Karenina Kanova / Circuito Frontera
Opinión
«No me llames compañero» se convirtió en una tendencia en redes sociales, lo supe en la noche que alguien me dijo «Lloraba bien raro», y pensó que me daría risa.
Me rehúso a ver el video para escuchar como lloraba esa persona, y hasta he evitado entrar en debates forzados y gastados sobre el uso de los pronombres personales para identificarnos. Me acordé del bodrio de comedia de Televisa, dónde sale Paul Yester interpretando a un mesero, que es el personaje gay estereotipado para dar risa, cuyo chiste más recordado es decir «No soy niña» llorando y exaltado, cuando los demás le trataban o mencionaban o sugerían que lo era.
Cosa curiosa, que el mismo pensamiento satírico detrás de ese chiste, es el mismo que contradice de manera seria la presencia de personas trans. Y me refiero a que si «Poliéster» no fuera chiste, y fuera una persona real que se viste de mujer y quiere ser llamada simplemente ‘Paulina’, entonces las mismas personas que le decían niña para hacerla enojar, ahora le dirían, enojadas, que no lo es.
Luego están los defensores de la Real Academia de la Lengua, que no profundizan más allá de los supuestos de que los pronombres personales solos son en masculino y femenino, y que pretenden que las normas impuestas por un continente que ni siquiera es el nuestro nos rijan. Cuando se trata de argumentar en redes sociales, todos son expertos.
Otros dicen estar en contra de la imposición de que «les quieras decir cómo hablar o dirigirse a las demás personas», como si no existieran normas de cortesía y amabilidad, si hasta el ingeniero se enoja cuando se le dice licenciado.
Hace rato una persona me decía que todo estaba en que «no debíamos dejar que lo que nos digan los demás nos moleste»; una persona heterosexual, cis y occidental. Negar nuestros privilegios, sean cuales sean, y negar este sistema en dónde obviamente se abusa del más vulnerable por mero entretenimiento, y aun con todo vanagloriarte por ello no te hace mejor persona. No todo se trata de «vibrar alto», ¿Sabes?
Personalmente no encuentro nada gracioso en una persona, llorando, frente a sus iguales. No me importa lo risible que pudiera ser su expresión emocional, ni lo injustificado que pudiera estar su enfado, hay una foto donde consta que aun lado de su nombre están escritos los pronombres con los que se identifica, nadie nunca debería ser tan sádico como para burlarse de unx niñx destrozadx.
La misma lógica detrás de que una persona se sienta herida por que le hayan llamado compañero, sugiere que es una falta de respeto vestir a un héroe revolucionario con además y accesorios considerados femeninos.
Hay mucho detrás de ese momento, no sabemos si le acosaban negándole su identidad, si acababa de pelear con alguien por lo mismo, si estaba especialmente vulnerable y esos segundos que dura el video solo fueron un grito de hartazgo de una vida adolescente a la que se le niega ser quien es.
Tu puedes aceptar o no el uso de pronombres, pero no puedes elegir o no utilizarlos con quien así lo solicita. Las personas LGBTTTIQ+ no te deben nada, por lo tanto, no están pidiendo que les aceptes; es la otredad quien debe evolucionar y dejar de burlarse de lo que no entiende, porque por mucho que lo haga, no dejará de existir y resistir.
Piensa en el apodo más ridículo o más ofensivo que alguna vez tuviste o quisieron darte ¿Y si te digo que tengo derecho a llamarte así porque la RAE me lo permite y me importa muy poco o nada como te sientes al respecto?
Hemos pasado por mucho, si en algún momento hemos requerido el milagro de la empatía como bien colectivo, es ahora.
Tengo esperanza en mi generación, que ya no se queda callada, y anhelo el día en que el humor no se base en la miseria de los, las y lxs demás.