella hasta el último día que me deje tamborearle”, así se comprometió en la tribu.
En un costado de la entrada del templo está la Santa Muerte Dorada, la que concede prosperidad económica. Ahí la tribu decidió posar para una imagen que abarca al grupo completo después de danzar. Su líder es una mujer, su voz es fuerte, como su devoción. “Muerte querida de mi corazón, no me desampares con tu protección”.
“Somos personas muy sinceras y somos de las que mas respetamos a otras religiones. Por ejemplo, cuando hacen las fiestas patronales en la Catedral nosotros no somos bien recibidos, hicieron juntas para que nos excomulgaran y nos corrieran de sus fiestas. En San Lorenzo hace cuatro años o cinco hubo una danza que nos agredió a golpes, traíamos niños y no les importó”.
Ante la autoridad fueron también discriminados y los acusaron de iniciar la pelea. “Este año volvimos por petición de la gente que nos admira y ahora sí no hubo problema”.
Los Diez Mandamientos de nuestra Santísima Muerte se ubica en la calle Praderas de Bugambilias en Arecas I y abren de lunes a viernes de mediodía a 6:00 de la tarde.
La capilla de Camino Real
En un punto muy alejado de Arecas, al norponiente de la ciudad, se encuentra en el Camino Real. Ahí hay una capilla a la Santa Muerte, ha ido creciendo, antes era un diminuto altar, ahora son tres, después de casi dos años. Una vez fue vandalizado (robado), nos platica su cuidador, quien optó por el anonimato.
En el lugar una joven llora por su hermano, fue asesinado el año pasado, tenía 17 años. Él solía refugiarse en esta capilla.
“Había dejado una foto, pero se perdió, es la primera vez que vengo sola, siempre venía con él (…) Ahora se mira más bonito, más grande, le traje veladoras, cigarros, es normalmente lo que yo le traigo”, cuenta.
Ella tiene 26 años y desde los 18 adora a la Santa Muerte. Llora al hablar de su hermano y recordarlo, “Creo que va a crecer más aquí, al rato ya no vamos a caber”.
Ahora con la celebración del Día de Muertos sabe que la Santa recibirá matachines y muchos regalos. “No vamos a caber (…) Antes de que creer en la Santa Muerte creía en San Judas Tadeo, claro, mi padre Dios primero”.
Esta capilla, aunque sencilla, tiene una amplia colección de figuras de la deidad “Flaca”, afuera tiene una serie de reglas a seguir: “No se permite ningún tipo de brujería”, ni prender cigarros arriba de las figuras, se permiten “solo agradecimientos y protecciones”.
El horario es de 8:00 de la mañana a 9:00 de la noche, su nombre oficial es el Santuario de la Santa Muerte J & R. “Todo lo que desees de mi padre Dios y mi Flaka te lo multiplique” (sic.). Atrás, a un costado, en el Cerro Bola se puede apreciar el mensaje: La biblia es la verdad, léela.
El milagro del Padrino
“Creemos en la Santa Muerte porque hay cosas que el de arriba o el de abajo no te pueden conceder”, dice Julio César Díaz Ramírez, de 38 años.
Él es el sacerdote o “El Padrino” de la Iglesia y Santuario a la Niña Blanca, ubicado en calle Cerro de las Cruces y bulevar Óscar Flores. Es el segundo más antiguo de la ciudad, está por cumplir 16 años de actividades, aunque su primer edificio estaba en la colonia La Cuesta.
La vida de este hombre “es un milagro”, como comenta su madre doña Leticia, la señora del templo: “Es un milagro viviente, toda la gente que lo vio nunca decayó nuestra fe en la Santa Muerte”.
El 25 de diciembre de 2022, Julio César caminaba entre las calles Sierra Morones y Sierra de los Armadillos (en la colonia La Cuesta) cuando fue atacado por una jauría de perros, más de una decena.
Lo dejaron casi con los brazos desprendidos, la cabeza abierta, las piernas destrozadas, casi todo su cuerpo fue mordido, en el Hospital General le daban pocas esperanzas.
Los canes resguardaban un terreno de la antena propiedad de Mega Radio, pero la empresa no se responsabilizó por los hechos.
“Hasta la fecha no se han hecho responsables, ahí se lo dejo a ellos, también tienen hijos”, menciona Julio.
“En mi caso yo le pedí un milagro y me lo concedió y aquí estoy”, asegura “El Padrino”. Tras este milagro su fe creció a la Santísima Muerte, su templo también creció, tienen mas de 5 mil figuras de la Santa, todos los artículos han sido donados por los fieles.
“Al mediodía se reza el Rosario (…) los domingos llegan a venir hasta 400 personas”, pero además, como comenta mostrando sus brazos y heridas.
“Nunca hemos dejado de dar misa, no hemos cerrado ni un día”, esto es parte del agradecimiento por no haber muerto.
“Nosotros no influenciamos a la gente a que no crea en Dios, antes de empezar nuestro Rosario decimos: -Señor ante tu debida presencia te pido permiso para orar este santísimo Rosario en honor a la Santa Muerte, mi querida Niña Blanca-”.
Al igual que en el templo de Arecas, se realizan todo tipo de ceremonias, desde bautizos, quinceañeras o bodas, se tiene muy clara la relación del Dios como creador de la santa.
“En nuestras letanías: Dios hijo redentor del mundo, Dios espíritu santo… siempre mencionamos al creador de la Santísima Muerte” (y muestra un folder con sus oraciones).
Julio César aclara que como en todo, hay gente buena y mala, “hay gente que hace cosas malas, rituales, cosas rara, hay personas que hacen cosas malas, pero no todos somos iguales, acérquense e investiguen un poco para que vean que el león no es como lo pintan”.
El ambiente es familiar, no se permiten bebidas alcohólicas, mucho menos drogas. La única que recibe cigarros o botellas es la Santa.
Los días 31 de octubre y hasta el 3 de noviembre son los grandes festejos del Día de Muertos, “echan la casa por la ventana”, ofrecen comida, música en vivo, champurrado, dulces, todo lo que los fieles deseen compartir para festejar a “La Flaca” y a sus difuntos.
Incluso en marzo, con la llegada de la Primavera, la Santa Muerte va en procesión hasta Samalayuca, sus fieles vestidos de blanco acuden a cargarse de energía del sol.
Doña Leticia sí considera que su iglesia es única en la ciudad, ya que en el templo no hay otras imágenes religiosas que no sean de la santa, “otras tienen a Dios, a Cristo, nosotros no tenemos otras imágenes religiosas”.
También explica que la primera iglesia en la ciudad estaba ubicada en la avenida Gómez Morín, se llamaba el Santuario de la Santísima Muerte (2010), de ahí se derivaron las que siguen activas en la frontera.
La del Kilómetro 27, por ejemplo, la hizo el señor Benito, “él estaba aquí con nosotros antes”.
“El culto está creciendo, antes éramos más clandestinos o de closet, ahora a la gente ya no le interesa el qué dirán, se sienten bien”, menciona “El Padrino”.
Dice también que es “un lugar de oración, aquí encuentran mucha paz y tranquilidad. Y los que no creen que respeten”.
Personas de muchos puntos de Estados Unidos llegan al templo a pedir favores, hay de todo, agentes de migración, traileros, gente de gobierno, trabajadores con sus familias, viajan por horas para llegar a sus altares.
“Por fe él volvió de la muerte”, dice doña Lety al ver a su hijo, la puerta a su templo seguirá abierta mientras la Santísima lo permita.
Una santa clandestina
En 2005, la Secretaría de Gobernación (Segob) canceló el registro constitutivo al culto de la Santa Muerte, al considerar que violentaba la ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, por estar relacionada a rituales esotéricos.
Un antecedente que pudo influir fue el caso conocido como el de “Los Narcosatánicos”, que a pesar de que era más cercano a cultos como la Santería, en 1989 escandalizó al país, ya que fueron asesinadas varias personas, incluyendo el sobrino de un senador estadounidense.
La sede de este grupo estaba en Matamoros, Tamaulipas, eran personas que dedicaban al narcotráfico y secuestro.
En cuanto a la ley mencionada, el Artículo primero garantiza a los ciudadanos:
a) Tener o adoptar la creencia religiosa que más le agrade y practicar, en forma individual o colectiva, los actos de culto o ritos de su preferencia.
c) No ser objeto de discriminación, coacción u hostilidad por causa de sus creencias religiosas, ni ser
obligado a declarar sobre las mismas.
Mientras que el Artículo Sexto:
Las iglesias y las agrupaciones religiosas tendrán personalidad jurídica como asociaciones religiosas una vez que obtengan su correspondiente registro constitutivo ante la Secretaría de Gobernación, en los términos de esta ley.
En el aspecto religioso, la Santa Muerta también considerada una fe profana. En esencia para las religiones de origen cristiano, la muerte es considerada un castigo de Dios (o del creador) debido al pecado original, expuesto en su libro principal, la Biblia, en el apartado de Génesis, capítulo 2, versículos 16 y 17:
“Puedes comer de todos los árboles del jardín; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás en modo alguno, porque, el día en que comieres, ciertamente morirás”.
Al ofrecer Eva (la primera mujer) a Adán (el primer hombre) del fruto prohibido y ambos comerlo, se crea la muerte, por el desacato a Dios.
Para los creyentes de la Santa Muerte, en cambio, la muerte es una entidad creada por Dios, o bajo el control del creador y por lo tanto es divina. Aunque también hay corrientes que la consideran como un ente independiente del bien (dios) o el mal (el diablo), nos existen un dogma.
Esta santa además de ser guía de las almas en tránsito hacia la muerte puede ser intermediadora o protectora de quienes le rezan, de ahí el polémico sincretismo de origen y de su relación con Dios, de acuerdo con las explicaciones de los encargados de los templos que fueron entrevistados.
En el caso particular de Julio César, él asegura que si se hubiera arrepentido de sus pecados en el hospital, hubiera muerto, en cambio se encomendó a la Santa Muerte para que le permitiera vivir, esto muestra la relación y diferencias entre sus creencias cristianas y la devoción por la Niña Blanca.
En la frontera de Juárez con más de un millar de homicidios dolosos anuales promedio, esta santa clandestina debe su popularidad “al desamparo” que sienten sus fieles al estar entre la vida y la muerte, como El Padrino, muchos optan por ella porque “Dios ya no los escucha”.
El culto sin fronteras
El culto a la Santa Muerte sigue buscando su reconocimiento legal y el respeto, ya que ha evolucionado desde su origen con los pueblos originarios, en especial los mexicas, hasta su renacimiento y auge en los 50 en la Ciudad de México, en donde se encuentra sus raíces.
La sacerdotisa que propagó el culto actual es “Doña Queta”, que en 2001 abrió el primer altar en la calle Alfarería, en el popular y peligroso barrio de Tepito. Ella tiene actualmente 78 años y es sobreviviente de cáncer, además de ser una mujer católica, como ha dicho en innumerables entrevistas en medios nacionales e internacionales.
Pero en Juárez, la fundadora del primer templo no ha tenido la misma suerte. Su nombre es Yolanda Salazar, su iglesia abrió entre 2009 y 2010, ella está desaparecida.
Desde entonces, de acuerdo con sus colegas de culto: “De eso no hablamos, no nos corresponde”, simplemente desapareció, pero tampoco hay pesquisa en la Fiscalía.
La Santa Muerte es una parte compleja de la cultura mexicana, llena de devoción y con la necesidad de reconciliar a las deidades prehispánicas con el fervor cristiano, también a fieles cuya creencia se rige entre el peligro, la violencia y el desamparo. En Juárez el culto sigue creciendo, ya no tan clandestino, pero tampoco aceptado del todo.
Mayra y El Padrino mantienen sus templos con las puertas abiertas, los vecinos en ambos sectores han protegido y adoptado a este culto como parte de su comunidad y entorno. Oran, danzan y rinden tributo a la santa, esperando con fe que los proteja de una muerte violenta o inesperada, pero sobre todo son devotos a la Santísima Niña Blanca, sea aceptada o no.
**Este reportaje fue elaborado por Ruth E. González, quien se encargó de la redacción, la fotografía y la producción del video y que publicamos en colaboración con Circuito Frontera**