Sobre la calle Ramón Ortiz y Vicente Guerrero se levanta el mercado Cuauhtémoc, ahí viví las mejores experiencias de mi niñez. Cada domingo acudíamos a hacer las compras.
La calle Ramón Ortiz que corre de Sur a Norte, y que cruza por el mercado, se ha identificado porque venden productos herbales, pero ya en el cruce con la calle La Paz, fueron muy famosos los tacos de hígado, las gordas y las enchiladas que desprendían un aroma inconfundible.
Por algunos años desapareció este producto, sin embargo, hay un negocio que hoy acapara los paladares de los viandantes sobre ese mismo cruce… se trata de un negocio que tiene tacos de todos los sabores, pero “el fuerte” son los tacos de hígado, por lo que la calle Ramón Ortiz cruce con La Paz, a todas horas está atiborrado de tragones.
Les decía que los domingos, desde temprano y hasta mediodía, estábamos deambulando por esa zona en donde conocí por primera vez las hamburguesas en el restaurante La Morenita.
Al tiempo que se vendían ollas de peltre o productos de yeso, también era carnicería, pero lo mejor es que tenía un restaurante en donde experimenté ese embrujador sabor que tiene la comida rápida norteamericana.
Ahí mismo conocí lo que era un microondas, ya que parte de la comida que se vendía se calentaba en ese novedoso aparato.
Así que mi madre, aparte de comprar embutidos, me compensaba con una hamburguesa, mucho mejor que las de McDonald’s, más gruesa, más amplia y con una canastilla llena de papas fritas.
Afuera de La Morenita, en esa esquina del cruce mencionado, también existió aquel famoso vendedor de veneno al que le llamaba “polvo de avión”, no sé si en otros lados de la República le llamen igual al veneno para las cucarachas.
Este vendedor en particular tenía un simple tendido con paquetitos de polvo amarillento, y creo que le debió haber ido muy bien porque duró varios lustros fabricando el producto.
En contra esquina de La Morenita está la antigua Presidencia Municipal, hoy convertida en un centro educativo de donde graduan escultores, bailarines y pintores: El Centro Municipal de las Artes (CMA).
Afuera en la calle se estaciona un vehículo azul sin placas y con la llanta de refacción instalada llena de lodo. Me pregunto si este automóvil será de uno de los maestros, de un conserje o del policía que cuida la instalación… Me regreso al cruce de Vicente y Ramón Ortiz.
Hace casi 30 años venía comprando gordas de cocedor con un señor de nombre Víctor, el se encargaba de distribuirlas: chile colorado, rajas, requesón, frijoles y de trigo. Víctor estaba justamente enfrente del distribuidor de los polvos de avión.
Hoy por la mañana quise empacarme una de frijoles, pero Víctor ya no está…
Don Víctor: espero que esté bien y deseo participarle que hizo muy feliz a este paladar por muchos años.