La fecha temida por muchos llegó y Donald Trump asumió el poder en Estados Unidos el pasado 20 de enero.
El republicano no tuvo empacho en cancelar a pocas horas de tomar protesta la CBP One, una puerta de acceso que meses esperan miles de migrantes para buscar asilo en el país norteamericano.
Los discursos y amenazas de Trump no sorprenden, pero sí deben preocuparnos por lo que implica: una medida de presión para medir fuerzas y orillar al resto de los países a someterse a sus caprichos.
En México, si bien el discurso presidencial de Claudia Sheinbaum fue muy distante a lo que Andrés Manuel López Obrador hizo en su momento, las acciones siguen siendo restringir o disminuir el tránsito migrante hacia Estados Unidos.
Esto sin duda es violatorio a los Derechos Humanos y altamente cuestionable, además de que el apoyo del gobierno mexicano para atender la crisis migratoria ha sido colocar espacios que no garantizan lo mínimo indispensable para tener dignidad humana.
En otros países como Colombia ya vimos que Trump subió de tono e impuso aranceles por no recibir aviones de deportados, cosa entendible si se toma en cuenta las condiciones indignas con las que fueron trasladados.
La respuesta de ese país fue responder con más aranceles, una medida que sin duda afectará ambos bandos pero que es válido arriesgar ante el valor de la dignidad humana.
Mientras todo esto pasa los albergues y casas del migrante en México se mantienen alertas para responder ante la crisis que ya comenzó y amenaza con tener varios episodios complejos.
Lo que resta como nación es fomentar una unión y hacer frente a esta problemática desde diferentes frentes: el humanitario para tender la mano a estos espacios que requieren apoyo, el político para dejar atrás lo mezquino y genuinamente procurar un bien común y el informativo -que nos toca a nosotros como medios- para brindar las herramientas necesarias para que la ciudadanía conozca los alcances de lo que ocurre y combatir los discursos de odio.