Athal Wolf / Circuito Frontera
Una vez más, la voz del coro que advierte a Gittes que mida su desmesura, pero sabemos que no se detendrá como Edipo con el asunto del labriego porque su hybris supera a su areté ya que en Barrio Chino como en la obra de Sófocles la até, el destino fatal del héroe se encuentra en él desde que inicia la trama, nace con él porque el héroe es la tragedia.[1]
El repliegue en la narrativa nos indica el descenso al infierno y justo en el momento en que Gittes quiere contactar a Hollis para enmendar su ofensa éste aparece muerto en una de las presas propiedad de la familia Mulwray como si el destino tratara de advertirle a Gittes que desista en su búsqueda, pero ahora lo que inició como una infidelidad extramarital se convierte en un caso de homicidio, lo que confirma la maldición que pesa en este cosmos maldito que va en caída, como nos advirtió el solo de trompeta melancólico que abre la película como la voz profética del adivino Tiresias en Edipo Rey.
Sobre este asunto es interesante retomar la escena previa al descubrimiento de la muerte de Hollis cuando Gittes visita su mansión y antes de ser recibido por Evelyn se dirige al jardín trasero donde ve a un empleado quitar la hierba infectada por el agua del estanque que adorna el patio, una vez más el agua pantanosa y mientras el jardinero trabaja le dice a Gittes: “Mala para el jardín”, refiriéndose al agua, a la que Gittes echa un vistazo que le revela el brillo de algo en el fondo del estanque, un objeto brillante que llama su atención como si éste objeto sumergido estuviese cristalizado en el tiempo a la vez que sirve como el hilo de Ariadna que guía a Teseo en el laberinto cuando derrota al Minotauro, en este caso para Gittes es una pista que viene de la gruta que oculta la voz del oráculo como si abriésemos una cloaca donde desechamos todo aquello que no queremos ver pero cuando vuelve a la superficie regresa de forma destructiva y caótica reclamando nuestra insensatez e imprudencia al haber perturbado el orden cósmico de los dioses que aprisionan nuestro destino.
Por este motivo la tragedia en Barrio Chino da una sensación de repliegue porque sus tomas de cámara evaden aquello que los dioses no nos permiten ver para después engullirnos una y otra vez como queda evidente con la muerte de Hollis que provoca un misterio dentro de otro misterio.
El agua turbia en el estanque de la mansión de Hollis que infecta la hierba es un reflejo de la corrupción de la familia Mulwray que desvía el agua del valle que pertenece a los campesinos para llevarla a la ciudad de Los Ángeles, de hecho cuando le realizan la autopsia a Hollis el forense descubre agua en sus pulmones pero no es el agua de la presa donde fue encontrado ya que la investigación revela que es agua salada como la que se encuentra en el estanque del patio de la mansión de Hollis lo que demuestra que la semilla maldita ha estado escondida donde Gittes vio aquel destello del objeto sumergido dentro del estanque.
Estas señales que se presentan a lo largo de la película son el aviso del coro griego que nos pone en escena la tragedia que está por desencadenarse y Gittes como buen héroe trágico se verá engullido por su propia hybris que le nubla su razón si prestamos atención al diálogo que tiene con Evelyn: “Su marido fue asesinado. Alguien ha estado arrojando miles de galones de agua de los depósitos locales y se supone que padecemos una gran sequía. Él logró descubrir eso y lo mataron. Hay un ebrio en la morgue, muerte involuntaria. Pero nadie quiere detectar el problema porque no les interesa. Parece que media cuidad trata de ocultarlo y todo es perfecto para mí. Pero señora Mulwray estuve a punto de perder la nariz y me gusta […]. Y sigo pensando que usted oculta algo” (circa 49:54).
El misterio de Evelyn nos lleva a su padre Noah Cross si recordamos sus reacciones cuando habla de él sobre el conflicto del agua con Hollis que provocó la ruptura familiar, por tanto este árbol genealógico funciona a manera de laberinto y el tronco es Noah Cross, ya que más adelante descubrimos que fue él quien contrató a la mujer que se hizo pasar por Evelyn en un principio, haciendo correr el veneno del primer plano de la película al puro estilo de la tragedia griega.
Incluso Noah, usurpa la voz del coro en la escena donde charla con Gittes sobre la muerte de Hollis al hacerle una advertencia que se torna siniestra viviendo de él: “Puede creer que sabe lo que está haciendo. Pero créame no lo sabe” (circa 63: 17).

Es interesante analizar los detalles en esta escena, sobretodo en el platillo que le sirven a Gittes que es cabeza de pescado, pues recuerda aquél que estaba en el cuadro de la oficina de Yelburton,, reforzando la idea de que Gittes acabará como el pez atrapado y engullido por su propia hybris.
Si analizamos la conversación que se desarrolla en el momento en que Evelyn y Gittes comparten un momento de intimidad y él hace un recuento de su pasado como policía en el barrio chino cuando ella le pregunta “¿Qué estaba haciendo allí?” a lo que él responde “Lo menos posible” (81:44); y enseguida cuando acaban de compartir un momento sexual ella le reclama “No le agrada hablar del pasado, ¿verdad?” y Gittes le contesta “Les molesta a todos los que trabajan allá […] en el barrio chino […]. Para mí sólo hubo mala suerte […]. No puede saberse lo que está pasando. Como con usted” (84:50).
Interesante que aquí Gittes compare a Evelyn con el barrio chino que viene siendo el pasado trágico que Gittes quiere olvidar pero no puede cuando Evelyn insiste en su charla “¿Por qué fue mala suerte?” y en la respuesta que da Gittes se presenta otra anagnórisis: “Traté de evitar que lastimaran a alguien. Y terminé asegurándome que la dañaran”, a lo que Evelyn pregunta “¿Hubo una mujer involucrada?”, Gittes contesta “Por supuesto” y Evelyn vuelve a preguntar “¿Murió?” (85:15).
Es en este momento de intimidad que la voz del coro se manifiesta porque su conversación nos advierte la tragedia que impregna todo el drama, como en Edipo Rey cuando Edipo por fin se da cuenta sobre la verdad de su estirpe maldita: “Y nadie, sino yo, es quien ha lanzado sobre mí mismo tales maldiciones. Mancillo el lecho del muerto con mis manos, precisamente con las que le maté. ¿No soy yo, en verdad, un canalla? ¿No soy un completo impuro?”[2]
Cuando Gittes regresa a la mansión donde se encuentra el estanque, el jardinero vuelve a mencionar el agua salada que es “mala para el césped” lo que le recuerda el reporte de la autopsia que se le hizo a Hollis donde aparecía agua salada en sus pulmones, la misma agua salada que se encuentra en el estanque del jardín de Evelyn donde anteriormente habíamos visto un objeto brillante y que ahora el jardinero extrae para Gittes quien se da cuenta que son unos anteojos similares a los que usaba Hollis.
La muerte de Hollis sucedió en ese lugar y, en efecto, la causa de muerte fue asesinato y no por una caída accidental, como la policía había hecho creer y se apunta a Evelyn como sospechosa. Es interesante ver cómo ciertas escenas son reflejo de escenas anteriores. En este caso la segunda escena en el jardín evoca a la primera en una especie de ritornelo visual que Polanski pone frente a nosotros para hacernos ver que las secuencias de la película también funcionan como advertencias del repliegue narrativo que nos engulle en el delirio obsesivo de Gittes por descubrir la verdad.
Los diálogos del coro en Edipo Rey nos recuerdan una y otra vez la tragedia que se avecina insistiendo en el até, que es el destino fatal de la obra producto de la hybris de los personajes.
La ensoñación etílica de esta tragedia desata toda su toxicidad cuando lo que en un inicio parecía un simple caso de rutina para Gittes revela una trama envuelta en una red de apariencias y mentiras lo que nos lleva al momento climático de la película, en la que es una de las escenas mejor logradas en la historia del cine cuando Evelyn es interrogada de forma brutal por Gittes al preguntar la identidad de la amante de Hollis que se encuentra oculta en la casa secreta de Evelyn quien es cuestionada de forma furiosa por Gittes: “¡Dije que quiero la verdad!”, por tanto Evelyn se ve forzada a sacar a la luz el secreto de la gruta maldita que es su familia, que es ella misma al revelar lo siguiente a fuerza de bofetadas: “¡Ella es mi hermana y mi hija!”.
La anagnórisis se presenta como un momento desgarrador y abominable, en este caso el incesto de Evelyn con su padre Noah Cross es un eco de la tragedia de Edipo en la obra de Sófocles y la escena antes mencionada es un reflejo del interrogatorio al que es sometido el servidor por parte de Edipo cuando por fin se da cuenta que su esposa Yocasta es su madre: “¡Ay, ay! Todo se cumple con certeza. ¡Oh luz del día, que te vea ahora por última vez! ¡Yo que he resultado nacido de los que no debía, teniendo relaciones con los que no podía y habiendo dado muerte a quienes no tenía que hacerlo!”[3]. La maldición de la familia Mulwray es similar a la maldición de la estirpe de los labdácidas a la que pertenece Edipo.
La escena final regresa a Gittes al lugar donde su pasado lo atormenta, es decir al barrio chino si recordamos la historia que le relató a Evelyn por tanto la advertencia del coro queda sellada y el laberinto espinoso se repliega para engullir el cosmos y sus integrantes en el momento que Evelyn trata de huir en el auto junto con su hija, pero el até obstruye su escape cuando uno de los oficiales de policía contratados por su padre le dispara cumpliéndose así la maldición que pesa tanto en Evelyn como en Gittes, quien ve como nuevamente hizo que lastimaran a alguien a quien intentaba ayudar y curiosamente el diálogo que sale de su boca ya está poseso por el lamento del coro cuando ante el cadáver de Evelyn dice “Lo menos posible” al no haber impedido el destino fatal de Evelyn producto de su hybris.
En cuanto a Evelyn la escena de su muerte es reveladora, ya que el disparo que termina con su vida le perfora uno de sus ojos lo que cobra un significado simbólico cuando en una escena anterior Gittes se acerca a Evelyn y le dice “Hay algo en su ojo” que es una mancha en el iris; por tanto el disparo final es un eco de esta señal, similar a la advertencia que el adivino Tiresias le lanza a Edipo “y tú, que ahora ves claramente, entonces estarás en la oscuridad”[4] de ahí la sentencia final que cierra la tragedia cuando Gittes se da cuenta que ha sido engullido como el pez que no tiene escapatoria con el diálogo de su colega Walsh “Olvídalo Jake. Es el barrio chino” (circa 128:20).
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Bibliografía.
Campbell, Joseph, El héroe de las mil caras, (trad. Luisa Josefina Hernández), México, FCE, 1972, 241 pp.
Esquilo, Tragedias, (trad. y ns. Bernardo Perea Morales). Gredos, Madrid, 1986, 583 pp. [Biblioteca Clásica Gredos 97].
Gutiérrez, Fátima, “El héroe decadente” Thélème. Revista Complutense de Estudios Franceses, 2000, 15, p. 81.
Jaeger, Werner, Paideia: los ideales de la cultura griega, (trad. Joaquín Xirau). FCE, Ciudad de México, 1996, 1151 pp.
Sófocles, Edipo rey en Tragedias, 872-880, (trad. y ns. Assela Alamillo). Gredos, Madrid, 1981, p. 344. [Biblioteca Clásica Gredos 40].
Sófocles, Edipo rey, (ed. Richard Jebb, trad. Assela Amalillo). Cambridge, 57 pp.
Película.
Roman Polanski (dir.), Barrio Chino [Chinatown], (prod. Robert Evans; ed. Sam O’Steen; mús. Jerry Goldsmith; fotógr. John A. Alonzo; elenc. Jack Nicholson, Faye Dunaway, et. al.; guión Robert Towne). Paramount Pictures. Estados Unidos, 1974, 131 min., [Película].
[1] Werner Jaeger, Paideia, pp. 250-251.
[2] Sófocles, Edipo rey, 820-825, p. 342.
[3] Sófocles, Edipo rey, 1180-1185, p. 356.
[4] Sófocles, Edipo rey, 410-420, pp. 326-327.