Las mediaciones de la asociación de Andrea Rincón “Border Youth Collective”, se encuentran a sólo a unos metros de la playa, en la ciudad fronteriza de Tijuana.
En medio de una ola de calor que azota a la ciudad, se siente la suave brisa marina en el rostro y el olor que despide el mar.
Para llegar a este espacio se debe recorrer parte del muro que separa a México de “El Otro Lado”, este muro que sólo puede terminar en medio del mar. Este muro que fue el detonante para que Andrea Rincón se interesara, con tan sólo nueve años, en los temas de migración.
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Para llegar a la oficina de Border Youth Collective, hay que subir unas escaleras que están rodeadas por un mural en el que la podemos ver acompañada de otras mujeres activistas que han luchado fervientemente por los derechos de los migrantes.
Una vez dentro, el olor a incienso impregna el lugar, que al no ser muy grande, brinda una sensación de comodidad y simpatía.
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Andrea Gabriela Rincón Cortés, de tan sólo 25 años, es activista desde hace unos diez años. Su interés en la lucha y apoyo social surgió cuando era una joven que cursaba la preparatoria.
Con miras de inscribirse a la carrera de filosofía, comenzó a acercarse a espacios donde el arte y el activismo se entrelazaban.
Ahí conoció a un grupo de jóvenes universitarios que estudiaban humanidades y que la comenzaron a invitar a marchas y manifestaciones, así conoció el activismo.
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El 8 de junio de 2016 fue el último día que se supo del paradero de Diana Piggeonountt, una estudiante de apenas segundo semestre de la preparatoria Federal Lázaro Cárdenas.
Andrea Rincón también estudiaba en esa escuela por lo que inmediatamente reconoció los problemas que había en torno a la violencia de género e inseguridad.
Apenas siendo una estudiante al igual que su compañera desaparecida, explica que, “organizamos protestas y campañas, exigiendo justicia y creando conciencia sobre la necesidad urgente de combatir esos abusos.
Este doloroso episodio consolidó mi determinación de luchar por un cambio real y tangible en nuestra sociedad.”
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Me siento en una de las dos mesas que tiene Andrea en su oficina, mientras preparo mi equipo para grabar la entrevista que me ha concedido y recuerdo la primera vez que la vi hace solo unos meses: su cabello rubio y largo sobresalía del casco color rosa que llevaba puesto, mientras conducía su motocicleta.
Ahora, sentada frente a mí, con el cabello recogido en una cola de caballo, me observa mientras esboza una discreta y amable sonrisa.
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Las mañanas para Andrea comienzan cuando lleva a pasear a Mac, su perrito de pelo dorado y pecho blanco. Una parte importante de su rutina está relacionada con la meditación, pues explica que ante el hecho de trabajar con temas tan complicados, donde está a flor de piel la vulnerabilidad de las personas, es importante tener un equilibrio mental, “me gusta mucho meditar, me ayuda a mantener todo en orden” ⎯comenta.
Después toma el desayuno y va a trabajar. A su lista de trabajos añadió el impartir clases en la Universidad de Tijuana desde enero de este año.
Sus tardes son un poco más ocupadas, se van entre atender asuntos de su asociación, los cuales se centran más en actividades administrativas, por lo que comenta que mucho de su trabajo es de manera virtual.
Además, realiza sus tareas y asiste a la universidad, pues está en su último semestre de la maestría en Valuación. El próximo semestre, Andrea espera hacer una estancia fuera, ya sea en Estados Unidos, en Washington o en la Ciudad de México.
En su tiempo libre, a Andrea le gusta venir al mar, pasear con Mac, su perrito y hacer ejercicio. Además, disfruta de pasar el tiempo con sus amigos: “trato siempre de mantener eso” ⎯ dice.
La familia de Andrea está orgullosa de todo lo que ha logrado siendo tan joven, sin embargo, explica que les ha resultado un poco complicado entender lo que ella hace.
“Creo que mi historia personal de vida me hizo madurar muy chica y la experiencia de crecer en un ambiente conflictivo y de pronto violento, con carencias económicas me hizo ver por mí misma, incluso tratar de acceder a la escuela tenía sus retos. […] el hecho de que tus papás no te planeen un poco la vida es difícil. También creo que te da más bondades, la libertad de decidir.
[…] Mis papás están divorciados desde hace mucho tiempo, y yo me crié con mi papá, creo que también ese fue un factor… ⎯comenta entre risas ⎯ los hombres son así de tú échale ganas… yo estoy ahí pero tú ves cómo le haces.”
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Andrea conoció a Enrique Morones, director de la organización Border Angels, a través del muro que separa México de Estados Unidos. Ella en Tijuana, él en Estados Unidos. Sin saber que ese día comenzaría una gran labor que terminaría cambiándole la vida, Andrea le explicó que quería armar un grupo de jóvenes y él le dio la oportunidad.
Sin recibir un sueldo por todo el trabajo que hacía en la asociación, Andrea comenzó a liderar sus propios proyectos y a participar en muchos otros.
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“Desde muy muy chiquita tenía ya esa inquietud del tema de la migración, desde muy chiquita te hablo como a los nueve años… hice un documental con mi hermana, […] la asociación Save the Children tenía un festival de cine para niños a nivel Latinoamérica, que se llamaba Lo que veo, mi hermana quiso participar y mis papás le dijeron que estaba bien.
Mi mamá es artista, entonces para ella estaba bien. Justo el tema que elegimos fue el de migración. Hablamos del muro aquí en la playa, mi hermana y yo vinimos y grabamos […] era este cuestionamiento para nosotras: “¿Qué hay detrás del muro?”.
“Yo me acuerdo mucho que circuló una noticia […] de un señor que deportaron, él quería regresar y los del CBP lo mataron a golpes, “accidentalmente.”
Eso fue por allá del 2009 y para mí fue muy impactante. Fue a partir de ahí que me interesó el tema de la migración, esas inquietudes de una niña que pensaba mucho y que no entendía muy bien cómo funcionaba el lugar donde ella había nacido”.
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Ya en la carrera de administración pública y tras la llegada de las caravanas migrantes, por medio de Border Angels, llegó a Andrea un proyecto desde la ciudad de San Francisco que cambiaría por completo su línea de trabajo: The School Box Proyect.
Este consistía en un aula de clases dentro de un autobús, el cual podía ser llevado a distintos albergues de la ciudad. En este proyecto participaron psicólogos y voluntarios, dirigidos por Andrea.
A pesar de que fue una tarea difícil compaginar sus estudios universitarios con su labor social, fue un reto más en su vida que logró superar, yendo hasta a tres albergues e impartiendo clases a unos 200 niños cada semana. Este fue el primer acercamiento de Andrea al tema de la educación, aunque ella estuviera estudiando algo distinto.
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“El tema de la educación es algo que a mí siempre me ha apasionado bastante, porque personalmente a mí me ayudó a estar en donde estoy. El hecho de ir a la escuela, aunque mi vida familiar fuera muy conflictiva, para mí siempre fue mi espacio seguro.
Me iba bien en la escuela, tenía buenas calificaciones, mis profesores fueron un pilar muy importante para mí, porque creían mucho en mí, en mi inteligencia, por eso yo empatizaba mucho con los niños y niñas en ese momento, yo pensaba que ellos estaban en un momento de su vida muy caótico […] mi intención era que estos niños y niñas pudieran tener más esperanza y herramientas para lo que se les venía”.
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Con la llegada de la pandemia en 2020, The School Box Proyect llegó a su fin. Esta circunstancia nuevamente fue decisiva en la vida de Andrea.
Junto con una compañera suya, Yenyeri Curiel, que ahora es su mano derecha en border Youth Colective, se ideó La escuela digital para los niños de los albergues migrantes, la cual explica Andrea, más que ser una escuela formal, ésta trataba de mantener la estabilidad y la armonía en el lugar donde estaban estos niños.
Este proyecto aunque solo se llevó a cabo en el albergue Embajadores de Jesús, benefició a alrededor de unos 100 niños, por lo que significó bastante en muchos sentidos.
Además, hubo un gran trabajo de voluntariado, estudiantes, docentes, académicos e incluso estancias de gobierno se postularon para el proyecto de La escuela virtual.
En esos momentos fue cuando Andrea decidió que este programa se convirtiera en una asociación civil, pues más que tratarse de la economía, ella buscaba que su asociación fuera un medio para poder hacer políticas públicas.
“Las asociaciones —explica— son herramientas de participación política y yo quería hacer eso”.
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Border Youth Collective hoy en día es una asociación civil que en palabras de la propia Andrea “ha logrado crear un espacio donde los niños y jóvenes migrantes pueden no solo acceder a la educación, sino también sentirse valorados y apoyados en su desarrollo integral.
“Hemos desarrollado una red de apoyo sólida y efectiva que ha permitido mejorar la calidad de vida de los migrantes en Tijuana.”
Su equipo de trabajo consta solamente de cinco personas, sin embargo, la organización ha tenido repercusión tanto a nivel local, nacional e internacional.
La Universidad Autónoma de Baja California, casa de estudios de Andrea, ha presentado su proyecto en tesis de diferentes niveles académicos, así como en mesas de discusión.
Lo mismo sucedió a nivel internacional, pues Border Youth Collective en 2023, llegó hasta la Bienal de Colombia, donde orgullosamente Andrea presentó su proyecto en una mesa donde se trataron temas como migración y educación.
El pasado mes de junio, Andrea fue la primer tijuanense en ser galardonada con el premio otorgado por la Universidad del Valle de México, UVM por el Desarrollo Social, Uniendo Héroes 2024, Andrea comenta que en un principio no estaba segura en participar en la convocatoria de este premio, pues piensa que el activismo no es una actividad que pueda ser premiada, sin embargo, al ser Border Youth Collective un proyecto tan personal para ella, entró al concurso y ganó uno de los cinco lugares otorgados.
A nivel profesional, el haber ganado este premio, explica que fue como una recarga de energía, pues a nivel personal estaba pasando por un momento complicado.
Este premio fue importante porque le permitió estar rodeada de personas con sus mismo intereses, además de que su trabajo fue reconocido, cosa que no en Tijuana no siempre es así, pues muchos lo consideran un tema incómodo.
Andrea reconoció el trabajo de la UVM y les agradeció por premiar a personas que hacen activismo, pues reiteró que este tipo de actividades muchas veces son vistas de manera negativa y el hecho de que una universidad privada los premie es muy significativo para México.
Además, el pasado mes de agosto, Andrea fue ganadora del tercer lugar en el Premio Municipal para la Juventud 2024 en la convocatoria Cívico y Social.
“Estoy segura de que en la marcha, seguiremos abriendo caminos para que las juventudes defensoras de derechos humanos sean reconocidos por su lucha y activismo” ⎯añadió al respecto.
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Le pregunto a Andrea cuáles son los mayores retos a los que que ha enfrentado al liderar su asociación.
-Ser mujer y ser una persona joven es ya un reto- me comenta.
Además, me explica que el hecho de que ella no sea una persona religiosa también ha sido complicado, pues la mayoría de las asociaciones tienen vínculos con la iglesia, los cuales hacen posibles un mayor número de donativos.
La edad de Andrea, me explica, no le permite, de alguna manera, tener contactos que puedan hacer donaciones de grandes cantidades de dinero a su asociación.
La hostilidad del gobierno frente a los temas migratorios, los cuales no son tratados de manera óptima también ha sido un desafío, pues tanto ella como la organización se han visto envueltos incluso en temas legales en relación con la migración.
En un principio, me dice, fue complicado tener un control óptimo en cuanto a lo económico de la organización y su vida personal, pues todo el dinero que llegaba iba directo a la labor social, pero entre risas, me comenta que esto poco a poco ha ido cambiando, hoy en día ha logrado llegar a ese balance.
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Debido a su profesión y a su formación como activista, Andrea se ha mentalizado desde principios de año en cuanto a los cambios que traerá la nueva presidencia de Estados Unidos y las políticas públicas migratorias con México.
Explica que a pesar de que la migración es un derecho humano, que no tendría que negociarse ni exigirse, en política es vista como una moneda de cambio: “Esto lo hizo Trump con el tema de los aranceles. Amenazó a López Obrador con el aumento de impuestos de las exportaciones mexicanas”.
Con gran seguridad, señala que aún desde este gobierno se estuvieron viendo cambios en cuanto a estas políticas migratorias:
“Kamala fue una estrategia que se les ocurrió al partido demócrata. Kamala es latina, es morena, es mujer… como estrategia política se ve bien. Si ganara Kalama definitivamente sería más sencillo, pues habría una relación política más de cooperación y no tan conflictiva como con Donald Trump”.
“Y a pesar de quien gane, parece que el gobierno de México seguirá doblegado ante temas de migración por el gobierno de Estados Unidos, […] pero realmente, hasta que entren en funciones podremos ver cuáles serán sus políticas, siempre ha sido así: cada que cambia el presidente, cambian sus políticas, hasta con un solo presidente ha cambiado muchas veces”.
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Para finalizar la entrevista le pedí a Andrea que me platique sobre sus próximos proyectos, tanto en lo personal como en lo profesional.
Me explica que una vez que finalice su maestría, que es para ser perito evaluador, quiere enfocarse en el daño moral. Rápidamente hace la corrección de que ella no es abogada, pero que el haber estado en el ambiente en el que se ha desarrollado, de leyes y derechos humanos, la ha acercado a esa parte, al igual, claro que su licenciatura en administración pública.
Añade que ese trabajo lo ve más como para generar sus propios recursos, fuera de la organización, para tener una vida más tranquila, lo cual, en los últimos tiempos, y a pesar de ser tan joven, ha sido lo que más ha añorado, pues el activismo la ha llevado por una vida de turbulencias, ahora busca la tranquilidad, pero sin alejarse de las causas que defiende.
Al despedirme de Andrea salgo y veo el mar, al fondo, alcanzo a ver de manera distante el muro que corre en el punto de fuga hasta hacerse pequeño y meterse a las inquietas aguas del pacífico. Ahí donde inició todo para Andrea y al otro lado… ¿Qué hay al otro lado?
Esta información se produjo como parte de la Licenciatura en Periodismo Digital de la Universidad de Guadalajara (UDG)