A pesar de la creciente visibilidad que ha ganado el consumo de cannabis en el país, sobretodo cada 20 de abril, en México la lucha por los derechos de los usuarios de mariguana enfrenta aún profundas barreras culturales, legales y sociales.
Así lo expresó Francisco Servín, integrante del Movimiento Canábico Mexicano, quien forma parte de esta red de activismo desde hace casi dos décadas.
Dijo que el movimiento como tal tiene entre 15 y 18 años, quizá ya los 20, por lo que ha sufrido varios cambios en este tiempo, sin embargo, la intención sigue siendo la misma: abrir el diálogo, generar conciencia y lograr que los políticos entiendan que el consumidor de cannabis no es un criminal.
Aunque en lugares como la Ciudad de México se han logrado avances, tales como foros y mesas de diálogo con autoridades, en otros sitios como lo es Ciudad Juárez las movilizaciones son más simbólicas.
Servín indicó que el 4/20 no tiene un carácter formal de protesta, sino más bien representa una “fiesta de los consumidores” donde se crean espacios de reconocimiento mutuo, actividades culturales y consumo abierto, aunque aún con estigmas y sin respaldo institucional.
Mencionó que hay poca relación con las autoridades porque, desde el principio, el consumidor es deslegitimado, puesto que lo ven como drogadicto o delincuente y eso impide que lo escuchen.
Asimismo también falta que la academia entre al debate, pues el cannabis se criminaliza sin que se analice como tema de salud pública o cultural.
Estigma social
Uno de los principales obstáculos, añade Servín, es el estigma histórico que arrastra el consumo de cannabis en México.
Un fenómeno que, afirmó, tiene raíces coloniales y racistas, y que ha sido reforzado por imaginarios sociales que asocian al “mariguano” con la pobreza, la vagancia y la criminalidad.
“El lenguaje tiene mucho que ver. La palabra grifo, por ejemplo, además de referirse a quien usa marihuana, también significa tener el cabello desordenado o estar ebrio”, comentó.
Mientras que, a quien toma alcohol se le ha desligado de esta connotación negativa, pero al consumidor de cannabis se le sigue viendo como alguien improductivo o de bajos recursos.
Otro de los puntos que Servín consideró urgente es visibilizar la contradicción legal que viven hoy en día los usuarios: mientras se reconoce el derecho al consumo personal, sigue siendo ilegal comprar, vender, transportar o cultivar la planta.
“Es un sinsentido. ¿Cómo vas a consumir algo si no puedes conseguirlo? Eso coloca al usuario en el peldaño más bajo de la cadena del narcotráfico y lo convierte en víctima, no en criminal”, señaló.
El activista también criticó lo que califica como “arbitrariedad en la aplicación de la ley”, al recordar casos recientes como el de jóvenes en Juárez que fueron detenidos por grafitear y portar droga.
“A uno de ellos le encontraron más de 14 gramos de cristal y lo soltaron al día siguiente. Pero si hubiera traído un porro, seguro se quedaba más tiempo en detención. ¿Qué lógica es esa?”, cuestionó.
Para Servín, la verdadera transformación no se logrará únicamente con marchas ni con leyes aisladas, sino con una reforma cultural profunda que incluya al sector académico, al sistema judicial y a las autoridades de salud pública.
“No se trata de romantizar la planta, sino de tratarla con seriedad, con información y con respeto hacia quienes la usan de manera responsable”, agregó.
Y aunque el 4/20 ya pasó, el mensaje sigue resonando: la conversación sobre el cannabis en México apenas comienza, por lo que no debe reducirse a una celebración anual.
“Debemos mantener el diálogo abierto todos los días del año”, concluyó Servín.