Caminaba por el boulevard Juan Pablo II con dos bolsas ecológicas rojas a cuestas, llenas de víveres. Una chamarra negra y un pantalón de mezclilla azul lo cubrían del impetuoso aire primaveral de Ciudad Juárez.
Sus tenis desgastados por kilómetros de camino vencían lentamente los aproximadamente 2 mil metros desde la tienda de conveniencia ubicada en la avenida Francisco Villarreal Torres hasta la Puerta 42, pero esos zapatos han pisado el suelo de 10 países.
Lleva por nombre Robert Ramos y abandonó su natal Venezuela desde hace dos meses para aventurarse en búsqueda de llegar a Estados Unidos.
«Lo que me motivó a salir de mi país fue para ayudar a mi familia que está necesitada en mi país y no tienen un sustento de plata, no trabajan y bueno…», relató el joven de 24 años.
Con apenas cinco días en esta frontera, este joven enfrentó una dura realidad: alcanzar el sueño al estar ya en la frontera no es cosa fácil.
Ahora se enfrenta a las últimas horas de vigencia del Título 42, con el cual al entregarse a las autoridades norteamericanas puede simplemente ser regresado al país por donde cruzó.
La dura situación es que en poco menos de 9 horas de que concluya la medida migratoria de sanidad, pues a pesar de que el Título 8 está vigente, la mayoría de las personas migrantes eran procesadas bajo el Título 42, la cual no contaba con consecuencias legales.
Sin embargo, con el Título 8 se expulsará y castigará hasta por cinco años a quienes crucen ilegalmente el Río Bravo hacia Estados Unidos si son reincidentes, además de que perderán la oportunidad de solicitar asilo.
Robert tenía seis años fuera de su país de origen, para hacer exactos en Perú, donde lograba subsistir hasta que la situación económica se tornó complicada.
Ante esto, él y su grupo de amigos decidieron arriesgarse y salir rumbo a la Unión Americana. Por momentos pagaron pasaje para avanzar, por otros menos gratos, avanzaron «de mochilazo».
Pero el problema principal que enfrentó Robert fue que creía que las fronteras estadounidenses daban paso a los refugiados venezolanos.
«Al llegar aquí me encontré con la situación de que nos tienen retenidos ahí pasando sed, hambre, no nos apoyan con nada; estamos prácticamente a la deriva: ahí esperando si nos dejan entrar o no nos dejan pasar y nos quedamos fuera y bueno, Dios quiere y lo permite nos dejan pasar hoy día», dijo.
Pese a que le robaron sus documentos en el camino, él aún espera ser citado mediante la aplicación CBPOne, pero decidió hacer el último esfuerzo y cruzar el río para solicitar asilo en la Puerta 42, aunque está consciente de la posibilidad de no ser admitido en el país de las barras y las estrellas.
«En caso de que no pueda pasar, no sé, tendría que esperarme acá a trabajar porque irme a mi país está demasiado lejos. Ya son 10 países que he recorrido con este y me ha costado mucho llegar aquí y no me puedo regresar al tampoco», explicó.
Robert elige esperar el acceso legal por el punto de revisión antes que arriesgarse por «el túnel», esto pese al cambio (o regreso) de la política migratoria en la que los procesados por el cruce ilegal pueden tener un mínimo de cinco años de prohibición para de regresar a Estados Unidos.
«Tenía conocimiento que iban a cambiar las reglas y, bueno, ya estamos acá antes de la fecha y si Dios quiere y pasemos todos hoy. Si Dios lo permite. Pues si no, nos quedaremos acá trabajando en Ciudad Juárez», sentenció.