En el corazón de Ciudad Juárez existe un dulce tradicional que ha deleitado paladares por generaciones: el turrón de Guadalajara.
Aunque con influencia española, este postre logró mantener su esencia artesanal adaptándose a la cultura mexicana.
En la zona del Centro Histórico existen varios puestos en el cruce de la avenida 16 de septiembre y la calle Noche Triste, donde se puede encontrar esta golosina.

Uno de los secretos para conservar su sabor original consiste en la paciencia y en el uso de ingredientes naturales, según comentaron algunos comerciantes.
También que para muchos tapatíos, este dulce no sólo es un postre, sino un lazo con la historia y la tradición de su tierra.
Origen español
El turrón, en su forma más antigua, tiene raíces en la gastronomía árabe y española, siendo introducido a México durante la época colonial.
Sin embargo, el turrón de Guadalajara adoptó una identidad propia, diferenciándose del tradicional turrón español hecho con almendras y miel.
Durante el Virreinato, los conventos fueron centros de experimentación culinaria, donde las monjas adaptaron recetas europeas a los ingredientes locales.

En Guadalajara, estas manos expertas dieron vida a un turrón más ligero y esponjoso, elaborado con claras de huevo, azúcar y frutos secos.
A diferencia del turrón español, el de Guadalajara se parece más a un merengue seco, similar a los “mostachones” o “suspiros”.
Su elaboración sigue siendo artesanal: se baten el azúcar, la miel, un colorante especial y se hornea lentamente hasta lograr una textura aireada y crujiente.
Aunque, en algunos casos, se le agrega chamoy, limon, tajín o chile limón en polvo para acompañarlo, dándole una sensación ácida y dulce, pero a la vez se asemeja a un algodón de azúcar comprimido en una chiclosa textura de sabor agridulce.
Sin embargo, en un mundo donde los sabores tradicionales corren el riesgo de perderse, el turrón de Guadalajara es un dulce que mantiene viva una parte esencial de la cultura mexicana que ha conquistado la frontera.