Enojo, frustración e impotencia son los sentimientos que manifiestan Jorge, Rolando y Jefferson, tres migrantes venezolanos que viven en el campamento instalado en Los Hoyos de El Chamizal, cerca de Presidencia Municipal.
Con baños portátiles, tiendas de campaña, colchonetas y un refrigerio tres veces al día es como viven los migrantes en este espacio.
Jorge, Rolando y Jefferson duermen en la misma carpa, en la parte posterior del campamento, sin embargo, muchos otros lo hacen en tiendas de campaña alejados de las tres carpas principales.
Jefferson y Rolando se quejan principalmente de la comida que las autoridades les brindan: un sobre de atún, galletas saladas y un jugo.
“Es como una provisión para un niño, eso lo traen en la mañana, a mediodía y en la noche, lo mismo”, mencionó Jorge.
Jefferson platicó que ha sido deportado dos veces y está a la espera de volver a ingresar a los Estados Unidos.
Mientras que Rolando tiene dos meses en México y espera reunirse con su familia en el país vecino del norte, por su parte, Jorge viene solo y espera ingresar al otro lado de la frontera.
“Nosotros organizamos aquí, hacemos nuestras comidas porque lo que nos traen aquí es cómo matar el hambre porque de verdad todo eso que nos traen a nosotros nos da más hambre que lo que nosotros hacemos aquí. Aquí hacemos fogatas, cocinamos arroz, pasta, pollo”, dijo Jorge.
Rolando mencionó que muchos de los utensilios que usan para cocinar los han comprado ellos con su propio dinero, pues la comida que les llevan no les quita el hambre.
También se quejan del trato de las autoridades, pues fueron agredidos debido a una riña que sucedió el sábado pasado, en donde a Jorge le dijeron que lo iban a meter preso.
“Los grupos que estamos aquí somos casi una familia, somos tranquilos”, señaló.
Expuso que debido a las deficiencias que existen han optado por utilizar los baños portátiles para bañarse, sin embargo, cuando todos están ocupados, muchos deciden bañarse al aire libre con cubetas, a la vista de quienes pasen por el campamento.
Asimismo, su ropa la lavan y secan al aire libre, en las bardas de contención que rodean a todo el campamento.
Jefferson dijo que cuando los trasladaron, lo único que había en las carpas eran los aires acondicionados y dispensadores de agua, sin embargo, ellos son los que se encargan de abastecer los aires con agua, de lo contrario no pueden funcionar.
“A mí no me llega el aire, yo lo que agarro es puro polvo aquí y tengo la nariz casi rota”, mencionó.
Al respecto, Santiago González Reyes, director de Derechos Humanos Del Municipio, declaró que en el campamento hay 170 migrantes, la mayoría hombres, aunque también hay mujeres y niños.
Dijo que el espacio cuenta con baños, piso de madera, electricidad, así como diariamente se les provee de 15 garrafones de agua purificada, además de que las carpas cuentan con dispensarios en su interior.
También que por parte de Grupo Beta del Instituto Nacional de Migración se les brinda un refrigerio tres veces al día; a las 8 de la mañana, 1 de la tarde y 7 de la noche.
“No puede ser comida caliente porque no tenemos cocina y no tenemos con qué transportar ese tipo de comida. Todas las personas que anteriormente iban a llevarles algún tipo de apoyo, ahora van allá al campamento”, mencionó el director.
Según Santiago González, el Municipio y el Gobierno Federal se comprometieron a darles un espacio más seguro, aunque tampoco no esperan sustentarlos al cien por ciento.
Asimismo, activistas sociales en esta localidad que defienden a la población migrante y que han dado seguimiento al incidente de registrado en el Instituto Nacional de Migración el pasado 27 de marzo, donde 40 personas perdieron la vida y 27 más resultaron lesionadas comentaron que no se está cumpliendo con lo que prometieron en el campamento.
Sobre este tema, Connie Gutiérrez, socióloga y activista social en esta frontera señaló que mover a los migrantes a la fuerza de la Presidencia ha sido el peor error que ha cometido el Ayuntamiento local.
“Les prometieron tantas cosas: desayuno, comida y cena, y no ha sido cómo ellos han dicho. Hay que hacer que la gente se entere que los migrantes están en peores condiciones que los que estaban afuera de las instalaciones del Instituto Nacional de Migración”, señaló Gutiérrez.
Dijo que es importante que la comunidad juarense sepa que los migrantes deben de ser los que tienen la voz, ya que muchos de ellos tienen miedo a expresarse por represalias de las autoridades.
Finalmente, agregó que temen que la situación “se les vuelva a salir de las manos” a las autoridades, por lo que se está contemplando realizar acciones por parte de varios integrantes y colectivos derechohumanistas.