Rifa
El letrero en el zoológico decía: Se rifa una jirafa por tan solo $100 pesos el boleto. Cómo son los animales favoritos de mis hijos, al verlo de inmediato me pidieron que les comprara un boleto, así que nos dirigimos a dónde se encuentran las jirafas.
El lugar estaba atestado de personas, las filas eran muy largas y ante la insistencia de mi gente me
formé para comprar mis boletos en lo que ellos recorrían el parque.
Las filas, aunque muy nutridas avanzaban rápido y después de un poco más de la hora, ya tenía en mis manos los tan codiciados boletos.
A las 12 de la tarde empezó la rifa, aquello era una locura; el Sol, la gente, niños llorando y un apretujadero terrible.
Por micrófono una voz de mujer dió algunas instrucciones y una de ellas decía “El primer número
del boleto que digamos, es, el ganador. Si la persona que tiene ese número no aparece después de darle un minuto de tiempo, ese boleto queda descalificado y así será hasta que aparezca el número premiado”.
El premio se entregará inmediatamente, con su permiso de SEMARNAT, y a partir de ese momento
cualquier cosa que suceda con el animalito es responsabilidad del ganador. El Zoológico no se hace responsable de nada.
Les vamos a dar 5 minutos, para que todos tengan su boleto en la mano y no existan malentendidos. Buena suerte a todos los participantes.
A los cinco minutos volvió a decir “Pongan mucha atención por favor el número ganador es el 820, ocho, dos, cero”. Esperó unos segundos y nadie levantaba la mano ni nada.
“Ochocientos veinte a la una, ochocientos veinte a las dos y ochocientos veinte a las tres, ese número, queda fuera”.
Continuamos, ahora el número ganador es… el 1126, uno, uno, dos, seis. –se esperó otro rato y dijo–mil ciento veintiséis a la una, mil ciento veintiséis a las dos, mil ciento veintiséis a las tres, ese número, queda fuera. Continuamos. Y así pasaron ocho números más. luego dijo.
“Parece que está hermosa jirafa no se la quiere llevar nadie. Pongan mucha atención el número ganador es… El 729, siete, dos, nueve, setecientos veintinueve”.
Fue mi número… de inmediato mis hijos me dijeron es el tuyo papá, es el tuyo y yo levanté la
mano y brincando como loco, grite “soy yo, soy yo, yo lo tengo”.
La chica le pidió al público “Vamos a darle un fuerte aplauso al ganador de esta maravillosa jirafa”.
En este momento nos están viendo por televisión en todos los países del mundo, muchas felicidades, aquí está su permiso para tenerla en su casa y que la disfrute, muchas felicidades.
Se acercaron cámaras de televisión y me tomaron con mi jirafa, la gente que no me conocía
me tocaban y me decían, “felicidades”.
Los trabajadores del zoológico se arremolinaron conmigo para la fotografía, todo se volvió una locura en ese momento, me sentía como un gran artista que es perseguido por todos los reporteros.
Mis hijos y mis nietos lloraban muy emocionados. Me preguntaron mi nombre y lo pusieron en el
permiso y hicieron la entrega oficial.
“A partir de este momento es suyo este bellísimo ejemplar, felicidades Sr. Eduardo”. Yo como en la película de Rocky levanté las manos como un gran campeón.
Cinco minutos después, todos los medios de comunicación se fueron, los directivos del lugar
igual, los trabajadores también, el público se dispersó y solo nos quedamos mis hijos, mis nietos, mi jirafa y yo. Hasta entonces pensé, “¿Y ahora que hago con este animal?”.
El traslado
No sé si fue buena suerte o mala, pero mientras sean peras o manzanas me dirigí a la oficina del director. Me paré en la puerta, él volteó a verme y dijo.
—Pásele, ¿Se le ofrece algo?
—Disculpe la molestia soy el señor Eduardo me acabo de sacar la jirafa. (Pero así como lo vi
con su cara de perro molesto, dije para mis adentros, este güey me va a mandar a la fregada de
volada)
—Y… ¿que se le ofrece?
—Pues mire, vengo de Celaya con mi familia, venimos en una Voyager y cabemos muy bien, pero
meter una jirafa, pues no tengo espacio.
—Mire amigo, si usted quiere que su jirafa permanezca un día aquí, le va a costar, $3500, más
$500 para cada uno de los 5 empleados que se encargan de su cuidado, aparte, debe ir a tramitar
un permiso especial a SEMARNAT, dónde usted nos otorga de buena voluntad el cargo de su mascota exótica, para tenerla en resguardo por losdías que usted señale, creo que el costo de ese
permiso es de $5000 y se lo entregan en 3 días, si lo tramita mañana mismo.
—¡Ah caray! No señor realmente yo solo quería preguntarle ¿que si ustedes me van a apoyar con algún collarcito o alguna riatita para el traslado de mi jirafita?
—Discúlpeme señor Eduardo, pero nosotros no brindamos ese servicio.
—¿Disculpe señor director, y ustedes no compran animales exóticos?
—No señor, nosotros solo recibimos donaciones y los ejemplares deben ser animales jóvenes o cachorros. Los animales viejos aquí ya son un estorbo y por eso los rifamos.
—¡Ah caray, pues eso era todo señor director, disculpe la molestia!
Me quedé pensando ” Y ahora que chingados hago”. Me fui por mi animalito. Cinco metros de alto
y fácilmente mil cien kilos de peso. Las puras pinches patas, dos metros de alto. Pensé, “no este animal no cabe en el carro, ni en la parte de arriba, si le pongo una riata en el pescuezo y la llevo corriendo hasta Celaya me tendría que ir muy despacito y además está muy lejos, no, no se vaya a infartar. ¿Qué hago… qué hago?
Por lo pronto, se me ocurrió ver a un trabajador de los que cuidan a las jirafas y le eché mentiras diciéndole, que el director me mandaba, para que me diera una cuerda, para llevarme mi mamífero artiodáctilo.
Me quité mi cinturón y lo amarré muy bien con la cuerda. Dándole de comer hojitas a la jirafa, la hice caminar hasta la orilla de mi camioneta, se agachó a comer y así pude poner mi cinturón de
collar.
Subido en el techo, levanté la pierna como bailarina de ballet y pegué el brinco y caí montado
en el lomo de mi giraffa camelopardalis.
Me apergollé del pescuezo, me persigné y dije, “en el nombre sea de Dios. Celaya, ahí te voy
30 delatripa 84 septiembre 2024
Travesía
En el momento en que el animal me sintió montado en su lomo pegó la carrera y cabeceó cómo
loco. Yo iba bien pepenado del gaznate y en cada brinco que yo pegaba se me lastimaba la cola, pero eso sí avanzamos como diez kilómetros entre campos y arboles hasta que por fin se calmó y siguió el camino sin tanta prisa.
Estábamos muy cerca de Silao y ella solita se dirigió a un hotel a la orilla del camino. Se metió y
entró hasta donde se encontraba una alberca, abrió las patas delanteras y se inclinó a tomar agua.
Yo aproveché y me bajé a descansar las piernas y las nachas que ya la cola me dolía mucho y aún no estábamos ni a la mitad.
Me fui al frente de la jirafa jalándola con la cuerda para marcar camino. Algunos carros
empezaron a pararse.
Una señora me preguntó, que cuánto le cobraba por sacarse una foto, le contesté que cincuenta pesos y así empezaron a llegar muchas personas. Caminamos buen pedazo y la gente nos seguía
parando para sacarse fotografías, ya las bolsas del pantalón las traía llenas, ya no me cabía tanto billete.
Creo que fue buen negocio tener una jirafa. La gente seguía llegando en sus carros y la fila
empezó a crecer. Se acercó una camioneta Raptor nuevecita lujosísima color plomo con negro, alta muy grande, con vidrios polarizados y con rines de picos, llegó hasta donde yo estaba.
Desde la cabina un fulano me gritó.
—¿Uste es el dueño de la jirafa?
—Si señor, yo soy el mero dueño.
—¿No la vende?
—Pues no, no lo tengo contemplado, pero ¿cuánto das?
—No pos uste dígame cuánto, a ver si le llego. Fue entonces que me quedé pensando “está jirafa me la saqué en una rifa, con un boleto de cien pesos, ya le saqué buen dinerito con las fotos, llevármela hasta Celaya va a ser un relajo, al llegar allá, no tengo donde dejarla, yo creo que me
conviene más deshacerme de ella, mm, si yo creo es lo mejor.
—Pues tu ofréceme a ver si me conviene.
—Mire amigo yo soy el dueño del hotel donde se metió la jirafa a beber agua y me gustó como pa’ tenerla ahí y así como con ganas de hacer trato le ofrezco una camionetita Saveiro vw de modelo
reciente esta casi nueva ¿Que dice? Aunque sin pensarlo mucho, si me convenía, pero pensé en darle otro estirón.
—Ofrézcame con ganas, usted sabe bien que estos animales es muy difícil conseguirlos, es una especie que está en peligro de extinción y requieren un permiso muy especial y yo incluso se lo daría con todo y permiso. Que le parece si me da la camioneta grandota y con eso la hacemos.
—No me amuele Don, esa camioneta me costó un melon seiscientos mil bolas. Mire ahí le va mi
última oferta, usted dice si le entra o se raja. Le voy a dar mi camionetita Saveiro de vw y cien billetes de los grandes, y además uste y su familia van a tener entrada libre al hotel las veces que quieran ¿Qué dice?
—Pos no sé hable más, trato hecho.
Emprendimos camino al hotel. Me endoso la factura de la camionetita. Me hizo una transferencia
de cien billetes de los grandes y me dio una carta para que cada vez que visitará el hotel no me
cobrarán la estadía, alimentos y bebidas no entraron en el trato.
Le di el permiso para poder tener con él la jirafa y me despedí de ella. Aunque no lo crean se me salieron las lágrimas, estuvimos juntos algunas horas, pero me encariñé. Me subí a mi camioneta y regresamos a Celaya. A la semana siguiente llegó mi hijo gritando.
—¡Papá, papá! Que te parece si vamos mañana al Zoológico, dicen que van a rifar un elefante.
**Este texto se publica como una colaboración con la revista literaria delatripa, una revista hecha en México dedicada al cuento, minificción y ensayo**